Iglesia Católica: de malas intenciones está pavimentado el camino al infierno

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«Sobre esta piedra construiré mi Iglesia…» Las mareas del tiempo cambian el perfil de las piedras; firmes rocas se convierten en canto rodado, vienen los vientos. Los hijos descubren que la madre hierática goza orgasmos, tiene secretos. Y sobre los altares predican reformadores. Uno de ellos, contemporáneo, el sacerdote Roy Bourgeois de la Orden Misionera Maryknoll, fue expulsado de la Iglesia romana. | RIVERA WESTERBERG.

 

El lunes 19 de noviembre de este 2012 se le comunicó al sacerdote Roy Bourgeois la sentencia de excomulgación de la Iglesia Católica por decisión de la Congregación Vaticana para la Doctrina de la Fe; la razón esgrimida es su decisión de no retractarse por su apoyo a la ordenación de mujeres como sacerdotes.

 

No es fácil —nada es fácil en la enmarañada moral codificada y legislación eclesiástica católica romana— explicar de buenas a primeras la excomunión; pero es posible decir que constituye una sanción de tipo, diríamos, salutífera para la vida de la Iglesia; consiste en la prohibición de ejercer determinados derechos y deberes, confirmando la exclusión (casi) total de los bienes espirituales de la Iglesia; se establece para castigar ejemplarizadoramente delitos muy graves.

 

(Delitos graves, tómese nota; no se conocen casos de curas paidófilos excomulgados por serlo; tampoco de dictadores y otros asesinos; ni de los que robaron bebés en la Argentina ni de los que los mataron en el vientre de sus madres en Chile; ¿acaso los mercenarios [al servicio de] en África, Iraq, Siria, Afganistán —y antes en Líbano o Yugoslavia— son los nuevos cruzados?).

 

Los espejos del tiempo

Lejos en el pasado caminaron, bebieron, cantaron y se atrevieron a desenmascarar el amor bajo los hábitos los goliardos; era la Europa de los siglos XII y XIII que se hacía al otro lado de los fosos castelares, en las aldeas, y camino a Jerusalén con la cruz entre las manos y la muerte en las alforjas; casi un anticipo popular al barroco que comenzaba su lento cocinarse de cuatro siglos en algunas ciudades de la península italiana.

 

El medievo fue oscuro, sí, en el peñón asiático que se abre hacia la mar del Oeste entre la fría Escandinavia y los olivares de España; no todo era oscuridad, sin embargo, la historia abre pasos; que se nos perdone la dudosa metáfora, pero como sucede con los espermatozides al fondo de la vagina se entablaba la lucha por atravesar la pared que conduciría al parto de nuevos mundos.

 

Los cantos del tríptico al que pertenece Cármina Burana en la estructura de Carl Orff ilustran esa desesperadamente gozosa transición que aguarda, y son tal vez —dentro de los límites de Europa— la primera manifestación de lo que hoy llamamos globalización, como que se cantaban en latín vulgar —lingua franca de la época— tanto como en lo que posteriormente serían alemán, y francés.

 

Los desnudos coros femeninos y masculinos de Catulli Cármina no dejan en materia de sexualidad nada al azar; reflejan que no se puede esconder en las espaciosas bibliotecas y refectorios conventuales el ejercicio pleno de la vida; dicen que lo obsceno es una categoría temporal condenada a deshacer se como las grandes composiciones rocosas expuestas a los elementos de la naturaleza.

 

Orff suma a las dos recopilaciones El triunfo de Afrodita, estrenada en 1951 y escrita mientras cañones, ametralladoras, hornos y aviones masacraban por igual a combatientes y durmientes. Conviene entonces considerar que si el amor se expresa en el quejido de los amantes entregados, esa entrega no sería posible si detrás no operaran las misteriosas pulsiones de nuestra creativa/destructiva especie. Quizá pueda pensarse en el amor como una guerra de poder, batallas que fatalmente culminan en la desnudez y los «ojos volados».

 

Los delitos de Burgeois
Empero, así como el amor sexual es el triunfo de la carne que se entrega para ser victoriosamente derrotada, hay otro amor que lo contiene cuyo nombre es igualdad; se ama la diferencia que iguala, no se puede amar lo segregado, lo que es distinto.

