La permanencia de la posverdad

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¿Qué preferimos, la verdad o el poder? Quien tiene poder controla el mundo y su mejor aliado son las noticias falsas. Si hay alguna duda solo  miremos la historia. Posverdad contiene la creencia de que antes hubo verdad… Pero ¿alguien puede decir cuándo fue este antes? ¿Durante la guerra fría; después de la revolución francesa,  o durante el medioevo?

La posverdad no es algo nuevo. En realidad, ha sido nuestro estado permanente. Desde tiempos inmemoriales lo que ha pasado por verdad no ha sido más que fábula, leyenda y mito. Los antropólogos, historiadores y constructivistas sociales desde hace bastante tiempo han venido insinuando que la ficción es la que ha permitido extender nuestras relaciones mas allá de la familia, la tribu y la nación.https://www.enlacejudio.com/wp-content/uploads/2019/02/Yuval-Noah-Harari-591031_1.jpg

El historiador judío Yuval Noah Harari sostiene que al ser humano le gusta contar historias porque ellas explican mejor cómo funciona el universo. Cuando preguntamos, por ejemplo, por el sentido de la vida queremos una historia que explique lo que la realidad es y cual es nuestro papel en el espectáculo cósmico.

Por más de dos mil años la Biblia ha sido en el Occidente la voz de la verdad, el Libro Sagrado que contiene el último fundamento del mundo y de nuestros valores e instituciones sociales. Hasta el siglo XIX el mito de Adán y Eva en el Paraíso fue la versión oficial de nuestro origen y hasta hoy día los fundamentalistas cristianos insisten en que cada palabra del Libro es literalmente verdadera.

Sin ningún rasgo de evidencia, el Nuevo Testamento nos hace creer que el hijo del Creador del Universo nació de una virgen aproximadamente 2.000 años atrás. ¿Qué evidencia tenemos de que ésto ocurrió en Galilea y que él es realmente el hijo de Dios? Ninguna y, sin embargo, el mito cristiano ha dado origen a una variedad de instituciones y guerras globales que hasta hoy nos siguen agobiando con su peso.

Resultado de imagen para nuevo testamento y coranLa historia musulmana cuenta que -al comienzo- Alá creó el universo y estableció sus leyes que fueron reveladas al hombre en el Corán. Desgraciadamente los malvados se rebelan en contra de Alá y depende de los musulmanes virtuosos mantener la ley, difundirla y asegurar su obediencia. Llevado al límite del fanatismo la manutención de la ley, ha causado inmenso dolor y muerte en el pasado y en el presente.

En la épica hindú Bhagavadgita, el gran guerrero príncipe Arjuna, duda en pelear y matar a sus enemigos en donde también se encuentran sus amigos y parientes. El Dios Krishna le explica que dentro del gran ciclo cósmico cada ser posee un “dharma” único, el sendero que se debe seguir, el deber que se debe cumplir. Si cumples tu “dharma”, no importa cuan difícil sea, encontrarás la paz mental y la liberación de toda duda. Si te niegas a seguir tu sendero o tratas de adoptar el de otro perturbarás el balance cósmico y nunca encontrarás la paz y la felicidad.

No importa cual sea tu “dharma”. El sirviente que sigue fielmente el sendero del sirviente es superior al del príncipe que se desvía del sendero del príncipe. Arjuna, habiendo entendido el sentido de la vida, sigue su “dharma” de guerrero y mata a sus amigos y parientes, guía a su ejército a la victoria y llega a ser uno de los héroes más queridos del mundo hindú.

Éste es el mensaje: quédate en tu lugar y no disturbes el orden eterno de la sociedad y del cosmos. ¿Quién se Resultado de imagen para Bhagavadgitabeneficia con este mensaje? El mito nacionalista se nutre de historias llenas de heroísmo, de desastres que nos enfurecen y de injusticias cometidas en contra de la nación. Benditos sean los mártires que defienden la libertad y engrandecen las fronteras del país. El culto a la nación es extremadamente atractivo porque hace creer a la gente que pertenecen a la cosa más importante del mundo.

El horror de la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, nos da un indicio de las terribles consecuencias que las fábulas nacionalistas pueden tener.

Hoy en día Estados Unidos se autoproclama como la nación excepcional. El Dios del Antiguo Testamento vuelve a renacer en el fundamentalismo cristiano estadounidense en la forma de un nuevo contrato político que reafirma el mito escatológico del dominio americano y del fin del tiempo con la segunda venida de Cristo. La retórica del excepcionalismo siempre ha estado en el centro de la conciencia política de esta nación: American Dream, The founding covenant, The redemptive empire, The beacon on the hill” .

Una ideología política que no se expresa en términos estrictamente religiosos, sino que se funde con el vocabulario político que habla de la lucha por la democracia y la libertad en contra del totalitarismo y la dictadura. El resultado es la guerra permanente y la expansión y el dominio imperial que deja una secuela de destrucción y muerte.

Resultado de imagen para american dreamInmensos imperios y sistemas sociales se han creado a través de la historia en base a puras ficciones. Pero, ¿por qué, a pesar de la ausencia de toda evidencia, adherimos a ellas con toda nuestra fe? Como nota Harari, desde el comienzo de la historia chamanes y sacerdotes han empleado el rito como un acto mágico que transforma lo abstracto en concreto y la ficción en realidad.

