Lagos Nilsson* /Amenazas sobre Chile: los nuevos quiltros

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Ezquincle (o escuincle) llaman a los niños pequeños en México; es un vocablo entre cariñoso y despectivo —lo que es común en el mundo tratándose de niños—; en nahuatl escuincle (o ezcuincle) significa perro; en Chile los llaman a los pequeños cabros o cabritos: otro animal. Y quiltro es una variedad canina: los de raza indefinida —que viven habitualmente en las calles. Muy cierto, ¿y los niños?

 

El perro callejero —en rigor el perro abandonado— es parte del folclor urbano; abandonar perros es una costumbre internacional. Alguna vez un canta-autor, Alberto Cortez, escribió El Callejero en honor a esos animales forzadamente libres, sin embargo presos de soledades y malos tratos que jamás buscaron. Los perros son animales de manada. Como sus primos mayores, los lobos.

 

En Santiago son hasta fotografiados por los turistas los perros —»perros vagos» también se los llama— que merodean alrededor de la casa de gobierno, Palacio de La Moneda. Debe de ser porque ellos, los canes, participan del convencimiento que tenía Raúl Ruiz (cineasta al que sus amigos decían Perro), de que La Moneda de palacio no tenía nada, pareciéndose mejor a una gigantesca bodega.

 

Las bodegas proporcionan a los perros cierto «confort» y abrigo cuando hace demasiado frío y llueve; son buenos refugios en los que a veces incluso se puede cazar una rata de regular tamaño para engañar al hambre. Hambre se llama la compañía permanente de esos perros, no obstante son espantosamente pocos los transeúntes mordidos por ellos —y por lo general la dentellada es respuesta instintiva a un pisotón o una patada en las costillas. No se deje engañar, en todo caso, todos le dirán que los perros callejeros son malvados.

 

Lo que me recuerda el título de este articulo: la amenaza que pende sobre el país, demasiado insignificante para parir héroes contemporáneos o para concebir espadas como la Damocles, las amenazas que penden en realidad asoman no más alto que los tobillos.

 

Somos injustos: el país, sus mujeres, paren héroes, pero la costumbre es ocultarlos, negarlos, olvidarlos. El cualquier lugar de la Tierra, por ejemplo, Salvador Allende es un héroe —y un héroe de acuerdo a las más estrictas normas de la tragedia—, en Chile algunos pelafustanes de la política, salvados por azar de la famosa Tarpeya, insisten en que es culpable de todos los males. Culpable —y la culpa va más allá de la mera responsabilidad.

 

Héroes en el Chile de la perversión son los que ceden a las sirenas, las sirenas cantan en el «mall», son sus copilotos procaces a bordo de los «city cars» en boga, escriben los discursos políticos y asesoran —es un decir— a los gobernantes. Los héroes chilenos hablan tonterías por la tele y se enojan cuando preguntan y el entrevistado les responde con algo parecido a conocimiento. O inteligencia. Pero ellos, esos héroes, no son perros —no al menos mientras viven, que cada quién sabrá cómo muere.

 

Entonces los quiltros de Chile se tornan peligrosos. Grandes investigadores y etólogos —por micrófonos, creo, de Radio Santiago, sentenciaron y advierten: los quiltros contemporáneos no son los abandonados de antes; ahora son perros vagos que incluso podrían aspirar a un reconocimniento que los eleva sobre el medio pelo general.

 

Dicen que se mestizan con representantes de Rotweiller, Pittbull y otros temidos por su ferocidad. Antañon era la perrita «policial», quizá la poodle regalona la que daba el malpaso —a modo de costurerita de tango— con el vago que siempre estaba cerca de la carnicería del barrio (y alguna vez conseguía un hueso).

