Guatemala: los muertos comen fiambre

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Se llamaba Antonio Ceballos Ortiz. Tenía 54 años de edad y murió irremediablemente cuando dos hombres armados entraron a una cantina donde el compatriota bebía una helada cerveza y lo acribillaron a balazos en el barrio de Tres Cruces, Poptun, en el departamento de Petén, cuna de la civilización maya y donde se respiran los aires del narcotráfico. El día de mi llegada al aeropuerto de La Aurora, Ciudad de Guatemala, velaban su cadáver para horas más tarde darle cristiana sepultura. | AURELIO PEDROSO.*

 

Si la belleza y el clima de este país centroamericano son capaces de seducir al más exigente ciudadano de este mundo, también tienen la particularidad de que en el momento más inesperado la persona tome pasaje sólo de ida para un camposanto o una de sus profundas barrancas o sea secuestrada, extorsionada o asaltada.

 

La capital es hoy por hoy, según fuentes de las Naciones Unidas, la séptima ciudad más peligrosa del mundo, con un índice de homicidios de 106 por cada 100.000 habitantes, pero ella no es una excepción.
De las diez más temidas, siete se localizan en el área centroamericana.

 

Un verdadero reto para el ex general Otto Pérez Molina, actual presidente, cuyo alias electoral fue y es “mano dura” y al cabo de casi un año de gestión ya algunos le critican la ineficiencia ante más que una ola criminal: un auténtico tsunami de sangre inocente en alguna medida.

 

El propio y significativo 1º de noviembre
El Día de los Muertos una lectora del diario Prensa Libre, le escribía al presidente preguntándole: ”¿Cómo es posible que vivamos en una tierra sin ley? No podemos salir ni a la esquina sin temer a ser víctimas de la delincuencia y la violencia. ¿Dónde están sus promesas de mano dura contra la delincuencia?”

 

No pocos cubanos han optado por establecer aquí residencia. Los hay de todos los tipos y clases y no existen datos confiables de cuántos de encuentran en los listados del Registro Nacional de Personas, RENAP, por sus siglas.

 

Viven desde los recién llegados para relevar a los colaboradores de la misión médica, como esas jóvenes oftalmólogas de la clínica cubana en Villanueva, hasta conciudadanos que en el transcurso de 1959 el fantasma del comunismo les hizo preparar maletas y emigrar.
Al margen de una enfermedad letal, de la que nadie logra escapar en cualquier sitio de este planeta, la corrupción, la delincuencia organizada o desorganizada, y el narcotráfico, pueden ser los causantes de primer orden para abandonar la vida.

 

El Día de todos los santos, que se celebra y no conmemora, la población en pleno se volcó a los cementerios con el clásico “fiambre”, un ancestral plato con múltiples ingredientes que se remonta a los orígenes de la colonización española. Allí junto a sus muertos, con aguardiente, flores y hasta mariachis según la billetera, transcurrió toda la jornada de recuerdo para con los fallecidos.
Un plato de fiambre sobre la tumba y el resto para los dolientes, que ya previamente habían dado a la sepultura un colorido un tanto carnavalesco.

 

La prensa en pleno se volcó a la singular conmemoración en la que no faltaron espacios para promover la venta del imprescindible fiambre y anunciar, por demás, que en virtud de estar sobresaturados los cementerios generales, como el de Chimaltenango, por ejemplo, la municipalidad había comprado tiempo atrás uno privado perteneciente a un coreano donde estaban sepultadas sólo tres personas.

 

Entretanto, en la capital, la policía anunciaba condiciones especiales de seguridad vial y personal para los seis cementerios que debían recibir a unos dos millones de personas y advertía a la ciudadanía que extremaran las medidas de seguridad ante la posibilidad de secuestros a niños a los que debían identificar con número de teléfono, dirección y nombre de los padres.

 

Por no dejar a un lado el tema, no faltó la publicación de famosos epitafios. Uno de ellos, el del francés Moliere no tiene desperdicio: “Aquí yace Moliere, el rey de los actores. En estos momentos hace de muerto y de verdad que lo hace bien”.

 

La muerte violenta es tan común que ya casi que los cubanos que viven en Guatemala la van aceptando como acontecimiento de rutina diaria.

 

Tal vez sobre la sepultura de nuestro compatriota Antonio Ceballos, alguien haya colocado el frío plato de fiambre, una comida que por mucho que pase el tiempo, los isleños no se acostumbran a ella.
——
* Periodista.
En http://progreso-semanal.com
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