Daniel Guiñazú y David Villalobos, Gustavo Veiga
En su intento por demostrar fortaleza y confiabilidad, la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) ha ido demasiado lejos. Fue una afrenta al fútbol y a los aficionados de Sudamérica haber corrido tanto los límites y haber jugado los partidos del miércoles entre Junior y River y Nacional de Medellín y Nacional de Montevideo por la Copa Libertadores en Colombia y en medio de los operativos represivos realizados en Barranquilla y Pereira, las ciudades sedes de esos juegos.
Daniel Guiñazú – Página12|Estuvo comprometida no sólo la realización misma de los encuentros sino la integridad física de jugadores, cuerpos técnicos, árbitros y oficiales que debieron realizar sus tareas fingiendo normalidad mientras en el aire resonaban tiros y explosiones y los gases lacrimógenos invadían el ambiente de los estadios.
La pelota jamás debió rodar en estas penosas circunstancias. Y el técnico de River, Marcelo Gallardo, no ocultó su fastidio por tener que jugar a pesar de todo. “Era un momento complejo y uno no se puede abstraer de lo que está pasando. No es normal venir a jugar en una situación inestable como la que vive Colombia. No fue normal la previa y se jugó en situaciones muy incómodas, con humo, gases, escuchando estruendos y estallidos.
Fue una situación anormal en todo sentido y no podemos mirar para otro lado», dijo el entrenador quien resultó afectado por los gases lacrimógenos. A ninguno de los cuatro clubes les fue concedido el derecho a aplazar los juegos: el plantel de Nacional de Montevideo, sitiado por los manifestantes a la salida de su hotel en Pereira, amenazó con no presentarse a jugar.
La respuesta de Conmebol fue concluyente: si eso sucediese, el equipo oriental sería desclasificado de esta edición de la Copa y de las cinco posteriores y se le retendría el pago de sus derechos televisivos (tres millones de dólares por jugar sólo la fase de grupos).
Si Conmebol quiso transmitirle a las cadenas televisivas y a sus sponsors, el mensaje de que el fútbol sudamericano es tan poderoso que ni una revuelta social y política como la que vive Colombia puede detenerlo, a través de las pantallas se percibió lo opuesto: un espectáculo lamentable en el que el espíritu deportivo terminó convertido en una farsa. Un gesto desesperado de hombres codiciosos capaces de forzar cualquier límite con tal de que el negocio siga generando dinero.
Haber llevado adelante ambos partidos en medio de ciudades militarizadas fue un acto de bajeza en el que todos quienes estuvieron dentro de los estadios fueron tomados de rehenes por una organización como la Conmebol que cada vez cae más bajo.
Asusta que en estas condiciones quiera llevarse adelante la Copa América dentro de un mes. La pandemia y el dolor que se abate sobre el pueblo colombiano recomendaría dejar de lado su disputa. Pero Conmebol parece dispuesta a todo con tal de seguir haciendo millones.
La idea de su presidente, el paraguayo Alejandro Domínguez, y de las diez asociaciones nacionales es avanzar a sangre y fuego. Y esta frase no es una exageración. Es la descripción de en qué condiciones se está jugando al fútbol hoy en Sudamérica.
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Paro nacional 12 de mayo. Fútbol sin paz
David Villalobos Lascano – Desdeabajo| Como si en Colombia no estuviese pasando absolutamente nada, como sino estuviese en curso una inmensa protesta social, el día 12 de mayo se jugaron dos partidos de la Copa Libertadores, uno en Barranquilla y otro en la ciudad de Pereira, donde Atlético Nacional hizo las veces de local. En pleno día de paro nacional, prolongación de las jornadas de protesta concitadas desde el 28A y que han dejado una estela de muerte y dolor.
A pesar de esa realidad, a pesar del duelo que cubre a decenas de familias, a pesar de la manipulación gubernamental, a pesar de los reclamos de la comunidad internacional, la Conmebol y las autoridades del fútbol colombiano no tuvieron ni el más mínimo pudor y pusieron a rodar el balón.
