La eternidad del capitalismo
¿Cómo es que a pesar de toda la evidencia de que el actual modo de producción está en una misión suicida, sigue acelerando hacia el fracaso? El capitalismo, si lo miramos desde la perspectiva del trabajador, es explotación, dominación y opresión. Es como un martillo golpeando doblemente lo social y las condiciones naturales que hacen posible la existencia humana.
En los viejos libros de divulgación marxista de algunas décadas atrás acostumbrábamos a leer que su esencia real estaba definida por la forma de la mercancía con su valor de uso y valor de cambio. Por la forma de trabajo, como trabajo concreto y trabajo abstracto. Por su relación salarial. Por la creciente composición orgánica del capital, en el que cada vez más se compone de trabajo muerto en lugar de trabajo vivo. Por las crisis provocadas por la tendencia de la tasa de ganancia a caer. Y, finalmente, por su negación, inscrita en su misma esencia.Es esto último es lo que inevitablemente lo iba a destruir.
Según va la historia, el capitalismo se niega a sí mismo debido a sus propias contradicciones o es negado por la clase obrera que produce su propia negación. En cualquier caso una cosa es clara: hasta el momento de la negación, el capitalismo puede cambiar sus apariencias, pero no su esencia, que sólo puede ser negada por la contradicción o la lucha. Una tercera variante, popular a principios de este siglo, es la que reemplaza la negación por la aceleración. La idea es que no hay nada que pueda negar el capital, no las contradicciones ni las fuerzas que produce en contra de sí mismo.
Lo mejor que se puede hacer es acelerarlo hasta el final, “hacia un salto prometeico en busca de otro modo de producción”. Pero, como nota la escritora y académica australiana Mackenzie Wark, la fe en la negación o la aceleración del Capital se ha desvanecido. La esencia del capital es eterna. Curiosamente ésta es la característica de cómo se imagina ahora. Para los que lo aman, sólo necesita ser perfeccionado limitando sus excesos. Lo extraño es que incluso los que lo odian parecen estar de acuerdo. La esencia del Capital continúa para siempre y todo es una expresión de su esencia.
El otro lado de esta esencia eterna del Capital son sus apariencias siempre cambiantes: capitalismo mercantil, capitalismo liberal, capitalismo monopolista, capitalismo neoliberal y el misterioso modo de producción asiático. El actual contiene cierta ambigüedad y no está muy claro cómo llamarlo: quizá desastre capitalismo, necrocapitalismo, capitalismo comunicativo, capitalismo de plataforma, cognitivo, semio, neurotardío, biopolítico y posfordistas. Incluso, los mas atrevidos dicen que antes había trabajo material. Ahora, en cambio, hay trabajo inmaterial.
El capitalismo en sí mismo, según esta versión, es acerca de ideas. ¿Realmente? ¿Los cientos de millones de trabajadores industriales lo perciben como trabajo inmaterial? Y, mas aún, ¿no es el caso que este trabajo inmaterial ocurre realmente en base a un extenso aparato técnico? Si hay algo en que la derecha y la izquierda parecieran concordar es que la esencia del capitalismo es eterna y solo sus apariencias cambian. Ambos se conforman con pequeños movimientos dentro del sistema o con pequeños cambios en las reglas del juego.
En el enfoque marxista de las luchas pasadas se trataba de cambiar el juego a gran escala. Al parecer, ahora esto ya no está en las cartas de ningún movimiento político de izquierda. Ahora bien, compañeras y compañeros, si el Capital va a funcionar como un concepto histórico, entonces la cuestión de cómo y cuándo termina tiene que ser parte de la discusión. Hoy día, según Wark, tenemos nuevas formas de explotación, desigualdad y asimetrías encima de las que estábamos acostumbrados a tener. Lo que hoy padecemos, dice, puede que ya no sea capitalismo, sino algo mucho más siniestro.
Repitiendo a Marx, si mal no recordamos, el modo de producción de la vida material condiciona el proceso general de la vida social, política y cultural. No son las ideologías las que determinan nuestra existencia técnico-social, sino es nuestra existencia técnico-social la que determina la superestructura jurídica, política y cultural. Cuando las fuerzas de producción entran en conflicto con las relaciones de producción, empieza un periodo de transformaciones súper estructurales. Las formas ideológicas o míticas de la sociedad pueden ser explicadas a partir de las contradicciones entre las fuerzas técnico-sociales de producción y las relaciones de producción.
Hoy día nos encontramos con todo un repertorio de fantasías populares, como nota Wark, que empiezan a describir una experiencia social diferente. El programa de televisión “Dollhouse”, por ejemplo, o las películas “Get Out” y “Ancillary Justice” entre otras, muestran la manipulación y uso del cerebro de otros en beneficio de un poder invisible. En la película Matrix, la más popular dentro de este género, hay una escena en la que el protagonista Neo, junto a innumerables otras unidades, tiene un tapón gigante en la parte posterior de su cráneo que absorbe energía de su materia gris para alimentar a un poder gobernante oculto.