 

«Como católicos, profesamos que Dios creó a los hombres y mujeres de igual valor y dignidad. Como sacerdotes, profesamos que la llamada al sacerdocio proviene de Dios, sólo de Dios. ¿Cómo podemos nosotros, como hombres, decir que la llamada de Dios que recibimos nosotros es auténtica, pero la llamada de Dios a la mujer no lo es?»

 

El sacerdote Roy Bourgeois, candidato al Premio Nobel de la Paz el 2009, es el fundador del movimiento por el cierre de la Escuela de las Américas, organización que él fundó como consecuencia del asesinato de los padres jesuitas de la UCA y dos mujeres hecho sucedido en El Salvador el 16 de noviembre de 1989.

 

Roy Bourgeois ha dedicado su vida a la causa de la justicia y la paz de los pueblos de América Latina y por lo tanto es un ejemplo a imitar por muchos otros cristianos, hombres y mujeres de las iglesias, que caminan al lado de su pueblo, y no de los poderosos, por un mundo con justicia social; no siempre el camino de la jerarquía eclesial.

 

Piensa el excomulgado:
«La exclusión de las mujeres del sacerdocio es una grave injusticia contra las mujeres y contra nuestra Iglesia ya que nuestro Dios es un Dios de amor que llama a hombres y mujeres a ser sacerdotes».

 

Y suma:
«Frente a una injusticia, el silencio es la voz de la complicidad. Mi conciencia me obligó a romper mi silencio y enfrentar el pecado del sexismo en mi Iglesia. Lo único que lamento es que me tomó tanto tiempo para tomar una posición de cuestionar el poder y la dominación masculina en la Iglesia Católica».

 

– En la agencia de informaciones cristiana Adital, aquí, más información y enlaces)
– En La Stampa, en italiano, un artículo breve sobre el sacerdote aquí.
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La imagen de apertura corresponde a un cuadro de Mónica Caracci.

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1 comentario
  1. Antonio Ropero Muñoz dice

    En mis tiempos de catequista de confirmación estudiaba con mi grupo como en el momento del bautismo, a todos y todas los bautizados nos signaban con la frase de que a partir de entonces éramos consagrados como sacerdote, profeta y rey. No recuerdo, porque no es así, que se hiciera o utilizara una fórmulación distinta para los varones que para las hembras; para todo/as las misma fórmula. Todos los bautizados somos SACERDOTES, PROFETAS Y REYES.

    Hace ya tiempo, cuando se inició el proceso que ha culminado con la excomunión del padre Bourgeois, firmé un escrito promovido desde Atrio solidarizándome con él. No tenía mucha confianza en que se consiguiera algo con las firmas pero me agarré al clavo ardiendo de la posibilidad de que desde la Institución se tuviera la mentalidad suficientemente abierta para cerrar el procedimiento. Me equivoqué o acerté en mis recelos.

    Mujeres, hombres, os emplazo a que en los Evangelios encontréis algún texto en que se inhabilite a la mujer como transmisora de la Palabra en igualdad con los hombres. ¿No seguían a Jesús igual que los hombres ? ¿No estaban a los pies de la Cruz en el Calvario? ¿Despreció Jesús a la samaritana o a María Magdalena o a Marta y María? NO

    Ahora nos encontramos, siguiendo la más rancia tradición oriental de considerar a la mujer como inferior, con que cuando alguien se atreve a pensar y sugerir que todos los seres humanos somos iguales en dignidad y derechos, … también en la Iglesia Católica, se le excomulga y expulsa de su comunidad. ¡Ya está bien!.

    Que duro se nos hace a muchos pensar en la Iglesia -Madre y no madrastra a la vista de las actuaciones y decisiones que se toman desde las máximas jerarquías de la Iglesia.
    Un personaje de una obra de teatro dice a una madre que somete y domina a sus hijas: “La autoridad de madre, en su alto concepto, no la tiene, no la puede tener. ¡Usted misma se ha encargado de perderla! Ahora usted manda, pero no convence. Inspira temor, pero no respeto. ¡Su autoridad es de esas a las que se obedece en todo lo que se ve y cuando está presente! ¡NO ES LA SANTA AUTORIDAD DE MADRE A LA QUE POR EL PLACER DE OBEDECERLE SE LA OBEDECE SIEMPRE!”

    Creo que la situación es muy similar y los sentimientos de muchos cristianos también.
    Antonio Ropero

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