¿Es Google Dios 2.0?

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Como cuenta la historia, al principio reinaba el desorden, la confusión y el caos y era imposible separar lo valioso de lo desechable, lo verdadero de lo falso. Algunos trataron de mapear las características más útiles de este mundo para guiar a los buscadores a través de su vorágine. Pero sus servicios eran incompletos y difíciles de manejar y algunos de ellos, incluso, aceptaban sobornos para favorecer a una fuente sobre otra.

Una realidad sórdida y oscura, pero, al mismo tiempo, demasiado preciosa para perder. Y de pronto vino Google. Limpio, puro y simple. Democrático y neutral. Si hacía referencia a un sitio más que a otro, era porque se consideraba más relevante para los usuarios y figuraba por encima del resto. El motor de búsqueda más grande separó la luz de la obscuridad y organizó el mundo de la información haciéndola universalmente accesible y útil.

Un perfecto motor de búsqueda. Si antes poníamos la fe en Dios ahora la ponemos en Google que no sólo reemplaza a Dios, sino que lo supera. Google se erige como prueba de que los humanos no necesitan dioses, de que somos capaces de cumplir el papel que alguna vez estuvo reservado a ellos. Según el escritor Siva Vaidhyanathan. Google parece omnisciente, omnipotente y omnipresente, además de afirmar que es benevolente. No es de extrañar, entonces, que mantengamos a la empresa con un respeto y una reverencia casi increíbles.

Siva Vaidhyanathan | Charlottesville VA | FacebookDe manera abrumadora permitimos que Google determine qué es importante, relevante y verdadero en la Red y en el mundo y confiamos en que Google actúa en nuestro mejor interés. Pero, en verdad, sus resultados de búsqueda tienen un poder desmesurado e inmerecido porque, como dice Siva Vaidhyanathan, ofrecen la ilusión de precisión, exactitud y relevancia. Las reglas del juego, sin embargo, ya están manipuladas de ciertas formas y por eso necesitamos una idea mucho más clara de cómo se hace. Esta es una empresa relativamente nueva, rica y poderosa.

Una rara combinación de la que aún no hemos evaluado los cambios que produce en nuestros hábitos, perspectivas, juicios, imaginación y transacciones. Ciertamente Google y la red que gobierna no son tan peligrosos como el sistema automotriz, por ejemplo. Las páginas de la Red no enferman ni atropellan a las personas.

No obstante, la fe ciega en esta corporación es peligrosa porque Google es muy bueno en lo que hace y porque establece sus propias normas. Hace que nuestras vidas sean mejores, nuestros proyectos más fáciles y nuestro mundo más pequeño y por eso no consideramos los costos, riesgos opciones y consecuencias que pueda traer a largo plazo. La gran mentira es la de que el internet es acerca de nosotros.

Nos gusta pensar que nosotros somos personas que tiene opciones, gustos y características personales. Pero el internet no es acerca de nosotros. Es acerca de las empresas que dominan los flujos de datos con la intención de hacer dinero. Cada vez que escribimos algo en Google treinta y ocho centavos van a su cuenta. Para Google nosotros, entonces, no solo somos sus clientes sino, más que nada, su producto. Nosotros, con nuestras predilecciones, fantasías, fetiches y preferencias somos lo que Google vende a los anunciantes. Google | 20 trucos para aprovechar al máximo el popular buscador de internet | TECNOLOGIA | EL COMERCIO PERÚ

Cuando usamos Google, éste usa nuestras búsquedas en la Red para descubrir cosas sobre nosotros. Una rara combinación de la que aún no hemos evaluado los cambios que produce en nuestros hábitos, perspectivas, juicios, imaginación y transacciones. La corporación es muchas cosas para mucha gente, pero más que nada es una simple y poderosa cosa: resultados.

Como dice el académico Nolen Gertz, desde sus inicios, como motor de búsqueda hasta su conversión en un imperio multinacional, multiplataforma y multiservicio, nunca ha representado nada más que resultados. Y es aquí donde es posible ver porque nos proporciona lo que Dios no pudo.

A medida que la incongruencia entre la promesa de resultados y la respuesta del sacerdote que dice que tengamos paciencia y sigamos esperando se hizo cada vez más difícil de sufrir, perdimos la fe en Dios y, en lugar de mirar al cielo ahora empezamos a mirar nuestras pantallas. Google ofrece respuestas en lugar de preguntas, resultados en lugar de espera. Google, en su declaración de principios, ha hecho obsoleto los Diez Mandamientos al reemplazarlos por uno solo: “ No seas malvado”.

