La revolución árabe en el escenario mundial

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Comenzó en Túnez, siguió en Egipto, ahora se continúa en Libia. Un vendaval de movilizaciones populares, que tiene a los jóvenes como principales protagonistas, recorre los países árabes del Norte de África, zona conocida como Magreb. Estos movimientos de masas, hasta ahora, están  limitados a esa zona aunque nadie puede garantizar cuáles serán sus límites geográficos, ni el desarrollo de su futuro. Lo cierto es que en Túnez la revuelta se inició el 17 de diciembre pasado y culminó –esta etapa- el 14 de enero con la fuga de Ben Alí a Arabia Saudita. En Egipto la protesta comenzó a tomar cuerpo el 25 de enero y el 11 de febrero Hosni Mubarak buscó refugió en la zona turística próxima al Mar Rojo. En ambos casos las Fuerzas Armadas han quedado como dueñas de la actual situación y de una transición cuyo destino final es una absoluta incógnita.
A partir del 26 de enero las protestas van adquiriendo peso en Libia, un país poblado por algo más de 6 millones de habitantes. El gobierno de este país tuvo un recorrido distinto al de Túnez y Egipto. Es el primer país independiente del África (1951). En 1969 el Coronel Muammar al-Gaddafi, destituyó al Rey Idris e inició un proceso novedoso al que, en 1977, denominó revolución socialista (Yamahiriya o Estado de las Masas). Abiertamente enfrentado a las potencias occidentales y asentado en el control del petróleo promovió una serie de reformas sociales de magnitud. En estos 42 años su población pasó de 1 a más 6 millones de habitantes. El nivel económico, desarrollo humano y expectativas de vida son las más altas de toda África y son semejantes a las de Argentina y Méjico. En 1986 las principales ciudades Libias fueron bombardeadas por la Fuerza Aérea norteamericana (durante el gobierno de Ronald Reagan), muriendo una de las hijas de Gaddafi. Acusado de promover guerrillas y atentados fue aislado internacionalmente, en los últimos años intentó recomponer su relación los países occidentales.
Si bien cuesta encontrar los puntos comunes entre estas rebeliones vale la pena el intento de ubicarlos. Con diferente nivel de incidencia en cada podemos resumirlos en estos 5 elementos: Demandas por Pan y Trabajo; mayor presencia del islamismo; cansancio ante la continuidad de gobierno fuertes sin límites en el tiempo; creciente influencia de las redes sociales de comunicación entre los jóvenes y los juegos de la política internacional.
Las demandas por pan y trabajo se han dado en los países más occidentalizados, como Túnez y Egipto. En esos casos se ha hecho sentir las secuelas de la crisis de sus vecinos, los europeos.
La mayor presencia del islamismo tiene que ver con las características de los procesos de los tres países mencionados. En el caso de Libia se trata de sectores islámicos extremos, que tienen  relevancia e influencia en la zona de la segunda ciudad de Libia -Bengasi- donde no se  descarta la creación de un Emirato Islámico independiente. En Egipto es más fuerte la presión de islámicos moderados (hermanos musulmanes).
El protagonismo de los jóvenes aparece, además del problema laboral, con la influencia de las redes sociales y el hartazgo de gobiernos sin recambio.
Por un lado las redes sociales, a las que Hillarie Clinton promete “ayudas”, para que sirvan como propaganda del “estilo de vida occidental”. Sin llegar a pensar que sean hoy lo más importante no se puede desdeñar su influencia particularmente en los sectores juveniles universitarios. Por otro lado la continuidad de regímenes fuertes, que gobiernan desde hace varias décadas, sin recambio a la vista, han sido el detonante de transformaciones que la juventud ve como urgentes e imprescindibles, sin importarle el prestigio y los cambios que esos mismos regímenes produjeron décadas atrás.
Por último es innegable la presencia del juego de vastos intereses internacionales, además de los ya citados en la cuestión de las redes sociales. En este sentido a los países occidentales, particularmente Estados Unidos, Israel y Europa -perdedores en los casos de Túnez y Egipto- se le aparece la oportunidad –con el tema de Libia- de tomarse venganza de un régimen que durante años los hostigara fuertemente, habiendo sido símbolo de la resistencia de muchos pueblos en lucha y movimientos revolucionarios reacios a someterse a sus conveniencias.
 

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