La alimentación como instrumento de dominación

Miguel Ángel Pérez Pirela*

Plantea Bourdieu “Eso que me gusta y eso que encuentro bueno es, de hecho, eso a lo que estoy acostumbrado a comer; eso que consume mi clase social de origen”. La gastronomía es entonces reenviada a un proceso de distinción, a partir del cual las elites afirman su diferencia con relación a las otras clases”.

Es innegable que uno de los signos de diferenciación entre las clases está determinado, no solamente por eso que se come, sino también por cómo y dónde se come. Es erróneo por ello pensar que se pueden realizar elecciones culinarias y dietéticas sólo a partir de una supuesta autonomía contemporánea.

Eso que comemos depende de fuertes determinaciones sociales, no sólo a nivel cultural, sino también a nivel económico y social: “En los años de 1940, en los Estados Unidos, Lewin mostró que la consumación de un producto y, de forma más general, las elecciones alimentarias no dependen de decisiones individuales, sino del resultado de una serie de interacciones sociales. Para que un alimento sea consumido por un individuo, es necesario que el mismo llegue a él”.

Ese punto es esencial para el análisis filosófico-político, sociológico o incluso moral de la alimentación. El proceso que permite a un alimento llegar hasta la mesa de quien lo come es arduo y complicado. El mismo depende de una serie pasos, pero también de muchos intereses.

Según Poulain “Los análisis de los movimientos que atraviesan el espacio social alimentario (deslocalización y relocalización, de la alimentación, transformación de las prácticas, desarrollo de la obesidad, exacerbación de los sentimientos de crisis…) muestran cómo la necesidad biológica de comer y la expresión del hambre son socialmente modeladas” […] La alimentación… es siempre a la vez socialmente construida y biológicamente determinada. Los modelos alimentarios aparecen como el resultado de una larga serie de interacciones entre lo social y lo biológico, como la agregación compleja de conocimientos empíricos.

Desde la siembra, cosecha o producción de un alimento, pasando por su distribución y, más tarde su venta, el servir un plato de arroz en una mesa cualquiera implica un sistema que no puede ser pasado por alto. Sistema a partir del cual pueden, por una parte satisfacerse las necesidades de un pueblo o sociedad o, por otra, hacerlo dependiente de normas de producción y distribución impuestas. De hecho, es innegable que fenómenos alimentarios acaso inexplicables, a nivel de desigualdad de la distribución de los alimentos y de la calidad de los mismos, son en ocasiones producto de dicho sistema.

A la luz de los antes dicho, cómo explicar, por ejemplo, el hambre en ciertas regiones del planeta. El hambre es, claro está, un hecho biológico, pero también un fenómeno social, político y sobre todo moral. Audrey Richards “considera que el hambre es el principal factor que determinante en las relaciones humanas, primero que todo en el seno de la familia, y más tarde en los grupos sociales más amplios, el pueblo, un grupo de edad o estados políticos”.

Todo ello nos permite entonces comprender la importancia y el rol que posee la alimentación en las relaciones humanas. La misma estructura al individuo en ámbitos tan trascendentales que tocan, por ejemplo, la alimentación que la madre ofrenda al hijo que – de hecho educa y forma en él una identidad – hasta la utilización de la misma como un arma mortal de guerra en conflictos entre pueblos.

*Vicepresidente Instituto de Estudios Avanzados de Venezuela

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