Lenguaje «climáctivo» versus «LéxiCO2»

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La educación ya puede pasar en limpio su objetivo central: como alguna vez dejó de priorizar lo religioso para centrarse en las necesidades del Estado-Nación, que hoy cada párrafo y cada palabra sean semilla, abono y riego.

A esta altura de los acontecimientos y a sabiendas que hay consenso científico y apoyo masivo al activismo para dar vuelta siglos de destrucción de la biósfera y, en consecuencia, el sistema climático, es hora de ajustar el lenguaje para apretar las clavijas de nuestro instrumento para codificar lo que recibimos y compartimos: la lengua.

Ya hay muchos medios de comunicación que tienden a dejar atrás el concepto “cambio climático” para usar “crisis climática” o “emergencia climática”, lo que le da la impronta no sólo negativa a ese cambio sino también la necesidad de actuar en consecuencia.

Otro tanto está sucediendo con el uso del término “escépticos del cambio climático” para denominar a quienes creen que son sólo variaciones de ciclos naturales. Hasta se solía invitarlos a los medios para escuchar las dos campanas, sin embargo, hace rato que no representan a más del 3 % de académicos. Lo más pertinente es denominarlos “negacionistas de la ciencia climática”.

Tal vez no haga falta dejar de usar “pérdida de biodiversidad” o “extinción de especies” pero, dejando en claro que no es que “se pierde” o “se extinguen”, hay acciones que llevan a eso. Es una “aniquilación” o “exterminio”, aunque no sea adrede, sino como efecto colateral de la expansión del dominio humano, la negligencia es evidente.

¿“Calentamiento global” dice algo? ¡“Derretimiento global”! En este planeta vivo hay que medir todo en relación al agua. En este punto hay que señalar que en el mundo hispanoparlante no tenemos un concepto más light para “calentamiento global” como en el mundo anglófono que se dividen las aguas entre “Global Heating” (calentamiento) y “Global Warming” (entibiamiento).

Pero, así y todo, un planeta más calentito es mejor para la vida humana que un planeta frío, por tanto, hay que nombrar el efecto inmediato y preocupante del aumento de temperaturas: el derretimiento de glaciares, Groenlandia, la Antártida y el Ártico.

Y ya que estamos: en lugar de “migraciones climáticas”, seamos justos. Los que se van de su país no es para tener más días lindos, es porque sus territorios empobrecidos no se bancaron sequías, huracanes o tifones extremos. Llamémoslos “expulsados climáticos”.

Por supuesto que el oxímoron de “crecimiento sostenible” debe quedar olvidado como solución o directamente como concepto serio. Lo único que necesitamos es “decrecimiento” y hay que luchar para que además de frenar las emisiones y la contaminación, sea al mismo tiempo social y ambientalmente sostenible.

Y ¿cómo llamar a los que se activan para salvar las múltiples vidas en este planeta? ¿“ecologistas”? Ese término tiene más que ver con “el estudio de”, que con poner el cuerpo ¿“ambientalistas”? El ambiente puede ser un monoambiente en un edificio de Buenos Aires. ¿El viejo término “conservacionistas”?

Se confunde con “conservadores” que no quieren tocar el statu quo ¿“Verdes”? Término un poco vapuleado por algunos partidos políticos. En fin, lo que tenemos son activistas por el mantenimiento de la diversidad de las vidas ahora y para siempre. No parece haber aún un término guía, pero es muy probable que si buscamos entre las comunidades originarias hallemos la indicada.

Así como el «wiki» hawaiano es hoy el nombre global de una comunidad virtual donde se comparten conocimientos, así como se difundió el concepto “buen vivir” de las tradiciones de varios pueblos andinos, es posible encontrar la palabra que designe a los que no se resignan a esperar que un colapso climático detenga por sí solo el (a)normal funcionamiento del capitalismo industrial. Una vez que tengamos dicha palabra podemos dar una vuelta por el ecosocialismo o los movimientos socioambientalistas y ver qué pasa por ahí.

Pero si hay algo claro es que la educación ya puede pasar en limpio su objetivo central: como alguna vez dejó de priorizar lo religioso para centrarse en las necesidades del Estado-Nación, como incluso desplazó el foco patriótico para crear estudiantes competentes y competitivos. Hoy la vida, una vida que merezca ser vivida por cada ser, de cada especie y de acá hacia el futuro debe ser el “núcleo de aprendizaje prioritario” donde cada párrafo, cada oración y cada palabra sean semilla, abono y riego de ese objetivo.

 

*Educador, realizador audiovisual y colaborador de la sección Ecología de La izquierda diario y del blog The Oil Crash.

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