Las tres vías europeas/ Lo que faltaba, un idilio entre Le Pen y Salvini

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Brexit, auge del nacionalpopulismo, paro, precariedad, divisiones sobre la política migratoria, distanciamiento de los países de la zona norte y del este de los del sur. Europa está siendo pisoteada, huérfana de acuerdo sobre el porvenir.

Los Estados miembros del norte (la nueva Liga hanseática) se muestran obsesionados por el pacto de estabilidad y la disciplina presupuestaria; los del este desean exclusivamente pertenecer a un espacio mercantil, aprovechando —eso sí— la ayuda de Europa; el eje franco-alemán busca un segundo viento, mientras los países del sur caminan divididos entre un bloque progresista (España, Portugal) y otro, Hungría e Italia, en ruptura con el consenso común. De hecho, existen tres vías europeas.

Hay una vía conservadora, representada por el PPE: es la del estancamiento del crecimiento, que ha disminuido un 50% este año. Su balance, esta última década, es desastroso para la ciudadanía. Y el norte, que domina ideológicamente el PPE, sigue proponiendo recortes.

Hay una vía liberal-centrista, que el presidente Macron pretende liderar. Sus iniciativas, sin embargo, han perdido impulso por naufragio en el muro alemán. Merkel y su sucesora no aceptan ni un mínimo control de la política del euro (conforme a la ideología de la Liga hanseática) ni una política de relanzamiento europeo y discrepan sobre la reforma de Schengen. Es decir, recortes presupuestarios, y con ello, bloqueo de las propuestas de Macron de creación de nuevas instituciones (agencia europea de Protección de las Democracias; oficina de Asilo bajo un consejo europeo de Seguridad Interior; consejo europeo de Innovación para nuevas líneas tecnológicas).

Ahora bien: detrás de estas dos orientaciones, conservadora y liberal-centrista, está la extrema derecha populista, que espera su hora, recogiendo los frutos envenenados de la política antisocial imperante.

Para hacer frente a todos estos desafíos, aparece por fin la de una Europa progresista, con el pulso socialista español, capaz de liderar históricamente un proyecto factible para detener el actual proceso de desagregación de la izquierda europea. Reto cuyo concepto estriba en una sola palabra: lo social.

Para ello, se necesita una flexibilización del pacto de estabilidad, mayor armonización fiscal, mayor control de las entidades bancarias, más protección frente al paro, lucha decidida contra la precariedad y una verdadera política de ayuda a los países africanos para gestionar la demanda migratoria. Pues sin giro hacia lo social, la izquierda desaparecerá; sin cambio de mirada hacia el Sur, Europa se transformará en fortaleza asediada y el odio la hundirá bajo los golpes del nacionalpopulismo.

Estas medidas solo pueden prosperar si un nuevo bloque se constituye, sumando a España y Portugal una socialdemocracia europea renovada, y apostando por una reorientación política y social progresista. Pues Europa debe servir a sus ciudadanos.

*Politólogo, filósofo, sociólogo y catedrático francés, especialista en movimientos migratorios y creador del concepto de codesarrollo. Entre 1997 y 1999 fue asesor del Gobierno de Lionel Jospin y hasta 2004, europarlamentario. En El País, 25 de marzo, 2019.


Lo que faltaba, un idilio entre Le Pen y Salvini

 Eduardo Febbro – Página12|Los líderes de la ultraderecha de Francia e Italia se profesan admiración. Comparten la misma aversión por el euro, los inmigrantes, el Islam, la globalización o el matrimonio igualitario. Hacen campaña para los comicios europeosImagen relacionada

Hay historias de fascinación política que se forjan en un momento donde coinciden la unidad de tiempo y de espacio como una clave secreta para llegar al poder.

Ese es el tipo de historia que se fue armando en el nido de una ambición común entre Marine Le Pen, la líder de la extrema derecha francesa (Reagrupamiento Nacional), y el Ministro de Interior y jefe de los ultras italianos, Matteo Salvini (La Liga). Ambos se profesan una admiración sin límites y comparten el sueño de una alianza orientada hacia el mismo rumbo: el abordaje del Parlamento Europeo en las elecciones del 26 de mayo próximo. “Votar por mí, es votar por ella”, decía uno de los afiches de La Liga que empezaron a circular en 2014. Le Pen y Salvini comparten la misma aversión por el euro, por los inmigrantes, el islam, la globalización, la Comisión de Bruselas o el matrimonio entre personas del mismo sexo. Aunque ni él habla francés ni ella italiano, aunque el uno sea jacobino y laico (Marine Le Pen) y el otro, Salvini, católico, los dos han desarrollado una relación tan intensa que los medios europeos la suelen calificar de “idilio”. Al principio, el idilio fue en sentido único. En 2014, cuando la extrema derecha francesa ganó las elecciones europeas y se convirtió en el primer partido de Francia con 26% de los votos, Salvini era un político clandestino que se paseaba en puntas de pie por la Euro cámara. Ese mismo año, cuando se cruzó con Marine Le Pen en el Parlamento de Estrasburgo, Salvini se hizo un selfie que compartió en las redes.

