La guerra y la geopolítica
La invasión a Ucrania es ilegal. Puede calificarse como un crimen de guerra. Incluso como una acción estúpida y contraproducente. Pero no como una acción “sin provocación”. Los promotores de guerra de Joe Biden han pasado el último año y la mayor parte del gobierno de Barack Obama antagonizando y provocando a Rusia para que hiciera lo que hoy esta haciendo.
Es cierto es que en un sentido inmediato el Occidente no hizo nada particularmente especial o distinto en los pocos días o semanas previos a la invasión. Pero, el marco de tiempo relevante es mucho más amplio. Uno de los temores de EU con respecto a Europa y la OTAN es el de seguir perdiendo el control económico y político frente a las oportunidades de ganancia que el comercio y las inversiones con China y Rusia prometían.
El sueño a largo plazo de los promotores de una segunda guerra fría es el de dividir a Rusia y restaurar la cleptocracia gerencial de los tiempos de Boris Yeltsin. Si EU pierde el control de Europa, pierde su poder mundial. El interés inmediato de Rusia es el de eliminar el núcleo neonazi antirruso que el golpe de estado del 2014 puso en el poder, y neutralizar Ucrania. El interés a más largo plazo es el de aumentar su influencia económica y política en Europa.
Una visión más realista de la política económica y exterior de EU, como explica el economista Michael Hudson, es la que la ve en términos del complejo militar-industrial, el complejo del petróleo, el gas y la minería y el complejo bancario y de bienes raíces, más que en términos de la política de republicanos o demócratas. Son estos tres grupos oligárquicos principales los que han comprado el control del Senado y el Congreso, a través de sus contribuciones económicas en las campañas políticas, y los que, por tanto, formulan las políticas en el Departamento de Estado y el Departamento de Defensa.
Las acciones de los fabricantes de armas como Raytheon, Boeing y Lockheed-Marin se dispararon inmediatamente después de la noticia del ataque ruso, lo que provocó un aumento de la Bolsa de Valores en dos días, cuando los inversores reconocieron que la guerra proporcionaría ganancias inmediatas para las industrias de la guerra. La escalada militar rusa promete ventas vertiginosas de armas a la OTAN y otros aliados de EU. Alemania, por ejemplo, ya accedió rápidamente a aumentar su gasto en armas a más del 2% del PIB.
El segundo bloque oligárquico importante es el sector del petróleo y el gas que extrae rentas, junto con el de la minería. El objetivo de este sector es maximizar el precio de la energía y las materias primas, monopolizar el mercado de petróleo de la zona del dólar y aislarlo del petróleo y el gas ruso, paralizando el oleoducto Nord Steam 2 que amenaza con unir más estrechamente las economías de Europa Occidental y Rusia.
El aislamiento de Rusia de los mercados occidentales reduce el suministro de petróleo y gas, lo que aumenta los precios y, en consecuencia, las ganancias corporativas. El objetivo de EU en la confrontación de la OTAN con Rusia es el aumento del precio del petróleo y el gas en detrimento de Alemania, lo que afectará, en gran parte, el impulso de su economía y su dependencia de EU. Como consecuencia, Europa sufrirá graves problemas en la cadena de suministro, inflación de los precios de materias primas y restricciones presupuestarias para su población y sus gobiernos.
Y el tercer grupo oligárquico importante es el sector simbiótico de Finanzas, Seguros y Bienes Raíces cuyo interés es excluir a Rusia del sistema financiero occidental y parcialmente de SWIFT para estimular sus valores financieros. Junto con los otros dos sectores, debido a esto, sus fortunas se han disparado.
Pero, el problema por venir para EU es que la confiscación de las reservas monetarias rusas, tras el reciente robo de las reservas de Afganistán y la incautación por parte de Inglaterra de las existencias de oro de Venezuela, amenaza la adhesión de todos los países al patrón del dólar y, por lo tanto, el papel del dólar como vehículo para el ahorro de divisas por parte de los bancos centrales del mundo, lo que indudablemente acelerara el proceso de desdolarización internacional ya iniciado por Rusia y China.
El objetivo a largo plazo de Rusia es alejar a Europa del dominio de la OTAN y de EU y, en el proceso, crear con China un nuevo orden mundial multipolar centrado en una Eurasia económicamente integrada. Por más de 100 años las teorías de un oscuro geógrafo inglés, Sir Halford Mackinder, han tenido una profunda influencia en una sucesión de líderes que buscaron construir o desmantelar imperios en Eurasia, incluidos Hitler, el asesor de seguridad nacional de EU Zbigniew Brzezinski y, más recientemente, Vladimir Putin.
En la Conferencia de Versalles de 1919, al término de la Primera Guerra Mundial, Mackinder convirtió su ensayo en una máxima memorable sobre la relación entre las regiones de Europa del Este, como Ucrania, el corazón de Asia Central y el poder global: “Quien gobierna Europa del Este manda en el corazón del continente. Quien gobierna en el corazón del continente comanda la isla-Mundo. Quien gobierna la isla-Mundo gobierna el Mundo”.
Como nota el historiador Alfred McCoy, el encuentro del mes pasado entre Putin y Xi Jinping en Beijing al inicio de las Olimpiadas de Invierno marca, según el histórico comunicado, el comienzo de un nuevo “sistema de gobernanza mundial”. Para construir un sistema alternativo para el crecimiento económico global en Eurasia, los líderes planean fusionar la “Unión Económica Euroasiática” proyectada por Putin, con la Iniciativa de la Franja y la Ruta de un Billón de dólares ya en curso de Xi para promover “una mayor interconexión entre las regiones de Asia Pacífico y Eurasia”.
