Los genes al fin de sus carreras

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Desde los finales de la segunda guerra mundial hasta comienzo de los 80 los científicos sociales sostuvieron la idea de que implementando cambios en el ambiente la maldad y la violencia social podrían ser disminuidas. Por más de 40 años la ortodoxia política de la izquierda favoreció “nurture” sobre “nature”. Hoy día las naciones industriales enfrentadas a profundas crisis sociales parecieran que no están dispuestas o no poseen la capacidad de producir cambios significantes en las instituciones que definen lo social.

Un creciente número de “expertos”, especialmente provenientes del campo de la biología social, sostiene que los cambios en el sistema socioeconómico son sólo paliativos, por no decir fútiles. La clave para entender la mayor parte de las conductas sociales y económicas se encuentran a nivel genético. Para cambiar lo social tenemos que estar dispuestos a cambiar nuestros genes, porque si es cierto que el ambiente es un factor, los genes son el determinante último, los responsables definitivos de la configuración y moldeamiento de la conducta individual y grupal.Los genes saltarines nos tocan las narices

“Acostumbrábamos a pensar que nuestro destino estaba en las estrellas. Ahora sabemos, en gran medida, que está en nuestros genes” (J.Watson) Y no es solo nuestro destino, sino que, también “es la secuencia que define lo humano.” (R. Sinsheimer).

Jeremy Rifkin (“The Biotech Century”) dice que si los reformadores de los 40 a los 80 le dieron escasa importancia a la base genética en su intento de mejorar la condición humana, los nuevos reformadores genéticos se ubican en el extremo opuesto, transformando al gene en el nuevo “caliz sagrado” de la biología. Este cambio radical es, en parte, debido al intenso interés generado por el Proyecto del Genoma Humano, cuyo esfuerzo está dedicado a descifrar la secuencia completa de nuestro genoma.

Una vez en posesión del “secreto” de nuestro ser estaremos en condiciones de controlar el proceso evolutivo y definir lo que somos de acuerdo a nuestra voluntad. Nada más, ni nada menos, es lo que nos promete este proyecto. La proclamación de este nuevo “significante maestro” no se ha venido imponiendo sin desafíos. Como hace notar Rifkin, una gran cantidad de biólogos, trabajando en el mismo campo, reconocen que el gene contiene importante información que permite el desarrollo del organismo, pero que ellos, por sí mismos, no lo determinan ni controlan. Los seres vivos son sistemas dinámicos y sensitivos al “input” de su medio y, a diferencia de las máquinas, pueden exhibir muy diferentes conductas y adoptar distintas formas ante pequeñas variaciones del ambiente.

Lo que todos deberían saber del Genoma Humano | edXDe acuerdo con S. Newman es más apropiado pensar al ADN como una lista de ingredientes más bien que como una receta para su interacción. Los genes no generan organismos. Su existencia misma ya presupone la existencia de éste, en el cual está inscrito y es el organismo mismo el que interpreta, traduce y hace uso del funcionamiento genético. La idea de los genes como agentes causales absolutos ha venido dando paso a una comprensión más sofisticada que los ve como un componente integrante de una red mucho más compleja que incluye tanto al organismo como a su ambiente externo.

La historia del gene es bien curiosa. Mientras más sabemos más dificil es definirlo. Las nuevas tecnologías y los nuevos datos y análisis que ellas hacen posible han permitido la identificación del “split gene”, “repeated gene”, “overlaping gene”, “cryptic DNA”, “multiples promotors”, etc. Todas estas variaciones complican inmensamente la tarea de definir el gene como una unidad estructural. Segun Peter Portin, el viejo término gene, esencial en las primeras etapas, ya no es útil. William Gelbert, que trabaja en genética molecular, sugiere que el gene probablemente es un concepto del pasado.

