Iván Giroud: El Festival de Cine de la Habana surgió para descolonizar las pantallas

El pretexto de la memoria. Una historia del Festival de Cine de La Habana, de Iván Giroud, es un libro que fascina. Lejos de todo desapasionamiento y falso tinte profesional, en ciertas ocasiones el periodista tiene que intentar trasmitir su propia experiencia sensible e intelectual.

Giroud fue director del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana entre 1994 y 2010 y a partir de 2013 es el presidente del mismo. Según escribe en el prólogo, escribió el libro porque quiere “dejar testimonio per­sonal de una experiencia cultural que me trasciende y que ha marcado a varias generaciones de cubanos y también a cineas­tas de Latinoamérica y del mundo”. En su texto queda claro que la historia política de Cuba, el período especial, la situación del cine y la industria en su país, la evolución de la cinematografía regional y el modo como se organiza un festival de esta dimensión no son hechos estancos, sino parte de una misma realidad.Resultado de imagen para ivan giroud

Giroud agregó que “El último día de febrero de 2011 entró un correo electrónico en mi teléfono, me informaba—sin mucha ceremonia—que quedaba fuera de la dirección del Festival. Ese fue el detonante para escribir.”

 

Con un lenguaje claro, sintético y sensible cuenta su historia personal; su relación con los hombres que fundaron el cine en medio de la revolución cubana y con grandes nombres del cine del mundo; la historia del Festival, el más importante evento del cine de América Latina y el Caribe; la historia de Cuba desde los rincones del trabajo público –con las tensiones políticas que esto supone-; lo que el arte, como forma crítica, tensa en esa escena política; las formas que el talento humano operó durante el “período especial”. Pero al mismo tiempo recorre 30 años del cine latinoamericano; repone grandes nombres del cine mundial que visitaron La Habana; da cuenta de la relación de la cultura de nuestra región y las agencias de los países de Europa y deja algunos perfiles muy cercanos de los grandes nombres del cine cubano. Todo ello acompañado de las anécdotas de las peripecias que ocurren en la trastienda de un festival y que los asistentes a las proyecciones nunca vemos.

Giroud llegó en 1988 al ICAIC – Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos-, un lugar que según sus palabras era una suerte de isla dentro de la isla, a la que muchos jóvenes deseaban acceder. A partir de 1994 queda a cargo de la dirección artística del Festival de Cine de La Habana.

Nodal Cultura dialogó con Iván Giroud a propósito de su libro. Así nos habló sobre el libro, sus causas y azares; el modo en que la historia de Cuba se entrama con los recorridos de la cultura en los últimos 50 años; cómo el Festival fundó su propia tradición; la identidad del cine de América Latina y el Caribe y los desafíos que impone el presente de nuevas formas de producción y plataformas audiovisuales emergentes.

-Organiza el libro a partir de las ediciones del Festival. Un capítulo por edición desde 1988 hasta 2010. Pero el relato excede los hechos de cada año ¿Cómo surge esta propuesta de narración?

-Al decidir contar una historia del Festival desde mi perspectiva, única y personal, quise ayudar al lector con una serie de coordenadas políticas, históricas, sociales, culturales para que se pudiera manejar con una mejor orientación por dentro del texto. Es una trama en la que todo se mezcla como en la vida misma. Intento hacer un relato transversal, pretendiendo con ello movilizar en el lector sus propias vivencias.

-Quien conoce el Festival de la Habana puede dar cuenta de dos condiciones especiales del mismo: lo popular entre el público habanero y su condición de lugar de encuentro entre cineastas y cinéfilos de todo el mundo ¿qué nos puede contar sobre cómo evolucionó en los 30 años de los que fue parte?

-El Festival, para permanecer, ha tenido que evolucionar perennemente, en respuesta a múltiples razones de diferente carácter, razones políticas, razones económicas, razones tecnológicas, la desaparición paulatina de los cines de barrio, el surgimiento del video y de los subsiguientes soportes tecnológicos (DVD, Blu-ray), el tránsito del analógico al digital, las nuevas plataformas de consumo. Resultado de imagen para ivan giroud

Todo se ha transformado, mientras, el Festival no ha renunciado a ninguno de los objetivos estratégicos que le dieron origen, estos siguen vigentes: Promover el encuentro regular de los cineastas de América Latina que con su obra enriquecen la cultura artística de nuestros países; contribuir a la difusión y circulación internacional de las principales y más significativas obras y formar un público para nuestro cine. Hoy el público tiene mucho más opciones para ver cine, pero revela una mayor desorientación. Somos tan necesarios, o quizás más, que cuando surgíamos.

