Inmunidad de rebaño o prioridad de mercado
Cuando su director general declaró la emergencia pública internacional por el brote de coronavirus el 30 de enero del 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) hizo varias recomendaciones. No eran consejos vinculantes, pero si políticamente significativos.
Sin embargo, y a pesar de que el reglamento es legalmente vinculante no existen mecanismos de aplicación por los cuales la OMS pueda ejercer presión para que un país cumpla con los requisitos. Algunos tienden a “olvidar” que el verdadero alcance de la OMS no es más ni menos que el de un organismo intergubernamental de asesoramiento, que actúa en simbiosis con los Estados miembros.
Por lo tanto, su rol se limita a recomendar a los países sobre qué hacer para mejorar la salud de sus ciudadanos y qué medidas tomar para prevenir el brote de enfermedades. Pero, paradojalmente, no puede hacer cumplir esas mismas recomendaciones, ya que no tiene la capacidad de obligar o sancionar a sus miembros.
La OMS tiene por cometido ejercer liderazgo en materia de salud en el mundo ayudando a definir los planes de investigación en el campo de la salud, establecer normas y pautas para formular políticas basadas en datos probatorios, además de proporcionar asistencia técnica a los Estados Miembros y vigilar de cerca y evaluar las tendencias epidemiológicas.
Desde su aparición, el virus SARS-COV2- ha seguido evolucionando y la OMS ha designado cinco variantes como preocupantes: Alfa, Beta, Gamma, Delta y Ómicron.
En una reciente rueda de prensa el director de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, consideró que es «prematuro» declarar una victoria contra el Covid-19 y abandonar el empeño de detener la transmisión del virus. «Es prematuro que cualquier país capitule o se declare victorioso», dijo el responsable de la OMS, preocupado ante el aumento del número de muertes en la mayoría de las regiones del planeta.
Su llamado a la prudencia se produce en un momento en el cual algunos países occidentales buscan volver a la normalidad, levantando las restricciones -pese a registrar aún récords de casos de Covid-19- estimando que la amplia cobertura de las vacunas y la menor gravedad del cuadro que produce la variante Ómicron lo permite.
No obstante el máximo dirigente de la OMS, dejó en claro que «más transmisión implica más muertes». Y sostuvo que “estamos preocupados por el hecho de que se haya instalado un relato en ciertos países de que gracias a las vacunas y debido a la alta contagiosidad de Ómicron y de su menor gravedad, no es posible prevenir el contagio. Esto no puede estar más lejos de la verdad», afirmó el doctor Tedros, subrayando el virus es «peligroso», un mensaje que repite incesamente desde que apareció esta variante.
“No le pedimos a los países que reinstauren los confinamientos, pero los llamamos a proteger a su población usando todos los medios disponibles y no solamente las vacunas», indicó el alto cargo de la OMS. Señaló que el virus seguirá evolucionando, por lo que llamó a los países a seguir efectuando pruebas, monitoreo y secuenciación. «No podemos combatir este virus si no sabemos lo que está haciendo», afirmó. Frente a la evolución del virus «quizás las vacunas también deberán evolucionar», sentenció.
Desde setiembre 2021, la OMS estableció el Grupo Asesor Técnico sobre la Composición de las Vacunas contra la Covid-19 (TAG-CO-VAC). Este grupo multidisciplinario de 18 expertos revisa y evalúa las implicaciones para la salud pública de los COV emergentes en el rendimiento de las vacuna contra la enfermedad.
Estos expertos están considerando y recomendando la composición de la cepa de las vacunas Covid-19 y alienta a los desarrolladores de vacunas a recopilar datos a pequeña escala sobre la amplitud y magnitud de la repuesta inmune para las vacunas monovalentes y multivalentes contra los COV.
Entre la inmunidad de rebaño… o la prioridad del mercado
La realidad es que la crisis sanitaria desató la paralización casi total de la maquinaria productiva del capitalismo global, el sistema politico-dominante de nuestra época, que en su forma neoliberal se fundamenta en dar prioridad absoluta al mercado en la organización de la vida social.
El dinero es la medida más utilizada para calcular el éxito y el indicador principal de competencia y valor, el gran denominador común mediante el cual se comparan y miden todas las cosas. De esta manera, la salud ya no se concibe como un derecho humano, tal como se declara en la constitución de la OMS, sino como una mercancía o, en el mejor de los casos como un aporte a la productividad, como ya lo determinaba el Informe de la OMS del 2001 denominado “Invirtiendo en la Salud para el Desarrollo Económico”.
En la actualidad, casi toda la labor sanitaria internacional se organiza a través de asociaciones entre el sector público y el privado, que representan otro mecanismo más de extracción de la riqueza (del 99% al 1% más rico) aprovechándose del sector público para obtener beneficios privados.
La politización con fines geopolíticos es de mal augurio. Los países más poderosos del mundo exigen a la OMS que siga sus respectivos intereses soberanos por razones que poco tienen que ver con la salud mundial.
Sin dudas la OMS se encuentra en esa situación a pesar de su liderazgo en materia de salud mundial, más por su capacidades científicas, médicas y de salud pública que por su autoridad para desafiar políticamente a los Estados. Y en este marco, a pesar de las recomendaciones del organismo, creemos que los dados ya están echados: las compuertas del consumo masivo erradicarán el virus.
*Periodista uruguayo acreditado en la ONU-Ginebra. Analista Asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)