La moda de los premios Nóbel

En los últimos años se han puesto de moda la recolección de firmas para postular a personalidades al Premio Nóbel de la Paz. Se postulan a presidentes, organizaciones, comités. Las listas de correos son bombardeadas por entusiastas que lanzan la candidatura y piden firmas. En actividades internacionales también aparecen los buscadores de apoyo para el Nóbel, institución que por lo general no les para mucho, por millones que puedan ser. Siendo, tal volumen de firmas más importantes que el premio en sí, pues representan el reconocimiento de un gran colectivo hacia una persona o institución. Eso ya es todo un honor, porque los comités de los premios, en particular el Nóbel de la Paz, se componen de sólo de cinco personas.

Vivo diciendo que todos esos premios han sido creados para certificar buenas conductas. Por supuesto que a veces sus otorgantes se lavan el rostro premiando una que otra vez a un indiscutible de las letras, de las ciencias o de la paz. Porque hay hombres y mujeres tan grandes que sus nombres son un prestigio para cualquier premio. Si bien, los hay tan inmensos como Mahatma Ghandi que ese tipo de certificado le queda enano, por lo que tal vez por eso nunca se les ocurrió otorgárselo, como tampoco se lo otorgarían a tantos gigantes de la literatura suramericana que pueblan nuestras bibliotecas.
 
Al francés Jean Paul Sartre, cuya sola mención reactiva las neuronas del conocimiento lo intentaron censurar con el Nóbel de Literatura. Y ¡Oh sorpresa! Lo rechazó. La Academia Sueca tembló, los ojos del mundo se desorbitaron. Los materialistas no podían creer que hubiese alguien capaz de refutar tal gloria para sí y su país, y menos quedarse sin aquel dineral. Jean Paul sólo era consecuente con su lógica "el hombre está condenado a ser libre".
 
Sartre tenía claro que el Nóbel significa la expresión más elegante del sistema del que él había escapado. Para quienes se desviven por esos premios del estatus, he aquí el rechazo escrito de Jean Paul: "Se trata aquí y así lo ha entendido todo el mundo, de una maniobra. No acuso a ningún miembro de la Academia Sueca de haber hecho una maniobra: son cosas que se producen casi objetivamente, ¿no es cierto? Pero considero que no es posible aceptar un premio que no es verdaderamente internacional, que es un premio del Oeste. Como para mí, precisamente, el verdadero problema reside en el enfrentamiento cultural del Este y del Oeste, la unidad en cierta medida contradictoria de ambas ideologías, su conflicto, su libre discusión, pienso que ese premio se dio de una manera que no me permitía aceptarlo, objetivamente"
 
Y más adelante dice: "Por consiguiente se creaba la impresión de que el premio se daba a un hombre de izquierda, pero se daba al mismo tiempo a un pequeño burgués".Y remata: "¿Por qué no se me dio ese premio durante la guerra de Argelia? … para la época ya tenía bastante edad para recibirlo, mientras luchaba, junto a mis compañeros intelectuales, por la independencia de Argelia, contra el colonialismo… Si se me ofrece el premio en ese momento habría considerado oportuno aceptarlo, porque ello hubiera manifestado el apoyo de la opinión pública a la lucha por la independencia de aquella gran nación

Reinaldo Bolívar

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