La libertad, en vías de extinción
Llevo 30 años viajando a lugares que carecen de libertad, desde Alemania Oriental hasta Birmania, y he escrito sobre ellos convencido de que mi país de origen, Gran Bretaña, era uno de los más libres del mundo.
En los últimos años, he abierto los ojos a cómo se están recortando las libertades individuales, la intimidad y los derechos humanos en Gran Bretaña bajo gobiernos del nuevo laborismo que aseguran creer que la libertad es el tema central de la historia británica.
Los alemanes del Este tienen hoy más libertad que los británicos, al menos en cuanto a las leyes y a prácticas administrativas en ámbitos como la vigilancia y la recopilación de datos. Hace 30 años tenían la Stasi. Hoy, Gran Bretaña posee unas leyes sobre vigilancia tan vagas y elásticas que el ayuntamiento de una pequeña ciudad llamada Poole ha podido aprovecharlas para espiar durante dos semanas a una familia erróneamente acusada de haber mentido en un formulario de solicitud de matrícula en un colegio.
Aunque la comparación con la Stasi es irresistible, el hecho de emplear esos métodos no quiere decir todavía que seamos un Estado controlado por una Stasi. El contexto político es muy diferente. Los británicos no vivimos en una dictadura controlada por un partido único. Pero tampoco es "un caso aislado", como protestan siempre los ministros.
Casi cada semana aparece una nueva revelación sobre cómo está recortando nuestro gobierno otro pedazo más de nuestra libertad, siempre en nombre de algún bien real o imaginario: la seguridad nacional, la protección frente al crimen, la cohesión comunitaria, la eficacia o nuestra "relación especial" con Estados Unidos. La libertad se queda para el final.
No hay duda de que la lucha contra el terrorismo exige ciertas restricciones. Pero resulta que tenemos más circuitos cerrados, una base de ADN más grande, un Registro Nacional de Identidad más ambicioso (e impracticable), más poderes policiales y más vigilancia del correo electrónico que cualquier otra democracia liberal comparable.
Timothy Garton Ash
Historiador, Universidad de Oxford y de Stanford