Entre Nietzsche, Delgado Senior y Derrida

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

La deconstrucción y el postmodernismo son hijos directos de Nietzsche. En realidad cada día que pasa me confirma que el autor de Así hablaba Zaratustra es el más vigente de los grandes pensadores.

La paradoja, si así puede llamarse, radica en que, cada vez que me asalta un pensamiento profundo, inevitablemente me viene Nietzsche a la mente. Incluso, y más que nunca, en estos días de crisis venezolana. Es posible que cada uno de los habitantes de este país haya desarrollado formas particulares de psicosis. Los psiquiatras, especialmente Delgado Senior, han descrito con lujo de detalles los procesos mentales de quienes estamos expuestos a la violencia y la incertidumbre.

Yo he desarrollado «mi» psicosis. Consiste en que no puedo ver ni oír los noticieros internacionales. Para alguien que seguía la TVE, la BBC, Radio Francia y exploraba en Internet los editoriales de los grandes diarios, semejante omisión se refleja en un aumento considerable del tiempo libre, que desafortunadamente no puedo utilizar para escribir, pues estoy inmerso en un proceso poético de exploración del otro lado del lenguaje y, como puede entenderse, es difícil de abordar en medio del histerismo y de la mediocridad galopantes.

Mi psicosis consiste en apagar la computadora para evitar tentaciones, en lanzarme raudo hacia la TV o la radio cuando oigo la llegada de los noticieros internacionales. No soporto la música incidental de cada noticiero. Lo hago porque, dentro de mi particular perturbación, estoy seguro de que lo que veré u oiré no se corresponderá con los hechos reales.

Estoy seguro que los sucesos del Oriente Medio tienen aristas que no me serán presentadas. Tengo la convicción de que el programa nuclear de Corea del Norte presenta características que faltan para hacerme una idea exacta de su significado.

Para mí esto es un drama por mi condición de ex diplomático y aficionado eterno a la política internacional -deformación profesional claro está, porque sin tener un centavo sigo la evolución cotidiana de las bolsas y la fluctuación de las monedas-. La salida única que he conseguido es deconstruir la información, buscar los laterales de la misma y convencerme que en lo no presentado está el maná que me hace falta para hacerme una idea de este mundo globalizado.

Cierto que tengo la información a la «velocidad de la luz» y con Paul Virilio confirmo que esa velocidad es la única y verdadera información. Me asaltan, entonces, reflexiones graves sobre lo globalizado. Lo globalizado es lo instantáneo en sí mismo, no los hechos.

Una imagen recurrente que me asalta, se lo digo a Delgado Senior, es la de las manifestaciones de protesta en Corea del Sur; veo a los manifestantes serpenteando y la manera como llegan hasta las barricadas de la policía.

Seguramente porque no puedo borrar de mi mente la imagen de una bella señora de edad media de nombre Jacqueline, aquí, en la televisión venezolana, sangrando profusamente por la cabeza después de la «gloriosa» arremetida de la Policía Militar en Los Próceres; debe ser parte de mi psicosis, debe ser que pienso que hasta manifestar tiene sus particulares ejercicios y que una guardia de hombres expertos debe rodear toda marcha.

No me considero en capacidad de criticar a la Coordinadora Democrática, llena de tanto talento e inteligencia como nos demuestra cada noche en sus partes de guerra. Sin embargo leo -lo hice por última vez- las versiones que da la prensa internacional de tales «hechos» y mi psicosis llega a límites impensables, doctor Delgado Senior.

Al situarme al margen del lenguaje, en lo no dicho, al retornar a las teorías postmodernistas de la comunicación, comprendo el doble fenómeno del estallido de las partículas hacia el aislamiento y la unicidad en un gran condón universal.

Deconstruir no es la consecuencia de una teoría; deconstruir es la única arma de defensa que tenemos para no ser diluidos. Deconstruir es la única vía para recobrar el sentido. Jacques Derrida es, pues, el otro personaje que ocurre en mi auxilio. «Los deslices textuales son la esencia misma del lenguaje», me susurra al oído el maestro francés. «Recuerda mi concepto de diseminación», me repite al oído, para agregar: «yo enterré el concepto de polisemia». Por si fuera poco, agrega «la generación siempre dividida ya del sentido».

Deconstruyo, pues, mientras leo los informes de los corresponsales extranjeros en Venezuela y los editoriales de los grandes diarios de este planeta. Nunca tendré palabras suficientes para agradecer a estos buenos amigos que nos visitan y a los que nos siguen atentos desde sus mesas de redacción, que me hayan dotado de algunos elementos de reflexión para cubrir el tiempo libre que me concede haber dejado de ver y oír diarios y noticieros internacionales.

…Pero había dicho que todo partía de Nietzsche, deconstrucción incluida. En efecto, el filósofo dejo dicho en su momento: «Los hechos no existen; sólo sus interpretaciones».

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* Escritor.

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