A diferencia del cromosoma, los genes no son objetos físicos, sino conceptos que han adquirido una gran cantidad de carga histórica en las últimas décadas. El concepto ha jugado un papel crucial en la comprension de los fenómenos biológicos, pero hoy día, dice, hemos llegado al punto en que el uso del término gene puede, en la práctica, transformarse en un obstáculo para nuestra BBC Mundo | Genoma Humanocomprensión. Todo esto es bien irónico porque nunca en la historia del gene el término había tenido más atención que hoy en las ciencias y la cultura popular. Cada cierto tiempo se nos informa que la causa de ciertas enfermedades es genética. Igualmente se dice que muchas de las conductas humanas que creíamos eran voluntarias, son producto de nuestros genes.

Un tremendo progreso se ha logrado en la comprensión de las mutaciones genéticas que incluyen desórdenes conductuales y la incidencia de muchas enfermedades tales como la enfermedad de Huntington, fibrosis quística, thalassemia, etc. Estos ejemplos, sin embargo, son raros e, incluso en estos casos, no hay una clara comprensión acerca de los procesos que ligan el gene defectuoso con el comienzo de la enfermedad. Es posible identificar riesgos genéticos, pero la esperanza de beneficios médicos significativos todavía no se ha cristalizado.

Segun Weatherall, Director del Instituto de Medicina Molecular, la creencia de que transferir genes a nuevos ambientes y esperar que ellos hagan el trabajo, con todos los sofisticados mecanismos regulatorios que ésto implica, se ha transformado para los genetistas en una tarea mucho más difícil de lo que se creía. Parte de la dificultad es la limitada comprensión que se tiene de qué es lo que el gene hace. Es decir, la brecha entre la detección genética y los beneficios médicos se debe a la complejidad de la dinámica regulativa, que coloca al concepto gene en peligro.

¿Qué es el gene hoy día? Para los biólogos el término se ha transformado en diferentes cosas. Ya no es una entidad singular, sino una palabra con una gran plasticidad, definida sólo por el contexto experimental específico en el que es usada. Desde el momento en que el gene fue introducido, la confianza en su realidad física siempre fue acompañada por la presunción de que la estructura, la composición material y función eran propiedades de un mismo objeto, fuera éste concebido como una cadena de perlas o como un tramo de ADN.

La influencia de los genes en nuestra identidadHoy día es esta autoidentidad la que ha sido interrumpida. No solo las funciones no se correlacionan nítidamente con una estructura, sino que deben ser distinguidas y no confundidas con un lugar particular y específico en el cromosoma.

En otras palabras, puede que el gene funcional no tenga ninguna fijeza. Su existencia es transitoria y contingente, dependiendo críticamente del dinamismo funcional del organismo completo. La evidencia de las últimas décadas obliga a pensar qu el gene es, al menos, dos entidades diferentes. Una entidad estructural mantenida por la maquinaria molecular de la célula, capaz de ser transmitida de generación a generación. Y una entidad funcional que emerge de la interacción dinámica de los diferentes elementos de la estructura cromosomática. Cuando Johannsen, en 1911 introdujo el término, creyó que una nueva terminología era necesaria, porque los viejos términos se habían hecho disfuncionales, ejerciendo demasiado control en nuestro pensamiento.

“Es un hecho bastante conocido que el lenguaje no es solo nuestro sirviente, cuando queremos expresar o disimular nuestros pensamientos, sino que también puede ser nuestro amo». Tal vez, hoy estamos en una situación similar. Tal vez, ha llegado el momento de inventar nuevas palabras. Los genes han tenido una extraordinaria carrera en la centuria pasada. Ellos han inspirado tremendos avances en la comprensión de los sistemas vivos. Pero, estos mismos avances, dice Evelin Fox, necesitarán la introducción de nuevos conceptos y nuevas formas de pensar acerca de las organizaciones biológicas que inevitablemente disminuirán el peso que los genes han tenido en la imaginación de los científicos y en la cultura popular.

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