Las primeras potencias nucleares. Y las otras

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

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Aparte de China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia, que se han comprometido en el Tratado sobre la No Proliferación de Armas Nucleares (TNP) a deshacerse de sus arsenales, hay otros tres países que se sabe poseen esas armas: India, Israel y Pakistán. Los tres se han mantenido al margen del TNP y no han suscrito ningún acuerdo multilateral que los obligue a desarmarse.

Además de esos ocho países, existen otros que algunos creen que están tratando de fabricar armas nucleares. Es muy probable que Corea del Norte -que se salió del TNP- ya tenga media docena de esas bombas. También ha fabricado misiles de mediano alcance. De ahí la inquietud de algunos de sus vecinos, principalmente Corea del Sur y Japón.

Estados Unidos cree, inclusive, que quizás Pyongyang ha empezado a vender parte de su material nuclear. Desde hace una década, Washington ha venido negociando esporádicamente con Corea del Norte, con ayuda de Corea del Sur, Japón, China y Rusia. El tema central de esas conversaciones es buscar una fórmula mediante la cual Pyongyang abandone su programa nuclear militar a cambio de un paquete atractivo de ayuda económica.

La semana pasada Corea del Norte anunció que sólo conversará con Estados Unidos sobre el asunto.

Irán y la bomba

Muy distinta es la actitud de Washington hacia otro país del que algunos tienen sospechas en cuanto a sus programas nucleares. Irán sigue en el TNP, pero no sólo tiene proyectiles, sino también está desarrollando la tecnología para enriquecer uranio y así conseguir el material necesario para fabricar armas nucleares.

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Irán afirma que ese material es para uso en sus centrales nucleares y que no quiere depender de otros países para conseguirlo. En su discurso del pasado dos de febrero, el presidente George W. Bush se refirió a Teherán de la siguiente manera: «Hoy Irán sigue siendo el principal Estado del mundo que patrocina el terrorismo, buscando hacerse de armas nucleares mientras niega a su población la libertad que quiere y se merece.

«Trabajamos con aliados europeos para insistir en que el régimen iraní abandone su programa para enriquecer uranio y cualquier plutonio reprocesado, y que ponga fin a su apoyo al terrorismo».

El primer ministro Tony Blair no tardó en sumarse a la posición de Wáshington. El ocho de este mes dijo que compartía la opinión de que Irán patrocina terrorismo y que debería cumplir con sus obligaciones en materia de no proliferación nuclear. Los otros gobiernos europeos, especialmente Alemania y Francia, que están en pláticas con Irán, han adoptado una actitud más matizada.

Al día siguiente de la declaración de Blair, la secretaria de Estado de Estados Unidos, Condoleezza Rice, advirtió a Irán que, si no daba muestras de buena voluntad de cumplir con sus compromisos internacionales en materia nuclear, su país llevará el caso al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

¿Por qué la ONU?

Desde un principio se pensó que si hubiera dudas acerca de las intenciones de alguna de las partes en el TNP se podría plantear el caso en el Consejo de Seguridad, donde da la casualidad que sus cinco miembros permanentes con derecho de veto son también las cinco potencias nucleares reconocidas como tales por el propio tratado. Y aquí quizás sea oportuno repasar dos aspectos del TNP. Uno es la verificación de los compromisos y el otro tiene que ver con el uso de la energía nuclear con fines pacíficos.

El tratado no dispone nada en cuanto a la verificación del cumplimiento de los compromisos adquiridos por los países signatarios. Son más bien los inspectores del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) los que se encargan de visitar periódicamente las plantas nucleares de las distintas naciones para cerciorarse de que no se está desviando material nuclear -uranio enriquecido o plutonio- hacia fines militares (la construcción de un artefacto nuclear).

Esas visitas se rigen por acuerdos suscritos entre el OIEA y los estados miembros del TNP. Pero, ante los casos de posibles proliferadotes, se redactó otro acuerdo que permite a los inspectores realizar visitas de manera sorpresiva.
La tarea principal del OIEA, sin embargo, es fomentar el uso pacífico de la energía nuclear. Hace 40 años, cuando se negoció el tratado, el mundo creía más en la utilización de la energía nuclear con fines civiles.

El TNP tiene varias disposiciones para asegurar que los países sin armas nucleares tendrán acceso a la tecnología y materiales nucleares necesarios para desarrollar sus actividades con fines civiles. Es más: el tratado habla de la posibilidad de llevar a cabo las llamadas explosiones nucleares pacíficas. Por ejemplo, en esa época el gobierno de Nicaragua estaba pensando en que quizás se podría realizar una de esas explosiones para facilitar la construcción de un segundo canal interoceánico.

Cuando Londres y Wáshington insisten en que Teherán cumpla los compromisos que asumió en el TNP le están exigiendo algo que ellos mismos se han negado a hacer. Ninguno de los dos ha cumplido con las disposiciones del tratado en materia de desarme nuclear.

Lo cierto es que mientras el mundo no se encamine hacia la eliminación completa de las armas nucleares seguirá presente el peligro de la adquisición de esas armas por más y más países. Y no importa si hoy son miembros del TNP. Piensen en lo que está haciendo Corea del Norte. Piensen también en Japón, que posee la tecnología y el material necesarios para construir armas nucleares en unos cuantos meses o semanas.

Asimismo, consideren el caso de India, que durante medio siglo abogó intensamente por el desarme nuclear, presentando propuestas concretas para conseguirlo. Pero Nueva Delhi se cansó de esperar y un buen día en 1998 decidió jugar su carta nuclear.

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* Diplomático mexicano, ex subsecretario de Relaciones Exteriores y presidente de Desarmex AC.

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