En la imagen vulgar del trabajo asalariado el capital aparece como un vampiro chupando la sangre del trabajador. Esta línea marxista satírica describe como se experimenta el trabajo en el mundo. Pero hoy día, en adición a este tipo de trabajo, también hay un número creciente de trabajadores que pasan sentados frente a una computadora, mirando el teléfono o asistiendo a reuniones. Digamos, una forma diferente de extraer el excedente en beneficio de otro. Si en la época del dominio industrial el vampiro era el símbolo que chupaba la fuerza del trabajador, una imagen que todavía es relevante para la mayoría de los trabajadores del mundo, actualmente uno podría decir que es el enchufe el símbolo que chupa el cerebro del cliente.
No solo el trabajo o el ocio es lo que hoy se está mercantilizando, sino, y esto es lo nuevo, nuestra sociabilidad, nuestra vida común y ordinaria. Es nuestro amor por compartir sentimientos y pensamientos, nuestro deseo de relacionarnos entre nosotros, de crear amigos y discutir con extraños lo que se ha convertido en una faena que está haciendo que otra persona se haga muy, muy rica. Quien usa el Internet es rastreado, monitoreado y convertido en información. El panóptico de Foucault era un juego de niños comparado con ésto.
El término información no es nuevo, pero la ciencia de la información sí lo es. Ésta se ha transformado en estos días en una especie de met tecnología, diseñada para observar, medir, registrar, controlar y predecir qué cosas, personas o, de hecho, otra información puede, hará o debería hacer. Y, gracias a esta metatecnología, la información es abundante y barata, lo que ha dado origen a un extraño tipo de economía política basada, no en la escasez de cosas, sino en un exceso de información que genera un nuevo tipo de problema al poder dominante: cómo mantener la desigualdad de clases, opresión, dominación y explotación basadas en algo que en principio es ridículamente abundante.
Según la propuesta de Wark, la resolución de esta contradicción está generando un nuevo modo de producción. La clase dominante de nuestro tiempo ya no mantiene su dominio a través de la propiedad de los medios de producción, ni de la propiedad de la tierra. Por supuesto todavía los posee, pero lo que ha empezado a perder es su posición dominante para ser reemplazada por la que ahora posee y controla la información. Y esta no es una variación de la misma esencia capitalista. Esto, según Wark, ha dejado de ser capitalismo.
Decir que este es el fin del capitalismo es una proposición que no despierta mucha simpatía, especialmente cuando la explotación del trabajo agrícola o industrial, e incluso la esclavitud, todavía existen. ¿No es cierto? Cierto: éstos no se han ido. Pero la cosa es que los modos de producción coexisten e interactúan. Lo que Wark propone es el surgimiento de uno adicional, uno con nuevas formas de explotación, desigualdad y asimetrías encima de las que ya estábamos acostumbrados.
No solo la explotación del trabajo se efectúa a través de la posesión y control de los medios de producción, sino también a través de la extracción de lo que podríamos llamar información excedente de trabajadores y consumidores individuales con el objetivo de construir modelos predictivos que subordinen aún más toda la actividad a la misma economía política de la información. Mercantilización no significa solo la aparición de un mundo de cosas, sino la aparición de un mundo de información sobre las cosas.
Somos usuarios y todo lo que hacemos con Alexa, con el teléfono celular, la computadora o con todo lo que grabamos es capturado por un vector que alimenta a la computadora para descubrir como usarnos mejor para beneficio de Amazon, Wallmart Google, Facebook, YouTube y otras plataformas que son propiedad de una nueva clase dominante, la clase vectorialista, cuyo poder deriva de la propiedad y control del vector de información, que incluye la capacidad de transmitir, almacenar y procesar la información.
Esta es la clase que hoy posee y controla las patentes que preservan el monopolio de estas tecnologías, la clase que produce un mundo por sobre y en contra de nosotros. Según algunos críticos la información siempre ha sido central al capitalismo y lo que hoy sufrimos sigue siendo capitalismo. Aquí no hay nada nuevo. Lo cierto, sin embargo, es que hay una diferencia entre información como una fuerza de producción e información como una fuerza dominante de producción. La clase vectorista ni siquiera necesita ser dueña de las otras fuerzas de producción, concepto clave en la definición del capitalismo. Apple, Google o Amazon, por ejemplo, no fabrican sus propios productos.
Y una parte considerable de aquellos que emplean directamente son piratas informáticos que aportan nueva información técnica o cultural que luego incorporan a productos que se ofrecen a una clase subordinada de capitalistas. Los viejos antagonismos de clase obviamente no se han ido. Es sólo que se ha agregado una nueva capa encima de ellos. Así como en un tiempo no lejano los capitalistas transformaron a los terratenientes en una clase subordinada, ahora la clase vectorialista trata de subordinar a los capitalistas controlando las patentes, las marcas, los derechos de autor y, lo mas importante, la logística del vector de información.
Lo que ha empezado a surgir por encima del modo de producción capitalista es algo cualitativamente diferente que genera nuevas formas de dominación de clase, nuevas formas de extracción de excedentes e, incluso, nuevos tipos de clase. Esto ya no es capitalismo, es algo peor. Pero, la buena nueva es que el capitalismo no es eterno y, aunque este modo de producción sea peor, no es para siempre. Pueden haber otros. Tal vez un día, que nunca llega, haya un salto mesiánico a otra cosa.