Pero no pensaban como ellos sectores del activismo social que, atentos a semejante desvergüenza hicieron sentir su protesta tanto en los alrededores de los hoteles donde se alojaron los equipos de fútbol como en las cercanías de los escenarios deportivos, bien en Pereira como en Barranquilla.
Pero allí también se hizo presente el Esmad, represión en mano, disparando su guerra química sin recato, con lo cual, los gases obligaron a detener por momentos la pelota: los trabajadores de la número 5 se ahogaban, incluso Marcelo Gallardo, director técnico del River Plate que enfrentaba al Junior.
Atlético Nacional, que no pudo hacer de local en su ciudad por las cifras de la pandemia, pero sí en Pereira, enfrentó al histórico Club Nacional de Uruguay, equipo que se negó a jugar a toda costa hasta que la Conmebol intervino para obligarlos a cumplir con el compromiso, no obstante, el partido se retrasó y el pitazo que largaba la pelota solo sonó a las 9:00 de la noche.
Aún queda algo de dignidad entre los deportistas. De mala gana el capitán de la escuadra charrúa Gonzalo Bergessio increpó al árbitro central del juego a la hora de realizarse el sorteo de cancha y saque, el cual pretendía que estos ignorarán lo que estaba pasando en las calles y tratarán de llevar a cabo un buen partido. ¿Es posible jugar a la pelota e ignorar lo que sucede en la calle, parecía ser la preocupación de Bergessio, capitán de la escuadra visitante.
Una realidad de la cual se puede sustraer que el árbitro, con mensaje expreso que le llega desde arriba, trata de calmar los ánimos antes de iniciar el juego pues era público que los jugadores orientales no estaban dispuestos a salir a la cancha, pero el poder de la multinacional del fútbol sudamericano, como en este caso lo es la Conmebol, puede más, desconociendo la voluntad de los propios actores materiales del deporte como lo son los futbolistas, quienes no solo son intérpretes de ideas tácticas, sino seres humanos y trabajadores deportivos de alto rendimiento.
“No podemos abstraernos de la realidad”, fue la sentencia del laureado entrenador de River Plate, Marcelo Gallardo quien se refirió en rueda de prensa a que más allá del resultado futbolístico, el partido se llevó a cabo en condiciones totalmente anormales, sugiriendo así que no debió realizarse.
Por su parte Diego Latorre, comentarista argentino para ESPN y exfutbolista, comentó: “Es irrespetuoso hablar de fútbol cuando pasan cosas graves, cosas que importan de verdad”.
Declaraciones que no pasaron desapercibidas pues las palabras del periodista deportivo fueron tendencia en twitter para dejar aún más en evidencia a la división mayor del fútbol profesional colombiano y a la Conmebol, unidas para asegurar sus negocios. Unidad que aún está pendiente entre los trabajadores del fútbol, para de esa manera hacer sentir sus opiniones e intereses, pues permitir este tipo de hechos tan solo opaca al deporte y genera una falsa sensación de que las cosas operan con normalidad.
Un bochorno internacional del cual el periodismo deportivo colombiano fue cómplice, pues mientras la prensa argentina condenaba estos hechos y hacía referencia a la situación de alzamiento social en Colombia, los programas de fútbol locales continuaron como si nada estuviera sucediendo, como si todo fuera normalidad.
Con pequeñas salvedades pues algunos programas dedicaron el arranque de sus emisiones para aludir a la coyuntura social, pero no más, algo superficial y a la ligera, una actuación marcada por conveniencia o por censura, pero que a fin de cuentas los hace cómplices de algo que hoy puede catalogarse como vergüenza internacional, pero que perfectamente pudo ser un desastre pues cosas peores pudieron haber ocurrido, tanto a las delegaciones locales como internacionales.
Tenemos como suma una demostración más de que en Colombia el valor de la vida es relativo, pues los intereses económicos de empresarios privados pueden más que la compleja situación que vive el país.