En la ceremonia de la misa el sacerdote toma un pedazo de pan y un vaso de vino y proclama que el pan es la carne de Cristo y el vino su sangre y que al comerla y beberla el creyente logra la comunión con Cristo. ¿Qué podría ser más real que saborear a Cristo?

La interpretación del sacrificio de un caballo, según El Brihadaranyaka Upanishad, es el recuento de toda la historia del cosmos: la cabeza es el amanecer, los ojos son el sol, su fuerza vital es el aire y el cuerpo es el año; sus miembros son las estaciones, sus huesos las estrellas y su carne, las nubes.

Casi cualquier cosa puede transformarse en un rito, incluso los gestos mas cotidianos como prender velas, tocar campanas, contar el rosario, arrodillarse, postrarse, juntar las manos, saludar a la bandera o cantar el himno nacional con la mano derecha en el corazón adquieren, de pronto, profundos significados religiosos o políticos.

Los políticos, sabiendo la eficacia del rito, lo han cultivado en la elaboración de intrincados protocolos que no tienen nada que envidiarles a las ceremonias religiosas. Para los militares, hasta el día de hoy, la disciplina y el ritual han sido inseparables y pasan horas y horas marchando en perfecta formación, saludando a los superiores y limpiando las botas… cuando no están ocupados matando a otros. Imagen relacionada

De todo los ritos, el sacrificio -dice Harari- es el más potente porque el sacrificio es lo más real. No se lo puede ignorar ni dudar. Si realmente quieres que la gente crea en alguna ficción motívalos para realizar un sacrificio en su nombre. Es suficiente que se sufra por una historia para convencernos que la historia es real. Es por eso que dioses, naciones y revoluciones necesitan mártires para sostenerse.

Si la voluntad para autosacrificarse es escasa, el sacerdote puede sacrificar en el altar de los dioses al herético, quemar a las brujas o sacrificar a un animal y el líder de la nación, sacrificar a las minorías étnicas. Esta es la cosa: si se quiere conocer la última verdad de la vida, los ritos son un obstáculo. Pero, si se quiere estabilidad social y armonía, los ritos son sus mejores aliados.

La modernidad, dice Harari, a pesar de todo su culto a la razón, no rechazó las historias del pasado, sino que las colocó en el mercado de las ideas para que cada uno pueda elegir o combinar unas con otras de acuerdo a las propias inclinaciones. El problema es que todas estas historias siguen siendo falsas. No hay un diseño divino, no hay dharma ni pueblo elegido.

Es la mano del hombre la que escribió la Biblia, el Corán, el Veda y las glorias de la nación. El liberalismo es lo más cercano a lo que hemos llegado para liberarnos de toda esta mitología. El sentido de la vida no viene desde fuera, sino que es uno el que le da sentido a través de sus elecciones y sentimientos. Cualquier cosa que limite la libertad para sentir, pensar, desear o inventar, limita el sentido del universo.

Quienes creen en esta historia, que en el fondo es solo otra historia, creen en el poder para crear y en el poder del libre albedrío. ¿Pero, somos realmente libres para elegir, no solo a nivel social, sino también, ontológico? No controlamos el mundo fuera de nosotros y no decidimos cuando va a llover o cuando parar un terremoto. No gobernamos nuestro cerebro. No podemos decirles a las neuronas cuando disparar ni tampoco podemos decidir que deseos tener.

Resultado de imagen para liberalismoEstas no son manifestaciones del libre albedrío, sino productos de procesos bioquímicos influidos por factores culturales que están más allá de nuestro control. Controlamos, o por lo menos intentamos controlar, el mundo de acuerdo a nuestros deseos… pero ¡cuidado con lo que deseamos!. El Buda -hace mas de 2.500 años-  fue más allá del liberalismo: La vida carece de sentido y no necesitamos crear uno. ¿Qué hacer, entonces? Nada.

Sin embargo, sus seguidores, habiendo aceptado que la vida no tiene sentido, encuentran sentido explicando esta verdad a otros, argumentando con los que no creen, creando monasterios, donando dinero, etc, etc. La historia del budismo está llena de paradojas. Podemos comprender que gente mate por la gloria de Dios, aunque sea una desdicha, pero que gente que cree en la transitoriedad y vacuidad de los fenómenos, en la importancia de no atarse a nada, luche por un país, un gobierno, un templo, el significado de una palabra, incluso persiga y mate a otros, como en Birmania y Sri Lanka, es realmente extraño.

Las historias sostienen nuestra cultura y nuestro mundo social y por ello no somos muy buenos en distinguir entre realidad y ficción. Por eso una dosis de escepticismo no estaría mal. No se trata de negar toda creencia o que el conocimiento no sea posible, sino de aplicar la razón y el pensamiento crítico para determinar su validez.

Eso es algo que ya los griegos de la antigüedad habían empezado a hacer con Sócrates y que muchos otros han continuado hasta hoy. La advertencia del escéptico es que nunca podemos estar seguros de que hemos obtenido la verdad, incluso cuando creemos que lo hemos logrado.

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