Hacia un nuevo Yalta, buscando la paz en el siglo XXI

“Es la geopolítica, estúpido”

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Las guerras no terminan, los seres humanos continúan matándose tal como lo han hecho desde hace siglos, mientras que la fuerza y el poder de pocos determinan el destino de muchos.

En la actualidad tenemos en curso un genocidio en Gaza que lleva adelante el gobierno israelí, tres años de la guerra de agresión de Rusia en Ucrania, el enfrentamiento directo entre Israel e Irán, un nuevo choque en el Punjab entre India y Pakistán, los bombardeos de Estados Unidos a las centrales nucleares iraníes, los ataques en Yemen, Siria y otros que ya no atraen la atención de la prensa internacional.

En todos estos conflictos, el derecho internacional y las normas de Naciones Unidas han sido pisoteadas. Estamos ante un escenario de inseguridad e incertidumbre que afecta la estabilidad, el desarrollo y la cooperación.

Pocos meses antes del término de la Segunda Guerra Mundial, en febrero de 1945 se reunieron durante una semana en Yalta, Crimea, entonces Unión Soviética, los tres principales lideres mundiales que diseñaron el Orden Internacional que nacería con la Carta de Naciones Unidas y que nos rige hasta ahora: el presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, el jefe de gobierno británico, Winston Churchill y Josep Stalin, secretario general del Partido Comunista soviético.

La Conferencia de Yalta, el inicio de la Guerra FríaPrevio a Yalta, desde la primera reunión en Moscú, en 1942, los lideres se habían encontrado en Casablanca, El Cairo y Teherán para seguir el curso de la guerra y esbozar el mundo que surgiría una vez terminado el conflicto. Una vez rendida Alemania, se volvieron a reunir por última vez en Potsdam, anunciando lo que se vendría: la Guerra Fría.

Francia, con el general Charles de Gaulle, hizo lo posible por ser convidado, a todas las reuniones, pero no se lo permitieron. En Yalta se había producido el reparto definitivo de Alemania, Polonia y todo el este europeo que quedó en manos soviéticas quienes no iban a cumplir los compromisos en torno a elecciones libres y democráticas en los países liberados por el Ejército Rojo.

Las posiciones conjuntas que previamente habían acordado Roosevelt y Churchill no lograron imponerse debido a que las tropas soviéticas estaban a pocos días de tomar Berlín. El sueño de Churchill de mantener sus colonias, en especial la India o el canal de Suez, no se sostuvieron y se vendría en pocos años la descolonización por un lado y la cortina de acero que cayó en el este europeo.

¿Quiénes son hoy los líderes que podrían intentar reducir los principales conflictos y tensiones que permitan diseñar un periodo relativo de paz, seguridad y esbozar un nuevo Orden Mundial? Sin duda que son nuevamente tres: el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quien por segunda vez gobierna el país que es hoy la principal fuerza militar, económica, tecnológica y cultural del mundo. Su reciente demostración de fuerza en Irán ha dejado las cosas claras.

El líder chino, Xi Jinping, quien desde hace 12 años dirige a la segunda potencia mundial, con más 1.4 mil millones de habitantes sin involucrarse directamente en ningún conflicto bélico y reiterando el llamado a mantener la paz. El tercero es el presidente ruso, Vladimir Putin, quien desde 2012 gobierna la nación más extensa del planeta, su país lleva una guerra hace tres años y Europa teme que se extienda a otros países.

Es cierto que las condiciones de hoy son totalmente diferentes a las del año 1945 y que hay otros actores que desearían ser parte de una eventual negociación, como la India o la Unión Europea, pero ello parece difícil. ¿Qué se debería negociar? Acuerdos razonables en el Medio Oriente asegurando la creación de un Estado palestino garantizando la seguridad e intereses de Israel, el Líbano, Siria y Yemen, entre otros.

Asimismo, considerar los de potencias regionales como Turquía, Irán y Arabia Saudita. Intentar resolver el tema de Taiwán, irrenunciable para China como muy bien lo sabe Estados Unidos, y que continúa siendo un foco de tensión. Entre antes se resuelva, mejor para la seguridad en Asia. Intentar ir a las causas de la inmigración que amenaza la estabilidad de algunos países, con programas colectivos y supervisados de cooperación y uso de recursos especialmente en África.

Detener la guerra en Ucrania, que es otro tema complejo y donde Putin ha encontrado un aliado en el presidente Trump, quien, como lo dijeran Henry Kissinger y George Kennan, hace unos años, pareciera coincidir en que era innecesario extender las bases de la OTAN a las fronteras de Rusia. Putin ha demostrado no tener intención de frenar la guerra con OTAN-Ucrania. Se puede dar por descontado que no se retirará de Crimea ni de los territorios que ya ocupa.

