Los chalecos amarillos vuelven a las calles y toda Europa contiene el aliento
El gobierno y la prensa ya estaban pronunciando los elogios fúnebres de rigor, pero, sorpresivamente, los chalecos amarillos “revivieron” para dar una nueva sorpresa sabatina: se presentaron por sorpresa en las escalinatas de la Basílica del Sagrado Corazón, en el barrio parisino de Montmartre, y también bloquearon varios pasos fronterizos con España, Bélgica e Italia.
Hubo 220 detenidos en las protestas contra los altos impuestos y la política económica del presidente Emmanuel Macron, entre ellos Eric Drouet, considerado líder de los chalecos amarillos, acusado de portar un arma prohibida. El pasado 7 de diciembre la Fiscalía parisina abrió una investigación contra él por provocación a la comisión de un crimen y de un delito, luego de que llamara –por televisión- a invadir el Palacio del Elíseo.
«Menos concurridas» repitieron los medios hegemónicos, para tranquilizarse ellos mismos ante esta sexta jornada de lucha, aunque fuera una realidad virtual lejana a la realidad. Los datos del ministerio del Interior indican que el movimiento que nació con la exigencia de bajar el precio de la nafta y exige ahora la renuncia de Macron, va perdiendo poder de convocatoria. Pero las calles lo desmienten.
Esta vez, el movimiento ideó una maniobra de despiste: anunciaron en Facebook una gran marcha en Versalles (al oeste de París), pero se presentaron por sorpresa en Montmartre, sobre una colina en el extremo norte de la ciudad. La sexta jornada registró otra innovación: bloquearon varios pasos fronterizos con España, Bélgica e Italia y tuvieron su réplica en Portugal.
Los participantes vestidos con sus simbólicos chalecos fluorescentes, forzaron a la policía a desplegarse rápidamente para acordonar la marcha. Descendieron desde Montmartre hacia las inmediaciones del palacio presidencial del Elíseo, y después se dispersaron por el centro de la ciudad.
La jornada transcurrió con relativa calma en París y los incidentes comenzaron al caer la noche, en el momento de la desconcentración cuando la policía comenzó a lanzar gases lacrimógenos y a disparar balas de goma.
En el resto del país, esta sexta jornada de movilización registró bloqueos a vehículos pesados cerca de la frontera española de la Junquera, donde las cámaras de televisiones mostraron a algunos participantes -supuestamente llegados del lado español de la frontera- enarbolando banderas independentistas catalanas. En otros puntos de Francia, como en Saint-Étienne (sureste), se realizaron acciones de protesta en las rotondas.
La Asamblea Nacional donde el partido de Macron tiene mayoría, aprobó el jueves gran parte de las medidas que anunciara días atrás en beneficio del las demandas de los chalecos amarillos. En respuesta a las intensas manifestaciones, el gobierno anuló el aumento de la nafta, y otorgó 100 euros a aquellos que cobran el salario mínimo. En paralelo, aprobó una partida de 300 euros para 110.000 policías y gendarmes movilizados desde que el 17 de noviembre empezaron los bloqueos.
En un intento de reconectar con una ciudadanía que le percibe como un líder distante y arrogante, Macron puso en marcha un proceso para organizar debates abiertos a todos los ciudadanos del país, entre enero y marzo.
Gilles Le Gendre, jefe de la bancada parlamentaria macronista, explicó el rechazo del pobrerío a las medidas propuestas por el gobierno: “al elaborarlas, el gobierno y yo mismo fuimos probablemente demasiado inteligentes, demasiado sutiles, demasiado técnicos” . Nada mejor para retratar la arrogancia de la elite incrustada en el poder.
Europa contiene el aliento
No solo Francia, sino también Europa, esperaba que las concesiones fiscales y el aumento del salario mínimo que anunció Macron fueran suficientes para sofocar más de un mes de violentas y desestabilizadoras protestas antigubernamentales. Con más de 1.500 detenidos, 450 heridos y un costo económico que asciende a miles de millones de euros, la revuelta de los chalecos amarillos representa un desafío formidable a la autoridad y la arrogancia del presidente galo.
Si fracasa esta prueba, no será el único que lo pague, señala Jon Henley en The Guardian. Frente a una creciente ola de populismo y autoritarismo derechista y euroescéptico, Macron se presentó a sí mismo como un defensor de la multilateralidad y un baluarte contra el nacionalismo “egoísta y peligroso”, advirtiendo el mes pasado, en el centenario del primer armisticio de la Primera Guerra Mundial, que los viejos demonios estaban resurgiendo.
Las ambiciones preelectorales de Macron de dar un aire nuevo al proyecto europeo a través de una revitalizada asociación con Berlín ya se han visto obstaculizadas por la relativa debilidad de la canciller alemana Angela Merkel tras sus decepcionantes resultados electorales del año pasado.
«La gente que han dejado atrás, las miles de personas honestas masacradas por el Gobierno francés, están ahora en la calle», tuiteó Matteo Salvini, el ministro de Interior y líder de extrema derecha de La Liga italiana, con el que Macron ha librado una guerra dialéctica pública por las duras políticas contra la migración llevadas a cabo por el gobierno de Roma.
Steve Bannon, arquitecto de la campaña de Donald Trump, que ahora está intentando organizar a las fuerzas nacional-populistas-fascistas de Europa, dijo en una reunión en Bruselas de este fin de semana: «París está ardiendo. Los chalecos amarillos son exactamente el tipo de gente que eligió a Donald Trump y votó a favor del Brexit».
Por su parte, Trump tuiteó que Francia debería poner fin a los «ridículos y extremadamente caros» acuerdos climáticos de París y «devolver el dinero al pueblo en forma de impuestos más bajos», mientras que el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, destacó el desorden callejero y lo que él calificó como una «respuesta policial violenta».
La fragilidad en el país conduce de manera irremediable a una disminución de la influencia francesa a nivel internacional. Macron ha repetido que su credibilidad internacional depende de su capacidad para aplicar reformas internas, que ahora corren el riesgo de descarrilar en una lucha por mantener su presidencia.
Meses antes de las elecciones al Parlamento Europeo, que se prevé supondrán grandes avances para las fuerzas nacionalistas y antiliberales del continente, lo último que necesita Europa es un Macron débil a la cabeza de una Francia caótica e insurrecta.
*Periodista uruguayo, miembro de la Asociación de Corresponsales de prensa de la ONU en Ginebra. Asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
He conversado con decenas de franceses, francesas, arabes, catolicos, protestantes y musulmanes desde que comenzo el movimiento de los Chalecos amarillo. La opinion general es:
1 Los chalecos amarillos tienen razon: Los bajos salarios que no siguen el alza del costo de la vida, la disminucion anunciada de las jubilaciones lo que dsiminuye el poder de compra de cientos de miles de personas de edad.
2 Macron no piensa en la clase media ni en los trabajadores.
3 No esta bien que este movimiento dé lugar a la destruccion de bienes publicos y privados. A esto también ha contribuido la falta de respuesta satisfactoria del gobierno.