Los simpáticos inoperantes y Paraguay

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Inoperantes, el calificativo certero de la pequeña genio que es Mafalda, se refería a los integrantes de la ONU, y a la absoluta incapacidad de ese mamotreto creado por imposición de las potencias triunfantes en el Segunda Guerra Mundial, de solucionar ningún problema serio que afectara al mundo, salvo poner su sello obsecuente a cuanta bribonada hicieran y siguen haciendo las grandes potencias dueñas de esa institución.| CRISTIÁN JOEL SÁNCHEZ / RAFAEL BARRET VIEDMA.*

 

Si Naciones Unidas ha sido por más de medio siglo un antro de inoperantes destinados a avalar las injusticias del mundo, nuestro propio engendro latinoamericano, la OEA, ha sobrepasado por décadas la raya de la indignidad, la corrupción y la desvergüenza cuando de doblar la cerviz ante Wáshington se ha tratado.

 

Esta organización que naciera el mismo año que la ONU, en el momento en que se iniciaba la guerra fría, comenzó agrupando a 21 naciones, que en la realidad desde un comienzo fueron sólo 20 sumisos siervos bajo el mando del socio número 21 que fue Estados Unidos. Esta potencia imperialista fue cuestionada siempre como un convidado de piedra sin ninguna afinidad con el resto del concierto de naciones empobrecidas y explotadas sin excepción por el gran capital y la prepotencia armada de este odioso “socio en la sangre y el azúcar”, como lo llamaba el poeta cubano Nicolás Guillén.

 

La OEA, nacida fraudulenta y como un apéndice del imperio norteamericano, tenía hasta un himno que quizás usted recuerde enseñado por fervorosos e ingenuos profesores de escuela que se tragaban aquello de que los pueblos latinoamericanos “son hermanos soberanos de la libertad”. Pero no es acerca de esa entidad desprestigiada a la que queremos referirnos, al menos no a su triste historia, sino que comentar la reacción de este organismo ante el nuevo zarpazo a las democracias latinoamericanas ocurrido hace pocos días en Paraguay. Sin embargo, si se atiene usted a la cronología de la OEA, cuya última felonía fue terminar aceptando el golpe en Honduras cuyo objetivo, sacar a Zelaya y detener el camino progresista que se estaba iniciando, terminó plenamente exitoso para los gorilas de ese país, cualquier analista puede vaticinar lo que harán —es decir, lo que no harán— los “simpáticos inoperantes”.

 

Democrcaca, legalidad, ética y apetitos

 

Eso no tendrá nada de novedoso ni se requiere tampoco de una mente demasiado analítica para presupuestarlo;
en verdad, de lo que queremos hablar acá ambos, mi colega paraguayo y este cronista chileno, es acerca de una contradicción latente, una discordancia que se camufla bajo miradas quizás demasiado optimistas puestas en los vientos renovadores que han traído al continente los avances del progresismo bolivariano iniciado por Venezuela, del que formaban parte Zelaya antes y Lugo ahora. Llamar la atención respecto del plan sibilino, manejado entre bambalinas, que comienza a tomar forma en subterfugios supuestamente “legales” para detener el avance de la verdadera democracia y la justicia en el continente, plan para el cual parece hasta ahora no existir un antídoto real que lo detenga.

 

Veamos primero qué se esconde debajo de este nuevo “golpe blanco” que bota otra pieza del tablero esperanzador que forjara este renacer latinoamericano.

 

El trasfondo de la gestación de este golpe “constitucional” que derrocó a Fernando Lugo es, como siempre, mucho más siniestro que lo que quieren mostrar sus gestores al exhibir un Federico Franco, presidente de facto del Paraguay, con un rostro y una verborrea melosa, engañosamente humilde, copiada al pie de la letra de los golpistas hondureños que finalmente instalaron al delegado de Porfirio Lobo sentado otra vez en la misma silla de la OEA que antes ocupara el representante democrático de Zelaya.

 

La realidad política de Paraguay tras la larga noche de casi 40 años de dictadura de Stroessner, fue dejar la palestra partidaria circunscrita a dos grandes partidos, plagados ambos de terratenientes e intereses económicos comunes, que son el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), que con altibajos ofició de opositor al dictador, y el Partido Colorado, que fuera el sostén político de Stroesnner como en Chile lo fue la Alianza de derecha para Pinochet. Y Aadiferencia de otros países que también se vieron asolados por el periodo pardo de las dictaduras oligarco-militares, en Paraguay la izquierda surge tremendamente debilitada tras la caída del tirano.

 

A ello contribuye, como en todo el planeta, el gran revés del derrumbe de la estantería socialista que quitó el piso a los movimientos progresistas a nivel mundial. El periodo post dictadura en este país, la reconstrucción de una supuesta democracia, quedó entonces en manos de un liberalismo oportunista que olfateó a tiempo el provecho que se podía obtener de los nuevos vientos, y un Partido Colorado que no se ha resignado a la pérdida del poder luego de 61 años en los cuales se acostumbró a mantener a raya las aspiraciones populares con la mano de la represión militar y policial de la dictadura, y que la democracia de Lugo no pudo desmantelar.

 

Adversarios tradicionales en la tarea de repartirse las riquezas del suelo patrio paraguayo, el Partido Colorado y la cúpula del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA) , segundo partido en masa electoral del país, que fuera aliado de Lugo para que éste ganara las elecciones en 2008, debieron ahora fraguar unidos el “golpe blanco” aunando fuerzas en el Congreso para alcanzar la mayoría necesaria y destituir a un presidente que se les estaba escapando de las manos. El ex vice presidente Federico Franco, actual presidente, de militancia liberal, arrastró durante 3 años de los 4 que llevaba Lugo en la presidencia, una política de sabotaje público las medidas de gobierno de Lugo.

