La cultura popular

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¿Es la cultura popular la expresión autónoma de los intereses y experiencias del pueblo? ¿O es otro de esos mecanismos del poder para expandir la comercialización y el control social? Hoy día, gracias a la sociedad de masas y la casi infinita reproducción mecánica, es posible generar tantas películas, música, libros, pinturas y esculturas como autos, bicicletas, refrigeradores o hamburguesas. Esta reproducción que facilita el acceso a la cultura plantea al mismo tiempo serios problemas a la idea tradicional acerca del papel de la cultura y el arte en la sociedad contemporánea. Estos productos al no ser obras auténticas ni genuinas, ni tampoco cultura popular al no expresar los intereses ni experiencias del pueblo, son productos comerciales antes que trabajos artísticos.

Según una opinión bastante común la cultura de masas socava la integridad del arte y suprime la cultura folklórica. La creatividad, la experimentación y los desafíos intelectuales que el arte plantea no pueden lograrse con las técnicas ni las condiciones de la industria cultural. La transformación de la sociedad en sociedad de masas y los artefactos culturales en mercancías convierten al individuo en consumidor pasivo de artículos de entretenimiento en serie.Cultura popular - Escuelapedia - Recursos Educativos

El consumidor, sin pensar ni reflexionar, no es capaz de ver o crear alternativas y su universo cultural es reducido al estándar de la masa expuesta a la manipulación y explotación comercial del mercado. Recientemente, un artista canadiense fijó el precio de su obra en un millón de dólares antes de tomar el pincel. Cuando su trabajo se exhibió 500 personas asistieron a su presentación. En una entrevista periodística el artista expresó: «Encuentro interesante como tan pronto el aspecto monetario entra en juego toda la atención se dirige a él, lo que pienso que es lamentable. Pero, si uno quiere jugar el juego y capitalizarlo, uno puede” (“The Ottawa Citizen”, June 14, 2005).

Según Adorno, miembro de la Escuela de Frankfurt, este es el verdadero secreto del éxito porque muestra como el valor de cambio ejerce su poder de manera especial en el ambito de los productos culturales. El dinero ejemplifica como las relaciones entre la gente pueden asumir la forma fantástica de una relacion definida por una “cosa”, el dinero, que es la definición básica del valor de la mercancía en el capitalismo. No su valor de uso, sino su valor de cambio. Lo que Adorno hace es extender el análisis marxista del fetichismo de la mercancía al mundo de los productos culturales. La industria cultural, dice, modela el gusto y las preferencias de la masa creando el deseo por necesidades falsas que excluyen las necesidades reales.

Sus productos fomentan la conformidad y la obediencia al sistema con tal efectividad que la mayoría ni siquiera se da cuenta de lo que pasa. Para la industria la masa es un objeto de cálculo, un apéndice de la maquinaria. El consumidor no es rey, como pretende hacernos creer, sino su objeto. El poder de la ideología de la industria cultural es de tal magnitud que la conformidad reemplaza la conciencia, la obediencia reemplaza la capacidad crítica. La motivación de la ganancia es el último criterio que determina la naturaleza de las formas culturales y la estandarización, común a toda mercancía, es el proceso en que se basa su producción.

La industria del cine, la televisión y la música obviamente obedecen a esta lógica. Si nos fijamos en la música popular, por ejemplo, Muere el rapero estadounidense DMX tras ser hospitalizado por un infarto | Músicanotamos que está, es dominada por la estandarización y la seudo individualización. Las canciones populares suenan cada vez más parecidas unas a otras. Una vez que escuchamos una canción “rap” ya las hemos escuchado todas. Según Adorno, ésto es porque su estructura central se caracteriza por partes que son intercambiables unas con otras, proceso que se oculta con novedades periféricas o variaciones estilísticas que se agregan a la música como signos de una supuesta originalidad.

Estandarización se refiere a las similitudes sustanciales entre canciones. Seudo individualización, a las diferencias incidentales que las hacen aparecer distintas unas de otras. En la música clásica cada detalle adquiere su sentido musical de la totalidad de la pieza y del lugar que ocupa dentro de esa totalidad. En la música popular el comienzo del coro es reemplazable por el comienzo de innumerables otro coros. Cada detalle es sustituible como el tornillo en la máquina. La diferencia no es entre simplicidad y complejidad, sino entre estandarización y no estandarización, diferencia que establece la superioridad de una sobre la otra

¿Por qué superior? Porque a diferencia de la música clásica la estandarización estructural tiene por fin reacciones estándares. La seudo individualización le ahorra al consumidor el esfuerzo de poner atención a la genuina novedad. La industria cultural al proveer confort y entretenimiento funciona como catarsis para las masas, pero una catarsis que los mantiene firmemente en línea. Este análisis de la cultura popular de Adorno no esta libre de dificultades.