 

Consigna la información que la unidad de veterinaria de la prestigiosa (¿lo será?, si no valga la gentileza) Universidad Iberoamericana de Ciencias y Tecnología determinó esa novísima y peligrosa «morfología del típico can criollo». Es decir: nos puede asaltar —como si fuera una súper tienda, una compañía telefónica, una financiera o un crédito cualquiera— un perro más fuerte y agresivo.

 

¿Acaso, además de rotweiller y pitbull se habrán mezclado con esos torturadores que suelen —o solían— salir de sus cómodas «prisiones-resort» a pasear, a hacer compras o a disfrutar del paisaje que se aprecia desde el Hospital Militar? Es dudoso, conociendo a los perros es poco probable que a esos prohombres le hubiera sido fácil intentar violarlos.

 

Un paseante extranjero con el que tomaba un café antes de arrancar de las fuerzas del orden y charlábamos sobre quiltros, pronunció un chiste de dudoso chiste: «¿y si se mezclaron con las fuerzas especiales?» Naturalmente y ofendido en mi condición de chileno no le respondí.

 

No le respondí, pero…

 

Pero es imposible no recordar la palabra ezcuincle (o escuincle), ya sin ningún sentido cariñoso, aplicada en México, reitero, a los niños. Y me pregunto: ¿qué trato reciben los niños en este país?

 

Seamos honestos, lector: van a colegios de mierda; un gran número de profesores son una mierda a la hora de enseñar; los gobernantes prometen como si fueran personas de mierda —y encima no cumplen—; la policía los trata como la misma mierda, a palos; les dicen «no jodan, cabros de mierda».

 

He visto en la tele, noticias de otros países, que la policía suele acompañar a los manifestantes para cautelar el orden, su seguridad y evitar contra manifestaciones; no hay mucha información de policías que se disfracen de manifestantes y promuevan destrozos —como sucede, ¡ay!, en este país sin héroes o de héroes negados.

 

El gobierno asegura que «los comunistas» mueven a los chicos estudiantes, la prensa afirma que los revoltosos son «anarquistas» (¿finalmente comunistas y anarquistas han hecho la paz y operan en conjunto? Cosas veredes…).

 

Es probable que comunistas intenten eso de revolver el río para sacar peces, pero convengamos que la cosecha es exigua (nos perdone dios, o el PC, Camila); también es posible que los anarquistas se valgan de piedras —la piedra al fin y al cabo es de difícil comando y tiene un vasto pedigrí en materias como revueltas, insolencias, insubordinaciones, rebeldías,

 

Lo que no se entiende es la falta de capacidad analítica del gobierno (que comprende a los administradores del Estado como a quienes ejercen de oposición, considerando que ayer nomás fue al revés), su mierdosa falta de voluntad política, su incultura terrible, su querer desplazarse al margen de la historia, su egoísmo, su espantoso, inhumano egoísmo.

 

Hoy es martes 14 de agosto. Se han tomado y retomado algunos liceos. Llueve. Escucho sirenas policiales, probablemente sobre la lluvia habrá «guanacos» y «zorrillos» pestilentes, llamados al orden; el vocero de gobierno despotricará, los prohombres (y promujeres) de la oposición callarán generosos o dirán mierdosidades. Las sirenas sonreirán, su canto tiene efectos.

 

¿Y los niños qué? ¿Esperan todos (todos: PC, gobierno, anarcos, Concertación) que mueran alguno de un perdigonzao, un bastonazo, neumonía? ¿Que se cumpla el sueño loco de un policía loco y después haya que recoger a una chica violada en un bus policial, en un calabozo, en un descampado (ya les pegan, vejan, tocan sin mayor disimulo).

 

Pero no, los quiltros son noticia —y lo son porque quiltros y todo fornican con «razas superiores» y sin usar capucha).

 

Cerremos el país y abramos un circo; los políticos aportarán con el museo teratológico de la moral en curso. Ojalá, contrario sensu, tenga razón aquel y se abran las anchas alamedas… aunque para eso se precisan querer ser libres; las alamedas no se abrirán solas.

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