Las “armas químicas no letales (¡súper sic!)” de Baby Bush
Alfredo Jalife-Rahme
La aciaga presidencia de Baby Bush ya fue marcada por el estigma de sus mendacidades sobre la posesión de “armas de destrucción masiva”(ADM) de sus enemigos, como acaba de revelar su anterior jefe de prensa y ex íntimo amigo, el texano Scott McLellan, en sus demoledoras memorias que han puesto de cabeza a una agónica administración que acapara el mayor repudio internacional y, sobre todo, doméstico.
Las armas nucleares, biológicas, químicas y radiológicas pertenecen a la panoplia de las laxamente definidas ADM, es decir, susceptibles de aniquilar gran número de seres humanos y/o provocar inmenso daño a la infraestructura y a la biosfera.
El tema de las ADM se ha vuelto el instrumento favorito del régimen torturador bushiano, su principal poseedor y utilizador mundial en todas sus variantes, para exorcizar a sus enemigos gracias al terrorismo desinformativo de sus omnipotentes multimedia que deberían formar parte de la definición original debido a la devastación planetaria que promueven mediante sus mendacidades. En su tratamiento del “caso Irak” quedó manifiesta la manera en la que el régimen torturador bushiano inventó la posesión de armas químicas con el fin de capturar su oro negro.
Cabe señalar el delicado asunto de las armas químicas,uno de los componentes letales de las ADM, que revela en todo su resplandor el desprecio del régimen torturador bushiano al derecho internacional, al que violenta mediante su uso indiscriminado de la fuerza bruta: su línea de solución a los contenciosos políticos del mundo.
La Convención de Armas Químicas (CAQ), firmada por 184 países, consiste en un acuerdo administrado por la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPCW, por sus siglas en inglés), que es independiente de la ONU y que elaboró varios pasos desde su inicio hasta la destrucción completa de los arsenales contemplada para abril del 2012. Albania es el único país en haber completado la destrucción estipulada.
Bajo un acuerdo del G-8, el apoyo financiero para la destrucción del arsenal químico ruso provenía primordialmente de Estados Unidos, además de Gran Bretaña, Alemania, Holanda, Italia y Canadá que aportaron en su conjunto alrededor de 2 mil millones de dólares en 2004.
La Oficina de Contabilidad General (GAO, por sus siglas en inglés), anunció que no concluiría la destrucción total en la fecha límite, mientras el Pentágono espera disponer de los ominosos deshechos de su almacenamiento en Colorado y Kentucky hasta 2023 (C&EN; 18/1/07).
Mark Wheelis enuncia que la investigación de las AQNL es “provocativa y desestabilizadora”. Se trata de una “apuesta fáustica”: “la búsqueda de incapacitantes químicos con propósitos militares viola la CAQ” (Issues In Science and Technology; primavera 2003).
Por su parte, Geoff S. Fein asevera que “las AQNL han encontrado su nicho en el combate urbano” y constituyen una genuina guerra química (National Defense, marzo 2004).
La excelsa Federación de Científicos Estadunidenses reporta que las armas bio-químicas no letales “pueden ser colocadas en dos categorías: agentes antimateriales e incapacitantes”; los primeros son microbios creados por ingeniería genética que producen ácidos y enzimas que degradan sustancias como el cemento, lubricantes, poliuretano, pinturas y combustibles; los segundos poseen un efecto “tranquilizante en los humanos, y pueden causar síntomas como náusea, pensamiento desorganizado y alucinaciones”. Hasta donde nos quedamos tales síntomas en siquiatría representan una sicosis funcional.
¿Desea Baby Bush enloquecer al mundo a su imagen y semejanza mediante su nueva guerra química “no letal”?