La luz sobre las cosas, de Maria Eugenia Castagnola
Palabras del Premio Nacional de Literatura, Fernando Sánchez Sorondo, al presentar el libro de poemas de la poeta y abogada argentina María Eugenia Castagnola, La luz sobre las cosas, alineado misteriosamente con su título. El tono, la atmósfera, la esencia del conjunto irradian tanto una luz morosa y desapegada sobre la palabra, como paradójicamente, un secreto fervor. Ofrece, así, mucho de esa belleza anónima de las catedrales góticas y de los textos perennes de la antigüedad.
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Lenta luz sobre las cosas
Las cosas que sobreviven a las personas, y que de pronto nos devuelven a los muertos amados a través de un anillo, de un reloj o de un libro subrayado, configuran el duende, el disparador de este poemario. Un canto a las cosas y a su luz, que en verdad es lenta y otoñal, como una vislumbre de su eternidad.
María Eugenia es una de las poetas más singulares que he conocido porque ilumina las cosas, objetos y escenarios –“Jardín en el aire”, “Buque en desagüe”, “Estación de trenes”, etcétera- y los eleva a la categoría de espíritus. Es una verdadera alquimista. Una cosa seria, si puedo jugar con las palabras.
Y, como escribí en la contratapa del libro que nos convoca para referirme a sus versos: “El tono, la atmósfera, la esencia del conjunto irradian tanto una luz morosa y desapegada sobre la palabra como, paradójicamente, un secreto fervor. Nuestra poeta ofrece así mucho de la belleza de las catedrales góticas y de los textos perennes de la antigüedad”.
Ha logrado lo máximo que un poeta puede alcanzar: el anonimato. Es anónima, se ha despojado de ese nombre y esa personalidad y ese estilo egoico y quedó absorta en el Ser. Su poesía se canta sola y desde su propio silencio como un eco. Sencillamente ocurre, como ocurren la luna y las estrellas.
Este es un libro destinado a interrumpirnos, a salir de sus páginas distintos de lo que entramos.
Es una experiencia fantástica.
Fernando Sánchez Sorondo