Uno de los reproches más comunes dirigidos en su contra es la acusación de elitismo porque asume que la cultura popular o de masasOrquesta Sinfónica Nacional | Argentina.gob.ar sólo puede ser interpretada, entendida y juzgada desde una posición privilegiada. En este caso, desde la perspectiva de la estética y gusto cultural de la elite intelectual. El problema con esto es que estas opiniones y juicios descansan, en última instancia, en un conjunto de valores que se dan por supuestos. La cultura de masa puede ser entendida y apreciada por otros grupos con distintas posiciones estéticas.

Por tanto, ¿en base a qué criterio se puede argumentar que la percepción de la cultura popular de un grupo es mejor que la de otro? Los juicios elitistas fracasan en reconocer otras interpretaciones desarrolladas desde puntos de vista y valores alternativos y si describen a la cultura popular como homogénea y estandarizada es porque ignoran el espectrum y la diversidad, las contradicciones y tensiones que se dan dentro de ella. ¿Qué es lo que nos capacita para juzgar el gusto estético de otros? Digamos, de partida, no las supuestas “razones universales y objetivas” que nadie todavía ha podido encontrar a pesar de los esfuerzos del genio humano.

Los gustos y estilos son social y culturalmente determinados y es el poder que circula dentro de la sociedad el que decide sobre la definición del gusto y el estilo. Este poder que determina los estándares culturales no se limita solo al poder económico y político que ejerce la industria de la cultura de masas, con todo lo crucial que es para cualquier explicación adecuada del proceso, sino que también hay que incluir el poder de los intelectuales o productores de ideas que, aunque sea desde una posición secundaria, igualmente ejercen su influencia en el intento de establecer criterios de discriminación cultural.

¿Y qué pasa con el pueblo? ¿Cómo podemos apreciar su capacidad creadora y gusto estético? Una forma bastante común de valorar la cultura popular es la de alabar su autenticidad y contrastarla con la artificialidad de la industria cultural. Solo comparemos a una Violeta Parra con un Justin Bieber para tener una idea. La cultura popular no puede ser entendida solo como una imposición del mercado o como un instrumento de control ideológico, sino también como una expresión más o menos genuina de la voz del pueblo. El problema con esto, sin embargo, es… ¿Qué significa “auténtico” y como sabemos que una cultura es “auténtica”?

¿Podemos hablar de una cultura pura con raíces y valores comunales, libre de influencias externas y contaminación comercial? ¿Es sólo la música auténtica, buena música? Las preguntas no están demás, porque los criterios de “comunidad y autenticidad”, como lo vemos constantemente, pueden ser usados como estrategias comerciales para conquistar determinados sectores de la población. En la teoría crítica de la cultura de masas la audiencia es vista como una masa de consumidores pasivos, vulnerables y explotables, presa fácil de la publicidad y las fantasías que la industria vende. Y lo irónico de todo esto, dicen, es que es posible con la complicidad y disfrute de la propia masa.

La dificultad con esta visión es que supone la existencia de una masa homogénea de consumidores que muy bien puede no existir en los lugares de consumo. Lo que la industria cultural hace es dirigirse a sectores del mercado que divide de acuerdo a gusto, dinero y poder y que, a pesar de ello, los resultados no están necesariamente garantizados. Por ejemplo, la industria define al consumidor en base a la información que recolecta acerca de sus hábitos de compra.

Pero, el hecho de que la audiencia sea construída de esta manera no significa que los individuos reales que la componen responderán en la forma que estos discursos quieren. La audiencia, o ciertos sectores de ella, también puede ser entendida por la forma en que Fantasías que todo fanático de la música quisiera cumplir – Colectivo Sonororesiste el discurso del poder industrial. La imagen opuesta al elitismo cultural que ve a la audiencia como una manada de ingenuos incapaces de asumir una actitud crítica, es la del discurso populista que la ve como auto conciente, activamente subversiva, capaz de explotar la industria cultural para sus propios fines al resistir y reinterpretar los mensajes que ella circula.

Si para el elitismo la audiencia es estúpida, para el populismo es subversiva. Y sin embargo, a pesar de esto, la situación política actual vindica el pesimismo de Adorno y, tristemente, su diagnosis es tan verdadera hoy como en los años 40′. Se estima que solo seis mega compañías, conectadas unas con otras, controlan entre el 80 y el 90 por ciento del mercado cultural actual. La cultura étnica y las creaciones artísticas de los pueblos rápidamente son colonizadas por esta maquinaria corporativa que lejos de estar al servicio de la expresión de nuevas sensibilidades está, por el contrario, para moldearlas según la racionalidad del mercado global que disipa todo potencial crítico que ellas pudieran tener.

Los brotes de radicalismo que la creación popular genera se integran en el circuito productivo para domesticar su radicalidad. Dentro de este ambiente el peligro que enfrenta el arte es la ausencia de peligro. La industria cultural con una concentración de poder como nunca antes el mundo había visto produce, controla y digiere prácticamente todo lo que circula en el mercado global. Y si algo se le escapa muy pronto lo vuelve a atrapar .

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