La crisis alimentaria. – ¿CRISIS REAL O CONSPIRACIÓN?

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

La crisis alimentaria es real. El precio de los alimentos sube y sube. Las reservas bajan. Con el petróleo sucede lo mismo, lo que coloca a muchas naciones y pueblos no productores de alimentos o petróleo en una situación desesperada. ¿Es ese el resultado de un conjunto de casualidades que coinciden en el tiempo o los efectos de un plan de dominación mundial?

Si nos guiamos por la frase de Kissinger, parece más lo segundo que lo primero. Y eso nos lleva a hacernos otra pregunta:
¿La idea de aumentar la producción de etanol, lanzada por George W. Bush en marzo del pasado año, mediante la utilización de granos básicos de la alimentación de los seres humanos y los animales es obra también de la casualidad?

Porque es bien sabido que para producir un litro de alcohol utilizable en los automóviles, se requiere gastar 1.2 litros de «fuel oil». Es decir, más combustible que el producido. Al margen de que el etanol se ha convertido en un gran negocio para la familia Bush, sus acólitos y las oligarquías de varios países, ¿no es esta una forma de provocar mayor escasez?

¿Es casualidad que las grandes empresas comercializadoras de alimentos y muchos inversionistas estén especulando con los precios de los granos, a sabiendas de que ello puede provocar la muerte de millones de seres humanos?
Según la ONU, cada cinco segundos un niño muere de hambre o por las enfermedades que la acompañan.

¿Fue pura casualidad que el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio (OMC) promovieran, en el llamado Tercer Mundo, la siembra de productos para la exportación en vez de garantizar la siembra de cultivos que garantizaran la alimentación de sus habitantes?
De esa forma dejaron a las naciones más pobres sometidas a los precios del mercado mundial.

En la actualidad, 78 paísess de Asia, África, América Latina y el Caribe tienen déficit en sus canastas básicas como resultado de los altos precios de los alimentos y el abandono de las cosechas de productos tradicionales.

En 37 de estas naciones, la situación es particularmente difícil y ya se han producido manifestaciones y asaltos a almacenes y supermercados. También ha habido represión y muerte. Por si lo han olvidado, el hambre es la peor de las consejeras.

En algunos países se ha racionado el arroz, en otros el maíz y el trigo. Los grandes productores asiáticos de arroz como Tailandia y Vietnam han reducido sus exportaciones para garantizar el consumo interno. Un 43% de la producción de maíz se utiliza para el consumo animal. Los expertos dicen que alrededor de un 20% de la cosecha mundial se empleará en la producción de etanol.
¿Qué queda para los humanos?

¿Es todo esto fortuito u obra de un plan para dominar a los pueblos por medio del hambre? Tres mil millones de personas tienen como alimento básico el arroz. Alrededor de 600 millones el maíz. Cientos de millones el trigo. En Perú el ejército fabrica pan de papa para tratar de reducir la demanda de trigo entre la población.

En Haití una mezcla de lodo (fango), sal y aceite vegetal es el alimento básico de centenares de miles de haitianos. El lodo no es gratuito. Cuesta cinco céntimos la galleta que, desde luego, provoca dolores abdominales, parásitos y otras infecciones.

Haití, uno de los países más pobres del mundo, casi se autoabastecía de arroz antes de que le fueran aplicadas las normas neoliberales del Fondo y del Banco Mundial. Requiere anualmente 400 mil toneladas. Ahora produce cerca de 40 mil. El resto tiene que importarlo. A los precios actuales, es lógico que sus habitantes tengan que comer galletas de barro.

Los grandes productores de alimentos como Estados Unidos y la Unión Europea –Lula también se hizo eco– culpan de la escasez de granos al aumento del consumo en China, India y otros países asiáticos. Sin dudas eso puede provocar un ligero aumento de los precios. Y si es así, ¿por qué entonces emplear granos en la producción de etanol? Es alimento que se le niega a millones de seres humanos.

Es cierto que los precios del petróleo también inciden en los costos de producción de los alimentos y en su transporte. Pero, ¿quién es el gran culpable de que la inestabilidad de los mercados –derivado de la situación en Iraq, las amenazas a Venezuela y la posible agresión a Irán–, permita la especulación?
¿Quién consume diariamente cerca del 25% del petróleo que se produce en el planeta con menos del 5% de la población mundial?

De producirse una agresión a Irán, el precio del petróleo podría llegar a 200 dólares el barril, insostenible hasta para las economías más desarrolladas. Una verdadera tragedia para los países pobres. Ya hay países de América Latina y el Caribe, como República Dominicana, Nicaragua, Honduras y El Salvador que atraviesan serias dificultades con el combustible y la alimentación, a pesar de la ayuda desinteresada del gobierno de Venezuela.

La reciente «Cumbre» Alimentaria, celebrada en Managua, convocada por los gobiernos de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), a la que asistieron representantes de 12 países, incluidos algunos presidentes, tuvo como objetivo aunar los esfuerzos para enfrentar la crisis alimentaria que vive la humanidad. Para la mayoría de los presentes la esencia de la crisis alimentaria radica en la desigual distribución de la riqueza a nivel global y, sobre todo, en el modelo económico neoliberal impuesto por algunos países desarrollados al resto del mundo en los últimos 20 años.

Desde luego no todos estuvieron de acuerdo. El presidente de Costa Rica, Oscar Arias, tomó distancia del documento, pues él es un convencido del «libre comercio». También México y El Salvador se distanciaron de un grupo de propuestas hechas por la delegación venezolana que fueron a parar a un anexo de la Declaración final.

Entre las propuestas venezolanas estuvo crear un banco de insumos agrícolas para disminuir los costos de los pequeños y medianos productores y destinar cien millones de dólares a través del Banco del ALBA para financiar proyectos agrícolas. Asimismo, se planteó crear dentro de PetroCaribe un plan para financiar la producción de alimentos.

Por lo pronto se ha tomado conciencia de la gravedad de la situación alimentaria y de las urgentes medidas a tomar para evitar que la alimentación se convierta en un arma de guerra, al menos en América Latina. De hecho, ya lo es en muchas partes del mundo.

De todos modos, ojo con las grandes empresas comercializadoras y productoras de alimentos. Ojo con las empresas productoras de semillas transgénicas que van imponiendo sus productos en todo el mundo, en detrimento de las demás variedades naturales. Ya están presentes en muchos países de América Latina y el Caribe.

Las semillas transgénicas crean una dependencia total del agricultor con la transnacional productora, a la que tiene que comprarle años tras año la semilla, los fertilizantes y los insecticidas. En la India, 150.000 campesinos productores de algodón se han suicidado por no poder pagar sus deudas con los bancos de esas transnacionales. Ellas son las encargadas de dominar los alimentos y, por extensión, a los pueblos, como quería Henry Kissinger, quien en un memorando clasificado de secreto, denominado National Security Study Memorandum (NSSM 200), esbozó un plan de acción para la población mundial, a los efectos de controlarla y reducirla en cientos de millones por medio de los alimentos.

Kissinger quería reorganizar el mercado global de alimentos, destruir las granjas familiares y reemplazarlas por grandes haciendas y fábricas dirigidas por las transnacionales del negocio agropecuario. Algo así está ocurriendo en México y otros países de América Latina desde comienzos de la década del 90 del siglo pasado.

¿No creen que es hora de tomar medidas para impedirlo? La respuesta se las dejo a ustedes.

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* Periodista.

En http://progreso-semanal.com, semana del 15 al 21 de mayo de 2008.

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