MAR DEL PLATA: EL GATO Y LOS 33 RATONCITOS
Entre bocadillos, un poco de temor y tanto rechazo como ganas de decir lo que Chávez dice por parte de algunos delegados (sin olvidar ese movimiento de caderas y lucimiento anterior que sólo las argentinas poseen, y que algunas lucen mercenariamente en las proximidades del Hotel Provincial) los dignos representantes de los pueblos que se desgañitaron protestando por el encuentro y sus términos, se encontraron con que algo pasó camino al Atlántico Sur.
La Declaración de Mar del Plata, cuyo primer borrador había sido dictado pacienzudamente por el gato, y copiada por las 64 manitas de las 32 raticas más o menos bien adiestradas, entró el viernes en crisis. Los asuntos formales de la mentada declaracion se resumen en: crear trabajo para enfrentar la pobreza y fortalecer la gobernabilidad democrática.
Un gobierno, el de Venezuela, dijo no. Y no hubo caso: dijo no. Puede uno estar de acuerdo o no con Hugo Chávez y su República Bolivariana. Pero en el plano internacional, al menos, la vaina va en serio. Quienes le reprocharon hace una semana el cierre por algunas horas del diario opositor El Impulso de la ciudad de Barquismeto –problemas tributarios al parecer–, deberán en esta oportunidad reconocer la arrecha dignidad del gobernante suramericano.
A qué dice no Venezuela
Básicamente a dos asuntos. Uno estrictamente formal. El gobierno bolivariano se opone a la expresión «elegidos democráticamente» para identificar a los gobiernos asistentes (la frase fue –cuándo no– introducida en la primera «cumbre», en Miami, por los corifeos de la Casa Blanca para justificar históricamente la no invitación al gobierno de Cuba.
Más allá de la estrecha relación Castro-Chávez –que se podrá señalar está en el fondo de la posicion venezolana– lo cierto es que varios gobiernos presentes en Mar del Plata no fueron elegidos por elecciones democráticas, sino por otras instancias y ante situaciones anómalas; la primera elección del señor Bush, por ejemplo, es sospechada de fraudulenta y con excelentes argumentos.
Chávez había prometido polémica. Pero no fué él quien la causó. Lo que los analistas y periodistas amigos de, proclives a, o a sueldo directamente de los intereses estadounidenses llamaron en un primer momento «desarmonización» (sic) de la Declaración a firmarse este sábado –es decir los motivos de la polémica– corren por cuenta de la diplomacia del señor Bush.
Diplomacia cuyo único interés es arrancar de los asistentes, como si fueran súbditos en estado de pre revuela, un compromiso para revivir las negociaciones del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), el proyecto de dominación consentida que Brasil y el MERCOSUR habían mandado a la heladera.
La defensa anti ALCA
El ALCA es –guardando las distancias de toda metáfora– un panzer cuyo objetivo es derribar las débiles murallas que protejen a las economías latinoamericanas. Los mas de diez años de México como socio de EEUU, y lo que ha obtenido en el lapso, dan la razón a los que se le oponen.
Incidentalmente, unos ocho millones de mexicanos son emigrantes ilegales –¿puede un ser humano ser «ilegal»– en el mercado laboral estadounidense. Uno de los planteos de México en la cumbre se refiere a estos trabajadores. Pero EEUU se opone a incluir un párrafo que diga que los inmigrantes tienen derechos laborales que deben ser respetados sean documentados o indocumentados.
El canciller venezolano Alí Rodríguez había adelantado que su país expresaría su reserva a cualquier mención del ALCA, como lo hizo cuando la Declaración de Quebec. La posición de gran parte de los gobiernos en este sentido no se origina en la política venezolana de clarificar los designios estadounidenses para el resto del continente, sino también –y básicamente– en la resistencia histótica del MERCOSUR al avallasamiento de los planes de desarrollo, integración y visión del significado del término libre comercio.
El MERCOSUR –Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay– tiene una posición conjunta desfavorable al ALCA en esta cumbre, pese a que EEUU confiaba en una mayor «comprensión» del gobierno de Brasil.
Tal vez por eso en la noche del viernes cuatro el señor Bush viajará a Brasilia: busca un diálogo más íntimo con Lula.
Tiene razón en hacerlo. Él prometió que el XXI sería el siglo de las Américas, y necesita que alguien pague la cuenta.
Mientras, la Argentina gastó algo más de US$ 40 millones en la «cumbre» manteniendo en guardia a no menos de 8.000 policías y otras fuerzas de seguridad; cerró además casi la mitad del casco urbano de Mar del Plata, incluyendo el comercio, y decretó feriado bancario.