Menos gente

Somos parte de una inundación humana de mas de 7.700 millones de seres humanos. Por cientos de miles de años escásamente alcanzábamos unos pocos millones. Fue solo en la generación de nuestros bisabuelos cuando la curva de crecimiento se elevó casi verticalmente y nos empezamos a contar por miles de millones. De acuerdo con los demógrafos de Naciones Unidas, la verdadera explosión humana está por venir… 11 mil millones para el 2100.

A este comienzo lento y término rápido, los demógrafos y ecologistas lo llaman crecimiento exponencial. Hace ya más de 200 años que Thomas Malthus sugirió que la población humana se expande exponencialmente en tanto que los recursos terrestres, de los que dependemos, permanecen fijos. Y, sin embargo, este crecimiento exponencial ya ha llegado a su fin, sea por la falla de los ecosistemas o por el rápido proceso de urbanización. Imagen relacionada

En 1980 apareció un libro con el título “Overshoot: The Ecological Basis of Revolutionary Change” de William Catton, donde el autor afirma que la civilización industrial ha sembrado las semillas de su propia destrucción y el aparente dominio que la humanidad tiene sobre la biósfera es sólo el preludio de su declinación. Y no ha estado solo en su predicción. Muchos otros han advertido, o al menos insinuado, acerca de la inevitable disminución de la población humana, no en un futuro lejano, sino dentro de los próximos 30 años.

Esto podría ser la madre de todas las crisis económicas. El crecimiento de la población humana ha sido la piedra angular del auge económico, sector tras sector, especialmente para las industrias basadas en la energía fósil. Por esta razón la elite política vio el súbito incremento de la población humana como un factor positivo para el crecimiento económico. Mientras más gente haya más se consume, por tanto más se produce y mientras más se produce más trabajos hay. El crecimiento es bueno y debe conseguirse a cualquier costo.

Lo paradójico de todo esto es que el auge ocasiona la crisis. La revista “The Economist” de julio del 2001 hacía notar que no es coincidencia que las más profundas y prolongadas recesiones en los últimos decenios han tenido lugar en países que han experimentado auges económicos. Y el científico Kevin Anderson, por su parte, advierte que si quemamos suficiente combustible fósil para elevar la temperatura atmosférica en 4°C, solo 500 millones de seres humanos podrían sobrevivir. Pienso, dice, que es extremadamente improbable que no tengamos muertes masivas con un aumento de 4°C. Si llegáramos a tener, digamos, una población de nueve mil millones en el 2050 y la temperatura subiera 4°C o 6°C, sin lugar a dudas nos quedaríamos solo con esa cifra de sobrevivientes.

https://www.laportadacanada.com/userfiles/images/ecofo12(2).jpgEl efecto de esta declinación de la población humana se sentiría en todos los ámbitos, desde el ecológico al económico. Causaría la pérdida de la masa consumidora para cada negocio e industria, desde el turismo a la venta de casas y edificios. Irónicamente en ese momento el consumo masivo de la energía fósil tocaría fondo. Una catástrofe económica sin comparación. Y todo esto está dentro de nuestro horizonte de posibilidades. Incluso, si con un aumento de 4°C solo desaparecieran 2 o 3 mil millones de personas,  bastaría para poner el crecimiento económico en marcha atrás.

Ahora, si nada de esto ocurriera, si ingenuamente creyéramos que vamos a estabilizar la temperatura en menos de 2°C, todavía tendríamos que contar con la declinación de la población mundial. Según Naciones Unidas, en 2017 la población mundial alcanzó 7.600 millones. En el 2050 el número llegará a 9.800 millones y para el 2100 alcanzaremos la impresionante cifra de 11.200 millones. Estos mismos demógrafos, sin embargo, reconocen que estas predicciones pueden estar equivocadas. Si la fertilidad global durante la centuria sobrepasara el promedio en 0,5, es decir, si las mujeres dieran nacimiento a medio bebé mas de lo predicho, la población mundial llegaría a casi 17 mil millones en el 2100.

¿Cómo sería posible alimentar y ubicar a tal cantidad de seres humanos? Para ello necesitaríamos dos planetas. Pero, el asunto, sin embargo, es que también hay un tercer escenario, denominado variante baja, según el cual los humanos van a producir medio bebe menos de lo esperado, lo que va a provocar la caída de las tasas de fertilidad, no solo en los países desarrollados, sino también en los países pobres. En tal caso, la población mundial alcanzaría su cenit de 8.500 millones alrededor del 2050 para luego empezar a declinar rápidamente, de tal manera que para el fin de la centuria la población mundial sería solo de 7.000 millones para continuar disminuyendo. En vez de crecer, disminuiría.Resultado de imagen para madre con muchos hijos

¿Cuál de estas tres variante es la más probable? Según el investigador noruego Jorgen Randers el crecimiento poblacional alcanzará su máximo en el 2040 para luego empezar a declinar. La razón, dice, es que las mujeres de los países pobres emigran a los centros urbanos en donde no tiene sentido tener una familia numerosa.

