En defensa de mi hermano Daniel

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Daniel Ortega no necesita defenderse, ni que lo defiendan, en aquellos aspectos más evidentes de su conducta. Cito, por ejemplo, su valor personal. La actitud asumida ­paciente y estoica­, por señalar un doloroso retazo de su vida, durante su prolongada prisión de 7 años en la cual compartió con Lenin Cerna, entre otros, sin doblegarse, las arremetidas de los esbirritos, las humillaciones de la cárcel, la privación de libros, amores y otros placeres, de los cuales disfrutan hoy sus adversarios que no son ni serán prisiones de su gobierno.
Su arrojo a la hora de enfrentarse al enemigo armado, a como pudo dejar constancia en León, cuando ya estaba a punto de salir huyendo Somoza. Nos avisaron de la presencia de guardias somocistas en una área rural cerca de la Paz Centro y partimos hacia cerros sospechosos de embocadas. Me asombró la audacia de Daniel desafiando el riesgo. Supe de actitudes parecidas cuando fue guerrillero en el norte del país.
Sus compañeros cercanos conocemos estas características, comunes, por otra parte, a hombres y mujeres que se enfrentaron a la guardia somocista.
A lo mejor el coraje tiene su más clara demostración en Daniel cuando es protagonista de un estoicismo cotidiano, soportando sorprendentes y espesos insultos contra su familia. Para tales aires oscuros se requiere algo más que valor.
Por estas y otras razones, produce malestar, fiebre o algún otro escalofrío, las palabras de un liberal nacido, sin merecerlo, en la solidaria tierra de los tulipales, vejestorio ideológico, admirador de Bush y partidario de la canonización de Adolfo Hitler, señalando a Daniel Ortega como cobarde.
A este compañero lo acusan también de dictador teniendo ­también lo conocemos en ese sentido- una vocación irreversible por la democracia participativa.
Si quieren saber algunas otras cosas de este hombre, diré entre otras certidumbres: no le gustan las felicitaciones y los halagos. Cuando algún visitante extranjero le dice "excelencia" arruga el entrecejo. Prefiere que le llamen Daniel. Se oculta el día de su cumpleaños y rechaza que su retrato esté en las oficinas públicas a donde solo están autorizadas las fotos de Sandino, de Rubén y de Carlos Fonseca.
Me veo obligado a escribir estas meditaciones porque, al fin y al cabo, alguien tiene que defender a quien han acribillado a toda hora de insultos, calumnias y otros mordiscos, y porque mis frases ­por mi modo de ser- están fuera de toda sospecha de halago.
No olvido la recomendación de Carlos Fonseca: "Hay que criticar de frente y elogiar por la espalda, pero alguna vez se hace necesario, reconocer los méritos de nuestros hermanos, ya sea para ser justos o para defenderlos de criticar injustas o de ataque calumniosos". Así es.

Tomás Borge

 
 

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