Los planes del FMI para países subdesarrollados
Delia Añón Suárez.*
La noticia es revulsiva. Otro señorón primermundista abusando de su poder ante una mujer migrante, seguramente merced a las fórmulas neoliberales que él predica por el mundo como si se tratara del evangelio. Lo peor es la certeza de que nada cambia, por más que pataleemos. Si no, ver en qué estado se encuentra la causa Berlusconi.
O la escasa trascendencia que le damos a que dirigentes políticos consuman prostitución. O visiten asiduamente páginas web en las que la diversión consiste en denigrar y cosificar mujeres, niñas y niños. Un asco que no viene de moralina aplicada a la sexualidad: viene de una ética de respeto por las personas.
Sabemos que el episodio podría tratarse de una “emboscada” a Strauss-Kahn, de Estados Unidos nada asombra demasiado. Se trata de un país ficcional, entre otras cosas obsesionado por demostrarle al mundo que no respeta ninguna autoridad excepto la propia. De todos modos, no viene al caso. Inventado no, un relato se construye con hechos verosímiles.
Acá cabría acotar que lo único que resulta realmente increíble en todo esto es que este hombre sea socialista. Paradoja fácil de constatar: es el candidato a presidente de Francia por ese partido. Que las circunstancias que se enumeran sean verosímiles espanta porque demuestra que mansamente hemos internalizado y naturalizado tantas, tantas situaciones…
Vemos natural que personas —generalmente mujeres— emigren de sus países pobres para ser mano de obra barata de otros países. Que desprecian a ellas y a sus culturas. Que las ven como amenaza a su bienestar altamente inestable.
Vemos natural que varones poderosos tomen todo lo que los rodea como si les fuera propio. Los cuerpos de las mujeres o la vida de pueblos enteros. Da lo mismo.
Vemos natural, por esa terrible división público/privado, que esos varones se consideren con autoridad para recetar fórmulas probadamente catastróficas. Todavía se discute si conviene o no incomodarlos.
Vemos natural la especulación que hacen muchos medios de comunicación en torno a la víctima.
Vemos natural que alguien se plantee si Strauss-Kahn no es en verdad “la víctima”.
Vemos natural que se aluda a la mujer trabajadora involucrada como “la chica”. Después de todo es el modo que se utiliza con toda “naturalidad” para definir a las trabajadoras de hogares ajenos. O para insinuar el valor que pueden tener los dichos de alguien cuya entidad queda puesta en cuestión al así nombrarla.
Vemos natural que la esposa del abusador viaje con un maletín repleto de dinero para poder salvarlo de la cárcel, fianza mediante. Ni se nos cruza pensar que podría ser solidaria para con otra mujer. O respetuosa de sí misma.
Vemos natural que las voces de mujeres que protestan por el caso en Estados Unidos sean migrantes como la víctima, la mayoría latinas.
Vemos natural que haya en el mundo explotadores y explotados. Y que siempre el hilo se corte por lo más delgado.
Y de tanto ver como natural, se nos van yendo las ganas de luchar por un mundo menos injusto. No dejemos que eso nos pase. Al menos las mujeres.
* Proferosa en Lengua y Literatura Inglesas. UNLP
Especialista en Estudios de Mujeres y de Género. UNLU
En el informativo de la Provincia de Buenos Aires, Argentina, Portal BA