-Leyendo su relato cronológico se ve que los avatares del cine de nuestra región ¿Cuál es, luego de la 40° edición, la relación entre el Festival y el cine latinoamericano y caribeño?

-Hacemos un festival grande apoyado en los muy valiosos recursos humanos, y creo que ahí está el secreto: convicción en el proyecto, sensibilidad política y pasión por el cine y la cultura en general, sentido de pertenencia.
Carecemos de recursos suficientes para asumir los gastos de todos cuantos quisiéramos invitar (directores, actores, críticos, gente de industria), apenas podemos ofrecerle lo indispensable para renovar los contactos y el encuentro, nada de premios en metálico como ya se estila en otros eventos, no obstante, aún mantenemos una altísima capacidad de convocatoria y nuestro público sensible y exigente, sigue esperando este Festival como la gran fiesta del año.

En la presentación de la 39° edición del Festival hizo dos referencias que me resultaron muy interesantes y claves para pensar el futuro del Festival: cuál es (o cuáles son) la(s) identidad(es) del cine latinoamericano y cómo deberán relacionarse con las nuevas tecnologías y plataformas.

-No hay una identidad latinoamericana. Las identidades son múltiples, tantas como lo son nuestros pueblos y culturas. Es muy importante el concepto de identidad en tanto que es un elemento cohesionador de cualquier grupo social. La identidad es un concepto que evoluciona, se transforma y redefine. El Festival tiene la obligación ética de revelar todas esas discusiones, tiene que ser espejo de su época.

Sobre el cómo vamos a dialogar e interactuar ante el desconcierto que nos generan las nuevas tecnologías de la comunicación es una realidad que está ahí y que no solo no podemos obviar sino que tenemos que tener en cuenta. No hay modo de evadir y menos intentar obstaculizar. Hay que ser proactivos. Cuando pronunciaba aquellas palabras que mencionas, aún no habíamos presenciado el gran debate que se ha generado este año con Roma, el filme de Alfonso Cuarón, que produjo Netflix. No podemos seguir de espaldas a esa realidad, no podemos obviar que el cine es también una industria y que su historia también se puede contar siguiendo el incesante y continuo cambio de su desarrollo tecnológico.

-Omar Valiño, crítico y curador del Festival de Teatro de La Habana habló sobre cómo el Festival de cine fundó una tradición en poco tiempo ¿Cómo definiría usted esa tradición?

-Antes que Festival, fue un movimiento, el movimiento del Nuevo Cine Latinoamericano, y el Festival es su resultado. Con esto, qué quiero decir: que cuando surgió ya estaba todo pensado. El Festival tenía ya una columna vertebral, una coherencia, un propósito y unos objetivos estratégicos definidos. El Festival surge para generar todo tipo de alianzas para potenciar y desarrollar el cine latinoamericano, descolonizar las pantallas. Lo esencial: devolverle a nuestros países su imagen a través del cine.

-¿Qué reflexión le merecen los 60 años del ICAIC?
-En mi libro lo he dicho, el ICAIC, más que un lugar, era casi un país. Fue fundado por artistas, por creadores, por Alfredo Guevara, Tomas Gutiérrez-Alea y Julio García Espinosa, a quienes muy pronto se les sumó Santiago Álvarez. La ley que creo el ICAIC, la número 169 del nuevo gobierno revolucionario, la primera en el campo de la cultura, en marzo de 1959, definía en su primer Por cuanto: El cine es un arte. Y de eso se trataba. Al tener establecida esta premisa, a partir de ella se desató todo.

A 60 años de creado, con sus grandes aciertos y con sus desaciertos, se hace imprescindible repensar un nuevo ICAIC, para un nuevo cine cubano. Y en eso andan los cineastas cubanos. Estoy convencido de que bien pronto lo van a conseguir.

 

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