España: de pícaros a sinvergüenzas

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Todo el mundo sabe de la España de los pícaros, de la España de los exterminadores, de los cínicos, de los trapisondistas, de los inquisidores, de los absolutistas y de los dictadores. Pero tras la dictadura y hozando como los cerdos en la cochiquera en una democracia grotesca como la que padece el país a estas alturas de la historia, ha emergido como las setas tras la lluvia de primavera una clase nueva envuelta en el manto de la solemnidad: la de los sinvergüenzas.| JAIME RICHART.*

 

También sabemos que el código penal es el mínimo del mínimo moral. Pues bien, esa clase, la de los sinvergüenzas, se caracteriza por vivir y medrar justo en la línea que separa los actos y situaciones condenadas por las leyes penales, de la absoluta inmoralidad condenada por el sentido común y por todas las gentes de bien.

 

En todas las instituciones brillan con luz propia y en número que abochornaría a cualquier otro país, personajes miserables que se arropan entre sí para sacar más ventaja aún de la que sus privilegios blindados les proporcionan. Sea en la institución monárquica, sea a lo largo y ancho de lo que llamamos ordinariamente clase política, sea en el estamento bancario, sea en el poder judicial o en el poder eclesiástico son incontables los sinvergüenzas, los miserables, los estafadores y los ladrones.

 

Esto es así hasta el punto de que la situación crítica que atraviesa por lo menos la mitad de la ciudadanía española, ha sido creada, generada y propiciada por la clase de los sinvergüenzas. Si se sumaran las cantidades saqueadas, estafadas, dilapidadas, cobradas y evadidas por ellos, tendríamos una cifra equivalente a la que según parece necesitaría este país para ser rescatado por la economía europea o para evitar ser rescatado.

 

No es que España no tenga una cultura democrática y por eso desconoce la mayoría de sus dirigentes bipartidistas en qué consiste, es que en España, en el vértice de cada pirámide estamental, sigue ondeando la bandera del medievo, de la inquisición, de la conquista de lo doméstico, del bandolerismo y de la picaresca más ruines y devastadores; algo o todo junto, muchísimo más de lo que a priori hubiera podido la Europa vieja imaginar.

 

La sinvergonzonería va desde las decenas de millones percibidos por los ejecutivos bancarios antes de despedirse, pasando por el agiotaje, el amiguismo, el nepotismo incesante y las tretas expoliadoras del yerno del rey, hasta los miserables miles de euros arramplados por el miserable presidente del tribunal supremo.

 

Es tan baja la calidad moral de la inmensa mayoría de quienes parten y reparten en este país, que ese desfile de estafadores de lo público a lo largo de estos último 35 años deja en pañales a los logreros de la dictadura franquista y a lo que en otro tiempo aquí mismo llamaron despectivamente república bananera.
——
* Ensayista español.
En www.argenpress.info

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1 comentario
  1. alberto dice

    Si yo tomara ese texto, magníficamente escrito y le cambiara algunas referencias locales (el rey sería Oscar Arias, España sería Costa Rica, no habría dictadura de franco pero si de los neo-liberales, otro par de cosas por ahí…) nos quedaría una descripción letal de la situación social, política y económica de mi pobre país, gobernado por una inútil rodeada de ladrones y regentado (que no es lo mismo) por un orejón con dinero y sin conciencia pero con hermano. Un 10.

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