Medio Oriente: La guerra interminable contra la jerigonza y el cliché

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Me temo que siempre tendremos que lidiar con esta basura. Con frecuencia me avisan de aburridas conferencias académicas cuyos participantes realizarán "sesiones plenarias", como si fueran las conversaciones de los Tres Grandes en Yalta o Postdam. El Irish Times (de nuevo) me cuenta de familias del Departamento de Incendios de la ciudad de Nueva York que están por fin "llegando a términos" con sus tragedias del 11-S. Y después de eso es de suponerse que "seguirán adelante". Cameron añadió una nueva versión de esas frases cuando la semana pasada habló de una "agenda internacional que debe ser progresada con respecto a Libia". ¿Qué idiota de relaciones públicas metió la palabra "progresada" en el discurso? ¿O fue el mismo Cameron?

Y así una y otra vez. Los políticos continúan "luchando por su vida política" y los africanos mueren del "letal virus del ébola" (probablemente la versión no letal sea tan inocua como el resfriado común).

Alguien del Fondo de Preservación de Edificios de Belfast anunció el mes pasado que sus "antecedentes son en el cabildeo y los asuntos públicos, referentes a animar a la gente a pensar fuera del cartabón". Yo creía –de veras– que la frase "pensar fuera del cartabón" tenía una estaca atravesada en el corazón. Creí que otro espantoso lugar común había expirado hasta que leí que el presentador de televisión Tim Lovejoy había descubierto que Ciudad Ho Chi Minh estaba "fuera de mi zona de control".

¿Llegará el fin de tanta tontería? Un texto publicitario de un nuevo libro sobre Medio Oriente –sobre el Sueño en el Islam, tema importante– termina con la observación de que, “al observar pautas de sueño –transculturales, sicológicas y experienciales (sic y G, los dos al mismo tiempo)–, se puede lograr el entendimiento del papel y la significación de esa imaginería crítica, política y personal contemporánea”.

Sólo hay una reacción posible ante estas cosas. En el momento en que surjan los clichés, arrojar la invitación al cesto de papeles o romper la página. El duque de Gloucester, hermano de Jorge, alguna vez ofendió al escritor de La decadencia y caída del imperio romano al saludarlo con estas palabras imperecederas: "Siempre garrapateando y garrapateando, ¿eh, señor Gibbon?" Gibbon no se merecía eso. Nosotros sí.

*Analista de The In xdependet, Gran Bretaña

 

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