En cuestiones estratégicas, las dos partes se opusieron rotundamente a la expansión de la OTAN, a cualquier movimiento hacia la independencia de Taiwán y a las “revoluciones de color”. Putin obtuvo lo que necesitaba desesperadamente. A cambio de alimentar el voraz apetito energético, en un planeta ya en una crisis climática de primer orden, obtuvo una condena a la injerencia estadounidense en “su” esfera. Y el apoyo diplomático de Beijing, por muy vacilante que sea, cuando inició la invasión a Ucrania.
Durante los últimos 15 años Putin ha respondido al empuje de la OTAN a través de la vigilancia, la presión económica y la mantención de los estado-clientes en su órbita. Si un autócrata favorecido es desafiado por manifestantes a favor de la democracia o por un rival regional, envía unos cuantos miles de soldados de las fuerzas especiales rusas para estabilizar la situación. Si trata de escapar de su órbita, rápidamente pasa a una intervención militar masiva, como en Georgia, gracias a la cual expropió las provincias de North Ossetia y Abkhazia y ahora lo hace en Ucrania.
Esta estrategia lo pone en camino para recuperar partes significativas de la antigua esfera de influencia soviética. Después de décadas de lucha entre Armenia y Azerbaiyán, Rusia envió recientemente miles de soldados como fuerzas de “mantenimiento de la paz” para resolver el conflicto a favor del régimen leal y pro-Moscú en Azerbaiyán. Más al este, cuando los manifestantes desafiaron al aliado local de Moscú en Kazajistán en enero, miles de soldados rusos volaron a la capital, Amaty, para aplastar la protesta.
En el Medio Oriente Moscú opera una base aérea en Latakia desde la cual bombardeó ciudades rebeldes como Alepo hasta convertirla en escombros. Pero, el principal impulso ha sido en Europa del Este. Allí Putin respaldó al hombre fuerte de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, para aplastar a la oposición y convertir a Minsk en un estado cliente virtual. Igualmente, ha venido presionando a Ucrania desde el golpe de estado del 2014, apoderándose de Crimea, armando a los rebeldes separatistas en la región oriental adyacente a Rusia para finalmente enviar 200.000 soldados para apoderarse de su capital y reemplazar al presidente por un mandatario aliado de Rusia.
Mientras tanto, en el extremo oriental de Eurasia, China ha seguido una estrategia similar, aunque más sutil. A partir del 2014, Beijing comenzó a dragar media docena de bases militares en el mar de China Meridional que ahora desafían a cualquier patrulla naval estadounidense que pase por allí. Luego, llegaron escuadrones de cazas sobre el Estrecho de Taiwán y el mar de China Oriental, seguidos en octubre pasado por una flota chino-rusa conjunta de 10 barcos que navegaron provocativamente alrededor de Japón, en lo que se consideraban aguas estadounidenses indiscutibles.
Si Xi sigue la estrategia de Putin, entonces posiblemente podríamos ver la invasión a Taiwán. En tal caso Washington podría verse paralizado militarmente, excepto para expresar admiración por la heroica, pero inútil resistencia de la isla. Según McCoy, si EU enviara sus portaaviones al Estrecho serían hundidos en cuestión de horas por los misiles ‘asesinos de portaaviones” DF-21D o por los misiles chinos hipersónicos.
Todo es posible en el papel, ¿cierto? El problema es que en la patética realidad de las invasiones, en medio del sufrimiento y la muerte de miles de mujeres, hombres y niños inocentes y con un planeta en vías de cambios mortales, es probable que la naturaleza misma de la geopolítica entre en juego. Como dice McCoy, es posible que no solo el poder de EU se desvanezca con la pérdida de Eurasia, sino que muchos otros poderes también pueden desvanecerse en un planeta cada vez más caliente.
Mientras tanto, no olvidemos que Zelensky quiere ser europeo, miembro de la OTAN y que está dispuesto a sacrificar su país para lograr ese estatus. Luego, tenemos a las naciones europeas, una camarilla de miembros de la OTAN que temen, admiran, adulan y siguen a EU, carentes de convicción moral y, como los chacales que siguen al león, esperan sacar algo de ello. Y EU, poderoso y calculador, quiere mantener su dominación mundial, tal como lo formuló en su Plan para un Nuevo Siglo Americano. En Ucrania, como en Afganistán, el plan es armar a otros para instigar o intensificar el conflicto y provocar la ruina de Rusia.
¿Qué nos queda para los que todavía adherimos al internacionalismo proletario? Desafiar el libreto del imperialismo de la OTAN, mientras continuamos desafiando los sueños imperialista de Putin. Tenemos la obligación moral de responsabilizar a todos los regímenes imperialistas por sus crímenes en todo el mundo. Todos ellos deben ser relegados al basurero de la historia.
*Profesores de Filosofía chilenos graduados en la Universidad de Chile. Residen en Ottawa, Canadá, desde el 1975. Nieves estuvo 12 meses presa en uno de los campos de concentración durante la dictadura de Augusto Pinochet. Han publicado seis libros de ensayos y poesía.