Los heraldos negros, el más poderoso amanecer

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L.N.

Anticipador, en más de un sentido, de la sucesión de tristezas que carcomieron su vida. Pero César Vallejo no se contiene en el anecdotario trágico de su vida; quizá ni lo contiene íntegramente su propia producción, la primera que rescata –profunda, dolorosa y definidamente, sin aspavientos– la cultura de su tierra y de su gente, que serán en adelante sujetos y no objeto de la literatura y de la historia.

Este libro, Los heraldos negros, es el primero que publica, en 1918; entonces el poeta tiene 26 años. No pudo, empero, gozar la edición: en 1920, con toda injusticia pasa casi cuatro meses encarcelado. No se doblega, en prisión termina su segundo volumen: Trilce, que se publica en 1922. Dos títulos más son editados en 1923, año de decisiones que le hacen viajar a Europa.

No le sobra carne a este hijo de Santiago de Chuco, en una provincia del Perú; tampoco le falta genio. Ni menos convicciones. Sobre todo convicciones.

Creyó al comienzo en el mensaje del APRA –ese espectro político a medio camino entre el entreguismo y la traición–, después se afiliará al Partido Comunista, en España, en 1932; en 1929, había estado en la Unión Soviética. Y porque entonces ya "sabe" que morirá en París, pretende establecerse allí;  ciudad que lo expulsará por razones políticas en 1930. No le importa, regresa en 1932: nadie se sacude las alas de la muerte –y éstas se lo llevan en 1938.

Suele en América Latina discutirse si tal poeta es mejor que algún otro; pérdida de tiempo: todos tienen cabida, todos han dicho algo que de otro modo se nos hubiera escapado. Vallejo tuvo mucho que decir, sobre la condición humana y en particular sobre la del indio –sin usar el término en forma peyorativa–. No necesitó para ello forzar el castellano. Sencillamente expuso un modo de pensar  y de sentir que hasta entonces poco o nada se había expresado.

Picasso lo retrata (ver ilustración a la izquierda), charla con Maiakowski en Rusia y con Vicente Huidobro en París. Cuando la Guerra Civil española, se afana por juntar fondos para la República.

En 1931 aparece su novela Tugsteno. Al año siguiente una obra de teatro: Lock out. En 1939 se editan, de manera póstuma, Poemas humanos. En 1940 España, aparta de mí este cáliz. Otros textos: Contra el secreto profesional y El arte y la revolución, escritos entre 1930 y1932, se publican recién en 1973. Nunca dejó de sentirse peruano.

Los heraldos negros puede leerse –y escucharse– aquí y también "bajar" como texto a su ordenador en forma gratuita.

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