Según “The Economist” las proyecciones de la ONU fallaron en predecir la espectacular disminución de los nacimientos en Bangladesh o Irán desde 1980, en donde, aproximadamente, la fertilidad disminuyó de un promedio de seis hijos por familia a dos. Lo mismo ocurrirá con sus predicciones para el fin de siglo. Su modelo se basa en lo que ha ocurrido en el pasado. Lo que hoy ocurre, es bien diferente. El Modelo de Transición Demográfico fue desarrollado en 1929 y contiene cuatro etapas. La cuarta, que es la final, anticipa un mundo en el que la expectativa de vida es alta y el promedio de fertilidad bajo, lo suficiente para sostener la población: 2,1 bebés por madre.

Pero, al final, nos encontramos con una inesperada quinta etapa en donde la expectativa de vida lentamente continúa aumentando y el promedio de fertilidad continúa declinando por debajo del promedio de reemplazo, lo que eventualmente lleva a la disminución de la población. Casi la totalidad del mundo con economías desarrolladas se encuentran en esta etapa. En los años 70 del siglo pasado el promedio de fertilidad, en estos lugares, cayó por debajo de 2,1 hijos por pareja, lo que constituyó un cambio global sorprendente. La causa fue el aumento de la urbanización y el mayor control que las mujeres ejercen sobre sus cuerpos.

Resultado de imagen para pildora anticonceptivaLa píldora y el aborto revolucionaron la sexualidad y hoy se puede tener sexo sin temor al embarazo. La consecuencia es la continua caída de la fertilidad. En España, por ejemplo, el promedio de fertilidad es 1,3, muy por debajo del promedio de reproducción y en el 2012 su población empezó a declinar, a pesar de la expectativa de vida que es de 82,5 años. Las autoridades españolas estiman que habrá un millón de personas menos en esta década y 5,6 millones menos en el 2080.

La mayor parte de los países europeos, especialmente los que limitan la inmigración, se encuentran en la misma situación. Y no solo Europa. La población de Japón declinará en un 25% en los próximos 30 años, al igual que Corea y Singapur. Canadá y EU, están en mejor situación debido a su política de inmigración, a pesar de que en EU esta política está en peligro con la nueva administración del presidente Donald Trump.

Esta declinación también ha empezado a ocurrir en otras partes del mundo. China e India están en 2,1 y América Latina en 2,0, por debajo del promedio de reemplazo (Chile, Colombia y Brasil en 1,8, Bolivia en 2,8, México en 2,3. Asia oriental y el Pacífico 1,8. Malasia 2,1, Tailandia 1,5). Todavía el promedio es alto en África con 4,8 y el Medio Oriente con 2,8. Nigeria ostenta un 7,4, Malawi 4,9, Ghana 4,2, Afganistán 5,3, Irak 4,6 y Egipto 3,4. Pero, todos ellos, sin excepción, comparten con los países de baja fertilidad el hecho de que el promedio de nacimientos está bajando. En ninguna parte está subiendo.

Según los analistas canadienses Darrell Bricker y John Ibbitson la urbanización cambia los cálculos económicos en tener más hijos y le proporciona a la mujer mayor educación y control sobre sus decisiones. Otros factores, dicen, son la disminución de la influencia familiar, la declinación del poder de la religión y la relativa emancipación de la mujer, aunque el poder del hombre sobre el cuerpo femenino todavía nos ronda.

En las encuestas de Gallup Poll, entre el 2008 y 2015, por ejemplo, se preguntó si uno se sentía religioso o no. En Malawi y Nigeria, países con el mayor promedio de fertilidad, el 99% respondieron que “sí”. Pero, solo el 39% respondió “si” en España que está considerado uno de los países menos religiosos del mundo. Esta es una interesante correlación: cuando el poder de la Iglesia Católica colapsa, como en España, Quebec e Irlanda, se pasa rápidamente de una relativamente alta fertilidad a una relativamente baja fertilidad.

Urbanización, la emancipación de la mujer y la caída de la fertilidad son fenómenos universales, aunque cada región procede con diferente paso, dependiendo de las características de la cultura local. La muerte negra, la gripe española, las masacres de la colonización o las guerras han causado en el pasado el colapso de la población. Esta vez es diferente. La declinación será lenta y deliberada. Cada año habrá menos gente que el año anterior, año, tras año, tras año.

Según el xenofóbico primer ministro húngaro Viktor Orban cada migrante representa un problema de seguridad pública y un riesgo de terrorismo. Hungría no necesita ni siquiera un solo inmigrante para que su economía funcione o para que la población se sostenga por si misma o para que el país tenga un futuro, dijo. ¿Realmente? Hungría tiene una población de menos de 10 millones y esta disminuyendo 30 mil personas cada año y envejeciendo rápidamente.

Si el aumento de la población ha energizado la economía, sector tras sector, como dicen los economistas, lo más probable es que su disminución producirá una caída de la producción. Y todo el sistema capitalista se sostiene gracias a este crecimiento permanente. Esta caída, después de todo, no estaría mal. Y lo mismo en el resto de los países desarrollados que tratan a los inmigrantes con sospecha, hostilidad y rechazo. La construcción de murallas es la expresión más obvia del racismo blanco. Y sin embargo, si un país quiere estabilizar su población y mantener su economía, la inmigración es la respuesta. No hay otra forma.

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