Curiosamente Trump parece entenderlo mejor que sus aliados europeos asumiendo que el Mar Negro es la salida natural al Mediterráneo de Rusia por donde fluye un porcentaje importante de la producción de granos, fertilizantes y petróleo, junto a ser Sebastopol el puerto de una parte de su flota. Al parecer Putin ha convencido al mandatario estadounidense que no aceptará que Ucrania se incorpore a la OTAN.

Sería un cuarto país ribereño en el Mar Negro junto a Rumania, Bulgaria y Turquía que rodean a Rusia con bases militares de la Alianza Atlántica. Como dirían los especialistas en geopolítica: hay que conocer la historia, mirar los mapas y las fuentes de recursos naturales. 

Catalina la Grande ocupó Crimea en 1783, quitándosela al imperio otomano. Rusia fue vencida en la Guerra de Crimea (1853-1856) contra una coalición liderada por Inglaterra dirigida por Lord Palmerston que impidieron que se apoderara de Estambul y del estratégico paso de los Dardanelos que hasta hoy controla Turquía, lo que amenazaba el dominio comercial de los mares de los ingleses. Una clase magistral sobre el interés nacional nos legó Palmerston cuando señaló que Inglaterra “no tiene aliados eternos ni enemigos perpetuos. Nuestros intereses son eternos y perpetuos y nuestro deber es vigilarlos”, señaló.

Por tanto, parece ser la geopolítica la que hoy se impone en el juego de intereses de las grandes potencias, “es la geopolítica, estúpido”, diríamos en lenguaje del siglo XXI. Estados Unidos o el presidente Trump ha logrado lo que parecía imposible hace unos meses: subir del 2 al 5% del PIB el gasto en defensa de los miembros de la OTAN.

Es la geopolítica, estúpido
Es la geopolítica, estúpido

Es un éxito personal del presidente. Con ello ha asegurado el mercado de estos países que comprarán armas estadounidenses debido a que la industria europea es incapaz de satisfacer una demanda de esa magnitud. Trump se ha negado recientemente a reafirmar el artículo quinto del tratado de la OTAN que indica que un ataque a uno de sus miembros es un ataque a todos.

Es decir, eventualmente Estados Unidos no asumiría la defensa de los europeos ante un ataque por lo que estarán obligados a armarse. En otras palabras, más vale que los europeos se sienten a negociar con Rusia para asegurar la independencia de los estados bálticos y de Polonia.

Un nuevo diseño del Orden Mundial debiera descomprimir los principales focos de tensiones y asegurar un período de paz en las áreas más sensibles en la actualidad. China podría verse recompensada con Taiwán y otras islas en el Mar de la China, que más temprano que tarde obtendrán. Rusia, que seguramente ambiciona Kiev por razones históricas-culturales –argumentarán- tendrá que convencer al presidente Trump para lograrlo, pero luego de todo lo que presenciamos cada día, nada parece imposible.

Estados Unidos, que considera a Israel como un estado más de la Unión, buscará que crezca su influencia en el nuevo diseño del Medio Oriente. Se intentará desnuclearizar o suspender por un tiempo al menos a Irán y sus pretensiones de potencia atómica. Washington, además, buscará reformular las normas del comercio internacional o hará de las asimetrías arancelarias una norma para disminuir su déficit comercial. Por de pronto ya tiene asegurado los trillones de dólares en venta de armas a sus aliados.

Europa deberá trabajar muy duro si desea ser una fuerza militar respetada o continuará siendo un actor secundario en esta historia debido a sus múltiples desencuentros y diferencias políticas entre sus países. Ni para Trump ni Putin pareciera la Unión Europea ser un actor relevante y los chinos, solo observan.

La pregunta que está en el aire es si se podrá reformular el sistema de Naciones Unidas y sobre todo la composición del Consejo de Seguridad y sus funciones que hoy marca una triste figura, sin papel alguno de su secretario general. La falta de gobernanza global hace muy difícil el cumplimiento de metas para frenar de verdad el cambio climático, proteger los océanos y desarrollar masivamente las fuentes de energías renovables.

Asimismo, las guerras en curso han demostrado la ineficacia del derecho internacional que parece hundirse cada vez que Estados Unidos, Rusia u otra potencia decide pasar por sobre las normas establecidas al momento de la fundación de Naciones Unidas, organi

smo que celebra un triste octogésimo aniversario. Entre antes se reúnan los grandes líderes podremos intentar esbozar un período que garantice la paz y entregue seguridad a las nuevas generaciones que deben vivir en un mundo diseñado con la lógica de poder del siglo XX.

* Embajador, economista de la Universidad de Zagreb, Croacia, y Máster en Ciencia Política de la Universidad Católica de Chile. Ex Subdirector de asuntos estratégicos de la Universidad de Chile y ex Subsecretario de Defensa.

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