La necesidad de una nueva Bauhaus, una visión transdisciplinaria de la arquitectura
En 1919 en Weimar, Alemania, nació la llamada escuela Staatliche Bauhaus, cuyo significado es “Casa de la Construcción Estatal”, fundada por el arquitecto y urbanista Walter Gropius, quien buscaba democratizar el arte y unificar varias disciplinas en la arquitectura. Fue un esfuerzo intelectual y visionario para unir la creatividad de artesanos, calculistas, dibujantes, diseñadores, escultores y pintores para enfrentar las complejidades de un país derrotado en la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y dar acceso a viviendas bien construidas para la emergente clase trabajadora.
Sin duda que constituyó una respuesta política desde el arte a la realidad alemana y europea al término de la conflagración bélica que dejó una secuela de horrores y destrucción, al mismo tiempo que se asentaba la modernidad del siglo XX, con el crecimiento de las ciudades y la influencia de la ideología en gran parte del continente. Se rompía con la tradición clásica de una arquitectura conservadora en sus formas y colores, centrada en grandes palacios o castillos.
Había que dar vida a edificios y casas para la gente común y corriente, para los trabajadores y obreros. Soplaban los vientos de la Revolución Rusa y el surgimiento de la Unión Soviética donde se levantaba una pretendida nueva sociedad y se construían cientos de miles de viviendas para los sectores populares.
A Chile llegaron los ecos de la Bauhaus a través de arquitectos formados en el viejo continente como Luis Mitrovic, fuertemente comprometidos por el surgimiento de una nueva manera de satisfacer las demandas sociales en el plano de la construcción. Recordemos que Matta, amigo íntimo de Mitrovic, ya graduado de arquitecto, viajó a Moscú en 1936 para ver cómo se construían casas para los obreros.
La influencia de la escuela de la Bauhaus en Chile coincidió con los años del proceso de industrialización impulsado por los gobiernos progresistas de la época encabezado por el presidente Pedro Aguirre Cerda, quien dio vida a la Corporación de Fomento (CORFO) luego del devastador terremoto de Chillán de 1939. Sus huellas en nuestras ciudades quedaron plasmadas en grandes edificios en Santiago, Arica, Chillán o Concepción.
El concepto de unir diversas disciplinas para un fin determinado, hoy podríamos calificarlo como los primeros pasos de lo que se conoce como transdisciplinariedad, donde diferentes disciplinas cruzan sus fronteras, convergen para buscar un lenguaje común y abrir la oferta de propuestas a un mundo cada vez más diverso. Filósofos como el francés Edgar Morin o el físico cuántico rumano Basarab Nicolescu, entre otros, han planteado que ante las complejidades del mundo contemporáneo se debe tener una visión holística para dar respuestas amplias a los problemas cada vez más complejos del mundo.
Lo anterior cobra mayor validez hoy, con la cuarta revolución industrial en curso, el cambio climático, las migraciones o el crecimiento de la población, por mencionar solo algunos, y que están modificando sustancialmente nuestra forma de vida. Por tanto, la transdisciplinariedad propone considerar una “realidad multidimensional” (Nicolescu) para reemplazar la visión unidimensional, lo que implica un proceso cultural que exige romper monopolios del conocimiento y hacer colaborativas a las disciplinas.
También es una oportunidad para la Universidad de Chile, pionera en el país en promover la transdisciplinariedad para enfrentar los problemas y desafíos cada vez más complejos de la sociedad y donde ya no basta una sola visión, una sola mirada para los acuciantes problemas que enfrentamos. De ahí que valga la pena destacar el proyecto Laguna Carén que lleva a cabo la principal casa de estudios del país, cuya construcción ya se ha iniciado y pretende llegar a ser unos de los centros transdisciplinarios más importantes de América Latina para dar respuesta a los desafíos del siglo XXI.
Esperemos que ahí se gesten las respuestas a los muchos problemas que el país enfrenta y que la imaginación, la innovación, la ciencia, el arte y la filosofía confluyan en ese privilegiado lugar.
Retomando el concepto de la Bauhaus, entre los muchos temas pendientes de Chile, uno de los mayores es dar respuesta a la carencia de viviendas para terminar con el hacinamiento y pobreza en que vive una parte importante de nuestros compatriotas. De acuerdo con las cifras entregadas por la Cámara Chilena de la Construcción, son más de 700 mil las casas o departamentos que el país necesita para resolver un problema endémico y que afecta a 2,2 millones de personas, en base a los datos entregados por el censo de 2017 y la encuesta Casen de 2018.
Los esfuerzos a través de subsidios estatales, iniciativas edilicias o de estudios de arquitectos, como Elemental, son importantes sin duda, pero a la luz de las cifras, insuficientes. El desafío para el país debe ser enfrentado con una mirada transdisciplinaria, porque no es un tema solo de arquitectos y constructores.
Se requiere precisamente una mirada holística, con participación, por cierto, de ingenieros, arquitectos y constructores, pero también de sociólogos, paisajistas, gerontólogos, ecologistas y urbanistas, entre otros, para dar respuestas sustentables, sólidas, espaciosas, a la necesidad de una población marginalizada y en muchos casos humillada -como ocurrió con las casas COPEVA- que exige antes que nada dignidad y también participación.
Es una tarea de Estado, es decir exige una mirada larga para varios gobiernos independientemente de su color, que deberán impulsar políticas públicas de manera gradual, responsable, pero sostenida, de acuerdo con el crecimiento de la economía. Es el único camino para hacer de Chile un país de reencuentro, digno y constituirá un paso verdadero hacia el desarrollo.
*Economista de la Universidad de Zagreb en Croacia y Máster en Ciencia Política de la Universidad Católica de Chile. Exembajador, actualmente es Subdirector de Desarrollo Estratégico de la Universidad de Chile. Publicado por Off the record, Chile, el 2 de octubre de 2020.