La imposible independencia de los grandes medios periodísticos comerciales

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Alberto Maldonado S.*

La pregunta sobre si son esos medios independientes es —desde hace rato— válida. Sin embargo, hay medios comerciales privados que persisten en llamarse independientes, aunque nunca dan cuenta de “independientes de qué o de quiénes”. Pero eso sí, son muy “exigentes en exigir” que los medios públicos sean independientes, en especial de los gobiernos que los financian y auspician; y hasta exigen que sean simples repetidoras de sus informaciones y opiniones.

El tema es pues muy actual y muy manido; pero, como dice la sentencia bíblica, “por sus obras los conoceréis”; y, desde hace rato, es público y notorio que los medios privados de la comunicación son en verdad independientes pero de los movimientos o gobiernos que proponen una actitud de cambios trascendentales o que afecten la sociedad de consumo (el neoliberalismo) Mientras, son cada vez más y más dependientes de sus dueños (por lo general, los poderosos empresarios privados o las grandes corporaciones) y de la inmensa torta publicitaria, que es lo que les permite vivir y enriquecerse; o por lo menos subsistir.

En realidad, esta actitud (que tampoco es nueva) tiene un larguísimo registro en nuestros países. La revolución cubana, desde hace medio siglo, ha sido la víctima preferida de esta “independencia” Desde hace una década, el gobierno “díscolo” de Hugo Chávez, en Venezuela; y, desde hace cinco, el “indio ese” de Evo Morales. Por si esto fuera poco, por ahí deambula, el “impertinente” de Daniel Ortega y, para no quedarse atrás, el “autócrata” de Rafael Correa, el presidente que de puro terco fue a meterse en la “boca del lobo” (los policías amotinados); y eso “no puede ser en un mandatario que se precie”.

Precisamente, los sucesos violentos del 30 de septiembre (el 30-S) permiten reiterar que la actitud de los medios masivos (ecuatorianos y extranjeros) es, cada vez, con más desfachatez, dependiente del sistema al que se pertenecen. Mientras son contemplativos y, sobre todo, “comprensivos”, con gobiernos cavernarios, que cometen toda clase de crímenes y atropellos (caso Uribe, en Colombia, Pinochet en Chile, la feroz dictadura militar argentina, etc.) no paran un día en eso que se ha denominado “la conspiración permanente” contra Venezuela y su revolución bolivariana; contra Bolivia y su estado plurinacional, contra Ecuador y su revolución ciudadana.

En palabras más directas, podríamos afirmar que, en nuestro continente americano (no norteamericano) las grandes redes comunicacionales (impresos, radiofónicos, televisivos y ahora digitales) son la vanguardia de la sociedad de consumo y están empeñados en una guerra permanente y sin cuartel contra todo movimiento político, social, mediático, ideológico, que pretenda irse contra el sistema impuesto (el neoliberalismo) o introducir cambios que les afecten, aunque estos sean epidérmicos o circunstanciales.

Hay otro relato que asegura que, antes de las 8 de la mañana de ese jueves, María Augusta Calle, la asambleista de Alianza País, recibió una llamada telefónica de una conocida suya, quien le aconsejó que no fuera a la Asamblea Nacional, porque la iban a matar. No hay que olvidar que esta legisladora, hace un par de años, cuando presidía la Comisión de Soberanía de la Asamblea Constituyente de Montecristi y se proponía denunciar la terminación del período para el cual (10 años) se le concedió al militarismo imperial el uso y abuso de la estratégica Base de Manta, se pretendió demostrar (a través de las prolíficas laptos de Raúl Reyes) que esta joven periodista de izquierda estaba “relacionada” con las FARC colombianas.

El contubernio de la gran prensa sipiana y continental con los sectores más retardatarios de nuestros países se dio en Mérida (México) con ocasión de la reunión de fin de año de la famosa y desacreditada SIP (Sociedad Interamericana de Prensa) Oficiosos informadores ecuatorianos, “lograron” que este organismo advierta que en Ecuador, la libertad de expresión está en riesgo; y que el presidente Correa “ha redoblado” sus ataques a la “prensa libre” después del 30-S cuando ellos esperaban que, por lo menos, “baje el tono” en sus enlaces sabatinos.

Pero la SIP ya está plenamente identificada como “un gran sindicato patronal” de medios comunicacionales del continente; un organismo que fue organizado por la CIA directamente (a través de su oficial “encubierto” Jules Dubois) hará medio siglo atrás. Hace décadas, esta SIP protestaba también o “mostraba su preocupación” por el asesinato de periodistas o su persecución. Pero, desde hace unos de 30 años, que la SIP solo se preocupa de sus “miembros plenos” los grandes medios comunicacionales y de los “periodistas pelucones” que están a su servicio y mientras les sean útiles (cuando dejan de serlo, pues sencillamente les echan al canasto de la basura sin siquiera reconocerles una buena indemnización).

Por eso decimos y aseguramos que todo este aparataje, contrario a cualquier cambio (así sea epidérmico) es un concierto continental que viene del norte “salvaje y brutal” y que está siendo operado por sectores ultristas, cuya vanguardia es y seguirá siendo la “gran prensa sipiana”

Manuel Zelaya, de Honduras, fue la primera víctima de este complot. Tanto es así que para los sipianos reunidos en Mérica, no significa mayor preocupación el que ya el gobierno espúreo que crearon al apuro, lleve diez periodistas asesinados o desaparecidos. Tuvieron que incluirle a México, a regañadientes, pero endosándole la culpa al narcotráfico y sin tocar siquiera a EE.UU. el principal mercado de drogas en el mundo.

Desde luego, en la “lista negra” aparece una vez más Cuba, seguida por Venezuela. Atrás vamos Bolivia y Ecuador. ¿Quién será el próximo? Los golpistas ecuatorianos “auguran” que será Correa si sigue acusándolos y si no baja el tono. ¿Será?

* Periodista.

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