Luego lo que Google nos entrega tiene que ser honesto y objetivo, ya que cualquier falsedad, cualquier prejuicio y cualquier “mal” iría en contra del código de Google. ¿Y qué es el mal para Google? Lo que es “malo” es lo que se interpone en el camino, no de la virtud sino del progreso, especialmente aquello que bloquea el progreso de Google. Luego, uno podría preguntar si lo que Google quiere es lo mismo que nosotros queremos o si lo que la compañía considera como malo es lo mismo que nosotros consideramos como malo.

La respuesta es no. Google redefine el mal como una cuestión de falta de servicio, en general y de falta de servicio entre los servicios de información corporativos, en particular. Y en cuanto a la virtud, los actos de Google son justos por su propia naturaleza, porque Google los realiza. Lo que es “bueno” es lo que Google hace y lo que es “malo” es lo que Google evita. Su lógica no es diferente de la de otras compañías tecnológicas. Todas ellas creen que sus principios deberían aplicarse a todos. A juicio de Siva Vaidhyanathan Google no es malo, pero tampoco moralmente bueno o neutral. Este es el mundo de Google (y nosotros solo vivimos en él) - The New York Times

No nos hace más inteligentes ni más estúpidos. Es una empresa que cotiza en la bolsa de comercio con el intento de aumentar sus ingresos y nos ofrece un conjunto de herramientas que podemos usar de manera inteligente o tonta. Pero, no es uniforme e inequívocamente bueno para nosotros. De hecho, es peligroso de muchas formas sutiles. Es peligroso, por ejemplo, debido a nuestra creciente fe acrítica y dependencia de él y a la forma en que fractura y perturba casi todos los mercados o actividades en los que ingresa, generalmente para mejor, pero a veces para peor.

Lo que las compañías tecnológicas están tratando de hacer, según ellas, es un mundo mejor y más seguro en donde no haya débiles ni fuertes, sólo más o menos limitados. El sueño de estas empresas es el sueño de los dispositivos inteligentes, las ciudades inteligentes y las personas inteligentes, un mundo en donde todo y todos estén conectados, siempre actualizados y siempre superando las limitaciones. Un sueño no impuesto por ellas, sino nuestro sueño. Ellas solo nos brindan lo que deseamos.

El deseo, sin embargo, como dice Gertz, no es inmune a las influencias de las tecnologías, ya que éstas median nuestra experiencia del mundo y de nosotros mismos. Nos dan lo que deseamos, pero ellas juegan un papel vital en dar forma a lo que creemos que es posible desear. Las limitaciones de las que hablan estas tecnologías son las limitaciones que la tecnología nos revela. Nos permiten hacer, por ejemplo, cosas que nunca creímos posibles, como usar un auricular para entrar a un mundo virtual, algoritmos para predecir comportamientos, un hashtag para conectarnos con extraños, un teléfono móvil para participar en protestas desde nuestro sofá o tener una conversación con un pariente lejano a través de una cámara de video. Teléfonos inteligentes: así es el peligro de la adicción

Pero, como nunca antes, pensamos que estas actividades fueran posibles, no nos sentíamos limitados por la imposibilidad de realizarlas. No sentíamos que las habilidades humanas fueran deficientes hasta el momento en que ellas fueron tecnológicamente posibles Una vez que aparecieron o sólo se anunciaron como posibilidades, comenzamos a vernos de manera diferente. Las expectativas de los consumidores funcionan ahora a tal velocidad que nos sentimos frustrados con los dispositivos y servicios de procesamiento lento y acceso a internet que ni siquiera existían hace algunos años atrás.

Las tecnologías ciertamente protegen de lo caótico y lo inesperado, como también de lo aburrido y mundano y es justamente esta la seducción que nos lleva a aceptar el evangelio tecnológico de que la vida a través de las tecnologías es la única vida que vale la pena vivir.

No necesitamos rechazar las tecnologías ni tampoco los intentos de mejorarnos a nosotros mismos. La esperanza de un mundo más ilustrado descansa en nuestra capacidad para reconocer las suposiciones arraigadas en nuestra fe en las tecnologías digitales para poder corregirlas con la ayuda de recursos públicos. Para eso lo que realmente necesitamos es desarrollar una perspectiva más crítica hacia nuestra devoción a las tecnologías, hacia la fe ideológica de que mejor sólo puede significar más tecnología, la creencia de que el progreso humano solo puede lograrse a través del progreso tecnológico.

Nuestro deseo de abandonar todas las formas tradicionales de vida, nuestras relaciones tradicionales con otros y las formas tradicionales de compromiso con el mundo en la búsqueda de lo poshumano es, como dice Gertz, nuestro mayor peligro y, también, nuestra mayor oportunidad.

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