La larga marcha por la unidad y la identidad latinoamericana

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"Mientras unos se preguntan si está obsoleta la idea de la la unidad latinoamericana, nosotros opinamos que está más vigente que nunca porque, contradictoriamente, la llamada "globalización" o, mejor dicho, mundialización del capital, obliga a los "malcomidos, maldormidos y rebeldes" —como dice Galeano— a replantearse la forma de ir haciendo la utopía todos los días". Un libro de Luis Vitale.

Subtitula Vitale a su ensayo De Bolívar al Che Guevara, y recorre luchas e ideas forjadas, presentes y vigentes en el sustrato del caminar latinoamericano por la reivindicación de su identidad común dispersada, identidad cuya conciencia es tanto requisito como conquista del paso siguiente: la unidad continental.

De la lectura del volumen se desprende que el el llamado "sueño de la unidad" no es fantasiosa construcción de iluminados, sino espina dorsal del pensamiento latinoamericano desde los inicios de los movimientos y guerras por la independencia.

Tras repasar la figura de los precursores –Miranda, Espejo, Gual, Picornell y España– el historiador caracteriza la continentalidad de la revolución del principios del XIX, recordando los lazos que unen al Cono Sur con la gesta de Bolívar y la poco conocida revolución en el mar, que lleva naves argentinas y chilenas más allá de la línea ecuatorial, hasta el Caribe y América del Norte.

Tampoco olvida Vitale la presencia femenina y sus valiosos aportes en el proceso de construir el nuevo continente, y tiene presente a lo largo de su trabajo la influencia de los intelectuales, artistas, poetas y escritores de ficción –de diferentes ideologías– que van plasmando el sentimiento y concepto de unidad a contrapelo de la balcanización que sucede al triunfo de las guerras independientistas –o que en algunos casos lo desestiman.

Especial importancia confiere al Congreso Americano de 1864 para detenerse luego en dos personalidades: Eloy Alfaro y José Martí. Como un caleidoscopio, pero sin confundir imágenes (causas y efectos) se pasa revista analítica a la ingerencia directa, diplomática y militar– de Estados Unidos, ora a través de sus gobiernos, ora mediante la acción de empresas y corporaciones, para señalar —con Vargas Vila, Rodó, Ingenieros, en fin, el APRA y otros– la emergencia del pensamiento nacional antiimperialista.

Asunto que no puede escindirse de la aparición del marxismo en el continente, y ahí están Baliño, Recabarren, De la Plaza, Mariátegui, Mella… que con diversa suerte toman, complementan o reemplazan las banderas rojinegras del anarquismo obrero y la dignidad de las clases hoy denominadas eufemísticamente vulnerables.

Entrado el siglo XX la Revolución Mexicana, con todo y sus contradicciones, abre otra vez el espacio de la utopía concreta que desembocará, en algún sentido, en la otra gran revolución, la que tiene lugar en Cuba.

Podría decirse que las ideas expuestas en el XVIII vuelven –no iguales, desde luego– para insertase en la contemporaneidad: he ahí la continentalidad de la revolución que se vuelve a esbozar y se pone en práctica en la segunda mitad del siglo XX y con el proyecto andino del Che.

América Latina conoce derrotas, pero no fracasos. La marmita –tras la publicación de este libo– bulle otra vez en América Central, el Caribe y América del Sur; nuevos pensadores, dirigentes, estadistas y gente de acción impiden que arriar la bandera bajo cuyo flamear America viene luchando desde hace 200 años; la insurgencia de los movimientos sociales, en fin, del nuevo indigenismo y otros sectores frente al neoliberalismo-conservador exigen revisar las armas teóricas para volver a trazar la práctica que los pueblos pacienzudamente despiertan.

La larga marcha por la unidad y la identidad latinoamericana se ha tomado de la edición en 2001 de Editorial Txalaparte, Concepción, Chile, y se encuentra aquí.

 

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