Estados Unidos: la apuesta marciana detrás del Curiosity

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Comenzarán a usar Marte. No es ficción. Es apenas una aproximación a uno de los proyectos más costosos, alucinante y delirados de la administración Wáshington desde que cambiaron la vieja y cosmológica pregunta de “¿Hay vida en Marte?” por otra más pragmática: “¿Hay recursos en Marte?”.
La respuesta positiva dio origen al Curiosity. | JOSÉ PIMENTEL.*

 

Como suele ocurrir cada vez que hay una moneda fuerte detrás, este caso registra entre los interesados a más de una cara conocida. Quizás aquí nada más representativo que la empresa Halliburton, ligada desde hace años con el ex vicepresidente de los EEUU Dick Cheney. 


 

La revista Petroleum News describió con bastante detalle el Proyecto Prometeo, cuyo primer tramo consiste en desarrollar lanzadores con energía nuclear. Tarea para la que fuera designado coordinador Sean O´Keefe, ex secretario de Marina de Bush (padre) y colaborador de Cheney cuando era Ministro de Defensa.

 

El programa, en boca de éste mismo señor, “merece ser sostenido tanto por los responsables políticos como por los dirigentes industriales». En el fondo, la cosa es sencilla de entender: se trata de la apropiación y control de los recursos naturales ya no fronteras afuera sino planeta afuera. Halliburton sería (de hecho ya empezó a ser) la encargada de desarrollar nuevas tecnologías de exploración del subsuelo.


 

Hay una “cierta preocupación” de la ONU; lo máximo que se le puede sacar últimamente. Y por eso trabaja (a media máquina) en la reglamentación del uso del espacio cósmico; pero va a la zaga de la industria vinculada y del apoyo de la Casa Blanca (con Bush, con Obama, con cualquiera), que no acepta limitaciones para sus probanzas civiles y militares con fines de control político y económico. 


 

Tan sencillo de entender como las palabras de John Lewis, codirector de la NASA/University of Arizona Space Engineering Research Center:
«Es impensable que un país opte por dedicar importantes créditos a la exploración espacial por simple amor a la ciencia. Seamos claros: el Universo rebosa de minerales y de energía», reafirmó para despejar dudas, refiriéndose elípticamente a la búsqueda de oro en los asteroides, magnesio, cobalto y uranio en Marte y Helio-3 en la Luna. Sólo para empezar.


 

El punto es que ya existe una planificación concreta. Vision for 2020 (se puede rastrear en la Federation of American Scientists) aporta respuestas defensivas y ofensivas del uso del espacio controlando el pozo gravitacional Tierra-Luna (del Military Space Forces) y se asegura la delantera en toda explotación que, como confirma el documento del Air Force Space Command, “sólo será posible después de asegurarse el control”.


 

El asunto no es chiste, aunque por momentos lo parezca. Hay universidades de prestigio trabajando a full. Por ejemplo, la McGill de Montreal y la Universidad de Toronto. Ambas, canadienses, vienen haciendo pruebas de la exploración marciana en el Ártico desde hace cinco años.

 

La Universidad de Berkeley (California) estudia las condiciones de presión, clima y composición atmosférica de Marte, en colaboración con la Universidad de Austin (Texas). Todos ellos en fila detrás del Centro Ames de la NASA, inspirador de los taladros que perforarían la superficie roja.


 

Canadá colabora intensamente. Ames aprobó el primer taladro luego de investigar en la Península Fosheim en el Estado canadiense de Nunavut, donde se encuentra la Estación Meteorológica Eureka. Y ahora lo están haciendo en la isla Axel Heiberg, parecida geológicamente a Marte por sus hielos y sistemas hidrotermales activos en el subsuelo.

 

De hecho, con estos elementos —que vienen siendo probados desde hace mucho— en el año 2008 comenzaron con el experimento que desembocó en el Curiosity, amartizado en 2013  (adelantando al mismísimo Bush que habló del 2014).


 

Algunos europeos no quieren quedarse atrás. Por eso, Ames (EEUU) tentó al Centro de Astrobiología de Madrid (España) para practicar con un taladro robótico que realizó su tarea en el contaminado Río Tinto. Los españoles le pusieron Marte al programa y los estadounidenses aceptaron porque lo transformaron en sigla: “Mars Analog Rio Tinto Experiment”. El problema de Europa es que se quedó son fondos.


 

De paso, la NASA aprovechará los dos robots enviados hace tiempo que ya cumplieron su tarea y siguen funcionando como si tal cosa. El Spirit anda circulando por el cráter Gusev y el Opportunity se pasea por el ecuador marciano. Mientras tanto, los rusos siguen sin encontrar el satélite militar-orbital Mozhaets 5; típico ruso. Así como el minúsculo Pathfinder transitó esas sendas, el Global Surveyor cartografió y los “Rovers” (robots) hicieron de geólogos mecánicos.

 

Se siguen probando motores, cohetes, combustibles. Y en caso de necesitarse más fondos, la revista Space News (vocera de la industria afín) no dudó en sugerir que “habría que recortar gastos sociales y eliminar burocracias” (sic).


 

Todo es caro, todo es loco. Porque en paralelo a estos estudios se trabaja también en la manera de “transformar” Marte en algo que se vaya pareciendo de a poco a vieja Tierra. Esta ingeniería planetaria tiene un nombre. Se llama Terraforming, término que alguna vez propusiera Carl Sagan (1961) para aplicar en Venus. El objetivo es generar un ecosistema potable para la vida tal como la conocemos.


 

Eso implicaría una primera etapa, la Ecopoiesis (Robert Haynes, biólogo canadiense), que investigará cómo provocar el efecto en cadena para que un acción vaya llevando a la siguiente. Empieza con elevar la temperatura marciana (-140ºC) para producir algo que en la Tierra fue “todo un éxito”, el calentamiento de la atmósfera. Para ello, nada menos que una división de la Lockheed Martin dirigida por el ingeniero Robert Zubrin que propone “calentar el casquete polar-Sur de Marte” iniciando “naturalmente” (¿?) el proceso a través de la instalación orbital de un espejo solar fijo, versión gigante del ruso Znamya de 25 metros de diámetro.


 

El proceso iría acompañado por la incorporación de clorofuorcarbonados a la atmósfera marciana, otro “logro” concreto y destructor en la nuestra. Sobre esa base, se incorporarían los primeros microorganismos tratados biotecnológicamente para que generen amoníaco y metano (que aumenta aún más el calor) y que tienen formidable capacidad de resistencia.

 

Pegaditas a ellas, llegarían las cianobacterias, cuya fotosíntesis las hace captar dióxido de carbono y liberar oxígeno; en la Tierra, estos microorganismos dominaron la vida millones de años. De ahí a lograr el piso mínimo de presión (hectopascal 7) hay un paso, y ya estaríamos en el umbral de la aparición de algunas plantas “marcianas”. El inicio de una cadena enloquecida, incontrolable quizás, pero que moverá fortunas.


 

Porque, dejémoslo bien en claro: detrás de “tanta ciencia” hay plata. Muchísima plata. Demócrata y republicana, convengamos. A los que la Tierra, parece, ya no les alcanza.
——
En Noticias y protagonistas (www.noticiasyprotagonistas.com).

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