JUEGOS LITERARIOS: CARTAS DE AMOR

Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Algunos de los libros más importantes se escribieron como si fuesen cruce de cartas, epistolarios de fantasía –a veces fantásticos– que el nervioso apuro por no ir a ninguna parte propio del siglo XX amenazó con liquidar. Contibuyeron a su decadencia los servicios de correo ineficientes –que la privatización no mejoró, sino encareció– el abandono de las clases de caligrafía en la escuela primaria y el analfabetismo por desuso que ya a mediados del período enterraba amargamente la consigna «gobernar es educar».

El correo electrónico comienza, a su modo, a reivindicar la vieja costumbre de la comunicación escrita, pero acotada por la falsa necesidad de ser breve, del escribir sintético a que nos acostumbran educadores y la prensa diaria; el e-mail, y no es culpa de los ordenadores, suele parecer un galimatías que consigna sensaciones, deseos primarios, invitaciones a realizar actos concretos, chistes en clave sólo para los que «están en el asunto», obscenos intentos de vender cualquier cosa y, porque no siempre todo es negativo, incitaciones a protestar contra esto y aquello.

Bien pueden, además, la influencia maligna de la televisión –que al desnudar expresiones, culos, mamas, vientres, no permite focalizar y añorar el deseo, la gana urgente de descubrir junto con la piel lo que es más que ésta– y aquella no menos terrible derivada de la formación que brindan profesoras y profesores agotados por la sobreexplotación –creyentes ellos mismos en una «ciencia» opuesta y superior al «humanismo» y por tanto con un caudal pequeñísimo de lecturas a su haber– conspirar para los más jóvenes incluso empobrezcan el correo electrónico al enviarse mensajes vía la pantalla de sus celulares: palabras cortadas, abreviaciones ininteligibles, signos que sólo ellos comprenden.

La carta de amor, así, se agazapa, se oculta, espera el milagro de la palabra precisa –justa porque no lo dice todo, sino porque insinúa, prepara, incita al acto que la completará– o aguarda, quién sabe, una mínima ampliación del vocabulario que permita, como siempre lo hizo, una mentira, piadosa, que diga la verdad de las ansias –y que ojalá no sea con facilidad comprendida por el terecero o la tercera habitual de toda relación amorosa–.

Cartas para lectores, no para enamorados

Existe en España un portal literario llamado Escuela de escritores (www.escueladeescritores.com) que ha convocado, por quinta vez, a un concurso de cartas de amor. Establece la convocatoria:

«Porque ya está bien de repetir siempre las mismas bobadas cuando hablamos de amor, porque no es obligatorio ponerse cursi y dulzón, porque siendo el amor una emoción intensa y verdadera no hay derecho a que acabe casi siempre en un montón de líneas recargadas de tópicos y frases hechas, porque el amor merece mejor suerte la Escuela de Escritores presenta la quinta convocatoria del Concurso Antonio Villalba de Cartas de Amor».

El llamado se justifica porque «uno de los rasgos que distinguen a un buen escritor de uno mediocre es su capacidad para expresar sentimientos sin acudir a los tópicos ya mil veces dichos y a las generalidades vacías de la menor emoción verdadera. Y, por supuesto, sin refugiarse en una frialdad artificiosa que tantas veces se quiere camuflar como un recurso de estilo.

«Y es que hablar de amor es muy difícil. Ni cursi, ni tópico, ni frío, ni demasiado general, después de tanto como se ha dicho ya del amor parece casi imposible decir algo nuevo, original, verdadero».

El 14 de febrero sabremos cuántos y cuántas valientes finjieron o en realidad escribieron una carta de amor intentando que el jurado y otros eventuales lectores crean que finjieron.

Es una pena la fecha en que se develan los textos: es el «día de los enamorados» según versión de Hollywood y de millares o decenas de millares de comercios varios, en especial hoteles para parejas, restoranes y florerías. Una pena porque, ¿madres, padres, tías, tíos, abuelas, abuelos, hermanas, hermanos, amigos y amigas, en fin, no merecen una carta de amor?

En rigor –y pueden tomar nota los intereados, que habrá de seguro una sexta edición del concurso– los organiaadores establecen que las cartas pueden referirse al amor «en todas sus variantes y sucedáneos: verdadero, platónico, enamoramiento, desamor, pasión, odio, enganche, posesión, celos, deseo, sexo…

«Por otra parte, la carta puede estar dirigida a cualquier destinatario: un personaje imaginario, sí, pero también tu esposa, tu amante, el Dalai Lama, tu ex marido, los regates de David Beckham, la Cibeles, el novio de Jesús Vázquez, Fernando Alonso, tu sombra, Carod Rovira, el mostacho de tu jefe, la marcha Radetzsky, Frodo Bolson o la virgen negra de Czestochowa».

El premio consultado es de 300 euros. Cosas de la modernidad.

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