 

Este mismo fenómeno, extendido a gran parte de la administración, es el causante de la poca capacidad de producir los cambios prometidos en la campaña electoral, unido al poder económico en manos de los colorados que nunca pudo ser tocado. A pesar de todo el gobierno de Lugo había logrado importantes avances en lo social, como por ejemplo la educación y la salud, pero sin lograr un cambio estructural profundo que asegurara enfrentar con éxito el complot liberal-colorado que se venía gestando.

 

El precandidato colorado Horacio Cartes —hay elecciones en abril próximo—, empresario millonario en pugna con Lilian Samaniego, presidenta del Partido Colorado y además también precandidata, fue el orquestador del juicio político fraudulento que destituyó a Fernando Lugo. Sus cómplices fueron el tristemente célebre Lino Oviedo, Blas Llano, presidente del Partido Liberal (PLRA) y el propio Federico Franco. El pacto es el reparto de los cargos entre lo peor de liberales y colorados con el fin —además de robar al viejo estilo de la época de la dictadura— de frenar definitivamente los intentos de investigaciones de tierras mal habidas, parar el inicio de la reforma agraria exigida cada vez con mayor fuerza por los movimientos campesinos, junto con echar por tierra la clara orientación integracionista con la UNASUR, detrás de lo cual está, como siempre, la mano de Washington.

 

El propio Cartes, creador del Movimiento Honor Colorado construido a su medida, es poseedor de más de 5.000 hectáreas mal habidas en una sola de sus propiedades dentro de un país territorialmente pequeño.

 

El detonador

 

A la luz de los acontecimientos que culminaron con el «golpe
constitucional” contra Lugo, hoy se tiene cada vez más la convicción que la masacre en las cercanías de Curuguatý, fue un operativo preconcebido aprovechando la actuación de un fiscal y un juez que ordenó el allanamiento en esta ocupación de terrenos llevada a cabo por campesinos. El resto ya se sabe: misteriosos francotiradores con armas largas, abrieron fuego desde lugares donde no estaban los campesinos ocupantes. El resultado, la muerte de lugareños y policías, fue el detalle que necesitaban el contubernio liberal-colorado para montar la acusación contra Lugo culpándolo de la matanza, logrando su destitución con los votos de liberales y colorados.

 

Los conflictos por la tierra en el Paraguay vienen desde la colonia. Hoy el 2 por ciento de la población posee el 85 por ciento de las tierras cultivables. Hay casi 7 millones de hectáreas de propiedades mal habidas. El lugar donde se produjo esa matanza forma parte de 350.000 hectáreas propiedad de Blas N. Riquelme, famoso personero de Stroessner y ex senador del Partido Colorado. Este individuo es el mayor financista de los colorados, vinculado al cartel cervecero y a la Pepsi Cola cuyas propiedades agrícolas, como es lógico, debían ser protegidas de las ocupaciones campesinas aunque fuera a sangre y fuego.

 

Respecto de este potentado agrícola, se ha denunciado que sus tierras le fueron adjudicadas por menos de un centavo de dólar la hectárea siendo que hoy el valor comercial es alrededor de 800 dólares la hectárea. Esto en Paraguay no es gran novedad. Por ejemplo, la mayoría de las grandes plantaciones de soja —de la que Paraguay es el cuarto exportador mundial antes de Argentina que es el quinto— se extienden en propiedades adquiridas de manera igualmente irregular, tanto de paraguayos como de brasileños y hasta de uruguayos. Son grandes empresas bajo la clásica figura de sociedad anónima.

 

Esta es la realidad de los entretelones de un golpe que quiso utilizar una figura legal que se está poniendo cada vez más en moda con el fin de evitar el desprestigio que los brutales golpes de estado en los que la oligarquía asegura el poder político y económico con la mano de los militares.

 

Es sorprendente y sobre todo preocupante, la forma como la representación política de los dueños de la riqueza en Latinoamérica, ha ido estructurando reformas y apéndices constitucionales destinados a cautelar cualquier intento de democratización y justicia social que un presidente quiera llevar a cabo, como le ocurriera a Zelaya en Honduras y ahora a Lugo en Paraguay.

 

Interrogantes. inquietudes

 ¿se irá llenando el continente de ex presidentes destituidos “legalmente” sin que los pueblos puedan reaccionar por temor a ser acusados de “antoconstitucionalistas”?

 

¿Quién viene ahora? ¿Argentina, Bolivia, tal vez Brasil, o Uruguay?Chi lo sa!, ¿verdad, querido lector?

 mayoritaria y se han asegurado de elaborar constituciones democráticas que de verdad interpreten a sus pueblos, votadas además en asambleas constituyentes representativas del sentir de las mayorías. Pero no pueden estar inmunes a esta arremetida, a esta contrarreacción de la derecha continental, porque para estos casos estará siempre en último término la mano solícita de CIA y de la intervención armada de Wáshington que tanto gustó a la OEA por muchos años.

 

Tenemos la certeza que, tal como ocurrió en el caso de Honduras, también esta vez nos llenaremos de declaraciones, condenas verbales, lamentaciones oficiales y recomendaciones que son hojarascas para guardar las apariencias.

 

Paraguay y su presidencia mal habida quedará ahí mientras los “simpáticos inoperantes” estarán listos para que, en punta de pies, por la puerta de atrás, se incorpore el nuevo representante de los golpistas paraguayos a sentarse en la platea de de los circos internacionales. Estos payasos no son gracioso, pero ¡qué diablos! habrá que esbozar una mueca, un rictus que parezca sonrisa.

 

Total, estamos curtidos.
——
* Escritores.

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