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La Conmebol y la inmunidad de su rebaño
Detrás de esta historia en la pandemia hay preguntas que quedan picando. ¿Por qué el presidente Luis Lacalle Pou se involucró en la misión sanitaria? ¿Por qué habrían crecido ahora las chances para que la final de la próxima Copa Libertadores se juegue en el estadio Centenario de Montevideo? ¿Por qué no se analizó que la Argentina -una de las sedes de la Copa América- todavía no autorizó por la ANMAT a la vacuna china? O, ¿por qué Alejandro Domínguez, el máximo dirigente de la Conmebol, no recibió el cargamento en Paraguay donde tiene su sede la Confederación Sudamericana?
Lacalle Pou, el secretario de la Presidencia Álvaro Delgado, el secretario de Deportes Sebastián Bauzá y su segundo, Pablo Ferrari, son los que mejor podrían responder a la pregunta del ministro Salinas. Después de que llegaron las 50 mil vacunas de Sinovac a Montevideo se reunieron a cenar en el predio de la Selección uruguaya, La Celeste, ubicado en el departamento de Canelones, con autoridades de la AUF y de la Conmebol. Para Bauzá “lo más importante es lo que se logró para el fútbol y pensar ahora que tenemos la posibilidad de jugar una final”.
A buen entendedor… Se refería a la chance de que el estadio Centenario sea utilizado como escenario de la final de la Copa Libertadores 2021. Todo indica que sería así después del encuentro al que Domínguez, máximo dirigente de la Conmebol, llegó eximido de hacer la cuarentena obligatoria que se le exige a los extranjeros en Uruguay.

En la Argentina la vacuna Sinovac no fue autorizada por la ANMAT. Los 3.800 jugadores y jugadoras que tiene registrados Futbolistas Agremiados (FAA) no podrían aplicársela. “Juegan en 144 clubes, sin contar a los chicos de divisiones inferiores”, según Sergio Marchi, secretario general del sindicato que le dijo a Página12 no tener todavía demasiada información sobre el tema. En otros países hay escasas campañas de vacunación para futbolistas. “Por conversaciones con jugadores de la MLS me enteré que en Estados Unidos los vacunaron antes de empezar el campeonato”, comentó el dirigente. En Turquía los jugadores de la liga local y la selección nacional fueron incluidos en el grupo prioritario para ser vacunados contra la Covid-19. Pero estos casos son minoritarios si se toma el universo del fútbol.
Domínguez se mostró muy complacido con la llegada de las 50 mil vacunas a Montevideo: “El fútbol sudamericano está eternamente agradecido con este gesto y sabremos valorarlo en su justa medida. Siempre lo vamos a llevar en el recuerdo como un hecho histórico, como un hito del fútbol sudamericano”. La Conmebol anunció que una comisión ad hoc con representantes de todas las asociaciones que la componen, tendrá la responsabilidad de instrumentar los aspectos jurídicos, administrativos, técnicos y médicos del proceso de vacunación.
Marcos Velázquez, periodista del ABC Color de Asunción que investiga hace años a la Conmebol le dijo a este diario que “no está mal que se preocupen por los jugadores, pero todo debería ser dentro de los protocolos de cada país. En este caso pareciera que hay un ente supranacional que decide lo que conviene hacer en nuestro continente. Especialmente en Paraguay donde no se ha vacunado ni al 5 por ciento de la población”.

Domínguez aclaró: “no veo viable que se obligue a alguien a recibir la vacuna”. Parece una perogrullada, pero ¿quién entre los futbolistas podría negarse a recibir la vacuna si ésa fuera la condición para disputar la Copa América? El torneo se jugará en Colombia y Argentina entre el 13 de junio y el 10 de julio. La Conmebol con el anuncio de la campaña de vacunación aspira a aventar cualquier sospecha de suspensión del torneo por el avance de la pandemia. Según Gonzalo Belloso, director de Desarrollo de la Confederación, “estamos trabajando con Matías Lammens, el ministro de Deportes y Turismo, para que los jugadores se puedan vacunar en Argentina”.
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