Marine Le Pen era, para el político italiano, la sirena que, a lo largo de los años, había mostrado la ruta hacia la costa. No hay nadie, en Europa, que haya prosperado con tanta constancia como lo hizo la hija del fundador de la ultraderecha francesa. “La experiencia de Marine Le Pen ha sido importante para nosotros y nuestro crecimiento”, reconoció Salvini en octubre de 2018. Desde 2013-2014, Marine y Matteo integran una pareja política inseparable. Son el motor de esa “Europa de las Naciones” que las ultra derechas del Viejo Continente promueven con tanto éxito. Afiches, camisetas, encuentros constantes, comunicación coordinada, elogios públicos, ambos se respaldan para alimentar una dinámica que ha cambiado de eje. Si Marine Le Pen fue el modelo de la victoria posible, Salvini es hoy el ejemplo del triunfo real. Marine Le Pen no llegó al poder, Matteo Salvini sí.

En el entorno de la política francesa se reconoce que “Salvini es un ejemplo que ayuda, que demuestra que llegar al poder es posible”. Sin embargo, según destilan en los medios los consejeros de Marine Le Pen, las claves del acceso al poder de Salvini se las transmitió Marine Le Pen. Uno de ellos cuenta en las páginas del semanario Le Nouvel Observateur que fue “ella quien la dijo a Salvini que abandonara la línea política original, o sea, el independentismo regional para transformar su partido en movimiento nacional”. El resultado de la estrategia está ahí: la responsable política francesa perdió las elecciones presidenciales frente a Emmanuel Macron (2017) mientras que Matteo Salvini es, desde 2018, vicepresidente y Ministro de Interior de la alianza de gobierno formada con el movimiento 5 estrellas.

Marine Le Pen es la inspiradora, Salvini el alumno que sobrepasó al maestro. La alianza, con vistas a las elecciones europeas de mayo, es indestructible. El uno se ha convertido en una fuente de energía en la cima del poder mientras la otra conserva su caudal inspirador. Los afiches electorales ahondan eses surco: “En Europa, nuestras ideas llegan al poder”, puede leerse en los primeros anuncios de la campaña lanzada por la extrema derecha francesa.

La narrativa que están instalando respeta los contenidos que la ultraderecha viene moldeando desde hace ya 15 años: la “Europa de las Naciones y las libertades” contra los flujos migratorios, contra la Europa de los funcionarios, la globalización y la pérdida de identidad. La ambición de las dos ultraderechas no consiste solamente en ampliar su poder. El anhelo es doble: afianzar los liderazgos nacionales al mismo tiempo que, gracias a ellos, extender su peso en el Parlamento Europeo para terminar aunando, bajo una misma bandera, a los tres grupos soberanistas y populistas de extrema derecha que hoy existen en la Euro cámara y suman cerca de 150 eurodiputados: la Europa de las Naciones y las Libertades (ENL), donde están Salvini y Le Pen: los Conservadores y Reformistas europeos (CRE), donde están los polacos, y el ELDD, Grupo de Europa de la libertad y la democracia directa del británico Nigel Farage.

Si esto ocurriese, los ultra se convertirían, de la mano de Marine y Matteo, en el segundo grupo del Parlamento Europeo, apenas detrás de la derecha del Partido popular europeo. Aliados hoy no faltan a esta pareja ideal: Alemania, España, Bélgica, Hungria, Polonia, Holanda, Bélgica, Austria o Finlandia han visto avanzar a la ultraderecha. Estos y otros países serán, en el futuro, piezas preciosas de esa “internacional populista” que Salvini, Marine Le Pen y tantos otros sueñan con ver existir. Además, contar con un grupo unificado en el Parlamento Europeo sería para estos euro destructores como pasearse con una bomba de tiempo dentro del recinto. Con ellos al frente de esta empresa de reconfiguración, ni la Eurocámara ni las derechas europeas serán las mismas en un corto plazo. Por un lado, las derechas clásicas se acercan cada vez más hacia la ultraderecha para restarle votos y esta última, para ampliar su aspiradora electoral, modela sus propuestas según el enfoque de la derecha tradicional.Hemiciclo del Parlamento Europeo

Marine Le Pen y Matteo Salvini son los capitanes de este viaje hacia las estrellas. La Liga y el hoy Reagrupamiento Nacional (ex Frente Nacional) no parecían destinados a entenderse. El antiguo partido lepenista mantenía más bien relaciones con el partido neofascista italiano, MSI, desaparecido hacia mediados de los años 90 del siglo XX. El peso nacional que fue ganando La Liga acercó a los dos partidos que, ahora, se aprestan a ser los timones de “una revolución pacífica (…) en un momento histórico de Europa” (Marine Le Pen). Sin embargo, hay una sombra en gestación que podría empañar este idilio. Aunque Matteo Salvini diga que él y Marine Le Pen van a “gobernar juntos”, la cada vez más visible inclinación de Salvini hacia la derecha tradicional, identificada en el Euro parlamento con el PPE, puede truncar la gestación de la nueva Europa por la que ambos compiten.

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