MEO: calentar el horno cuatro años después mientras Labbé va por la no violencia

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Los de entonces acaso no sean todos los mismos, pero —como en el tango— brillan a lo lejos las luces que marcan su regreso. y entonces MEO sorprende, o casi, con una jugada para la que hay que tener, vamos, cojones: como en 2009 anunciará, sin que haya habido demasiados trascendidos, su candidatura a la Presidencia de la República para los comicios de 2013 —y lo hará en el Teatro Caupolicán. LAGOS NILSSON.*

 

El Caupolicán no es un recinto cualquiera; durante años —antes de la oscuridad— fue una suerte de catedral política. En sus instalaciones se lanzaron mil campañas y se agotaron otros mil intentos. Llenar el Caupolicán no era difícil, lo importante siempre fue el significado profundo de lo que allí se decía.

 

Para Enríquez-Ominami ir al Caupolicán —e ir como un jefe político de proyección nacional— no puede ser fácil; en mayo de 1972 ocupó esa tribuna el secretario general del MIR, Miguel Enríquez, en la que fue su última convocatoria pública multitudinaria: presentó a los candidatos del Frente de Trabajadores Revolucionarios (la organización de masas del movimieno) a la dirección de la Central Única de Trabajadores. Miguel Enríquez es el padre biológico de MEO.
(Incidentalmente, este viernes 5 de octubre en el Círculo de Periodistas de Santiago, se exhibirá un documental filmado en el Caupolicán sobre el acto a que se ha hecho referencia).

 

Volverá a sostenerse sin duda —con más mediocridad que maldad— que a su candidatura de 2009 se debe el desastre electoral de la Concertación y el consiguiente «piñerazo»; quizá con menos mediocridad, pero con la misma maldad, podría decirse lo contrario; que la insistencia de la Concertación con un candidato que no calentó ni las sábanas en la que dormía le impidió llegar a él a la Presidencia…

 

Lodos y polvos
Han pasado tres años, poco en política profunda, pero suficientes para constatar que se ha producido un cambio en el ánimo de la ciudadanía. No impresiona su ascenso fulgurante de diputado poco zalamero del PS a convencer de sus méritos a un 20% del electorado de entonces; hasta su arrebatado modo de hablar quedó (parcialmente) atrás.

 

La situación es diferente y él, Enríquez-Ominami, no es hoy el recién aparecido todo incógnita, preside un partido político; tampoco la Concertación es lo que fue, hundida en los meandros de un río, el suyo de ella, al que ella misma bloquea el caudal. Lo cierto es que la próxima elección presidencial se dará entre la alianza derechista ansiosa de conservar el poder —y no ejercerlo a través de las «manos pochas» concertacionistas— y un candidato atado con alambre de seudo unidad centro-cuasi izquierdista. Entre ese embrollo, ya asomado, toca a fuerzas emergentes cinchar bien para que no las voltee el galope.

 

Tampoco la ciudadanía realmente tiene a quién castigar restándole votos: sabe que le basta con no ir a las mesas receptoras para deslegitimar cualquier atisbo de representación que las organizaciones políticas quieran arrogarse; lentamente empieza a calar la consigna de los estudiantes secundarios; Yo no presto el voto.

 

Mientras 2012 se arrastra a su final —en medio de represiones sin sentido y violentísimas, con una huelga de hambre de presos políticos mapuche que lleva más de 34 días, sin que en verdad el gobierno aliancista haya resuelto ninguno de los problemas que estrangulan a la población— el artificiosamente engrosado padrón electoral agoniza ante la indiferencia general. Probablemente es lo que los grandes conglomerados de la política profesional quieren: que duerma, que no despierte, que no perturbe el desarrollo de sus actos a espaldas del común.

 

La campaña de los candidatos a los municipios —se eligen concejales, no regidores, por el biribirloque de la semántica dictatorial— también se arrastra entre alcaldes que buscan reelegirse porque «quieren más» frente a candidatas que aseguran que es la ciudad la que «más quiere»: grandes conceptos que hacen bostezar a la ciudadanía, en tanto otros aspirantes prometen un esfuerzo para limpiar la caca de los perros: he ahí próceres y proceresas en acción. ¿Alguien en su sano juicio se arriesgaría a votar por semejantes personajes?

 

En suma, en el acto del Caupolicán MEO presentará a los candidatos a los municipios de su partido. ¿Dirá, dirán, algo diferente a las monsergas y taradeces que ya se pronuncian y se multiplican en afiches, carteles, volantes —y susurros en las calles y ferias libres de las ciudades del país?

 

Si lo que diga en su calidad de dirigente político llena el vacío abisal al que han llevado al país los Piñera, las Bachelet, los Frei, los Walker, los Escalonas, los Tarudes, los Larraínes… es posible que tenga futuro como dirigente político; futuro, no presente —a menos de que lo edifique ya, a pulso y con las uñas— porque el horno no está para meter el pan ciudadano ante una sociedad de consumidores a los que 17 años de dictadura y 20 de subdemocracia le quitaron hasta el olor a ciudadanía. Y que los tres años de Alianza han golpeado sin misericordia. Todos ellos culpables de que la palabra política se haya convertido en sinónimo de detritus.

 

Se necesita un viento que barra con los polvos que formaron los lodos posdictadura; la única pregunta es si el cuatro de octubre «el Meo» será capaz de erguirse y tomar la herencia política nacional tanto tiempo yacente custodiada por epígonos de la dictadura y traidores a la democracia.

 

Con el alcalde Labbé por la no violencia

 

No hace falta ser muy suspicaz para darse cuenta de que entre las malas palabras chilenas se anotó el término revolución; nadie tiene muy claro qué significa, y aquellos que en su juventud solían pronunciarla, masticarla, reiterarla y hasta dormir con ella la han olvidado; algunos porque Funes, el memorioso, es un personaje de ficción, y ellos perdieron la suya, y otros/as por eso de ser tránsfugas nomás.

 

Así que el país no quiere lo que no conoce ni sabe definir; bien, es una suerte de privilegio triste, pero se ara con los bueyes que hay.

 

Por eso no sorprende que el inefable alcalde de Providencia esté, mientras se entrega ese artículo, a horas de pronunciar un importante discurso en el acto programado por el Día de la No Violencia organizado por la embajada de la India.

 

En la Plaza de la India, Avenida Santa María al 1800, tras las ofrendas florales de estilo al Mahatma, la ceremonia tendrá la siguiente pauta (copia textual del programa):

 

0915 hrs Discurso de apertura por el Embajador de la India Sr. Pradeep K. Kapur
0920 hrs Discurso del Representante del UNDP, Sr. Antonio Molpeceres
0925 hrs Discurso del Representante de UNESCO, Sr. Jorge Sequeira
A0930 hrs Discurso del Sr. Cristian Labbé, Alcalde de Providencia

 

¿Dirá algo MEO al respecto? Al fin de cuentas Gandhi es una de las grandes personalidades del siglo XX y a la ceremonia irán escolares que, inocentes, se verán obligados a cantar para Labbé y demás invitados, y Labbé será el único reoresentante del la institucionalidad chilena (no se extrañe nadie, quizá le comunicaron al presidente Piñera y creyó que el Mahatma es un boxeador o algo así).

 

Si consideramos que Gandhi fue asesinado se comprende la fina ironía de la presencia de Labbé en la plaza, ¿verdad?

 

El pueblo no quiere revolución, aceptémoslo (alguna vez volverá a exigirla), pero conviene que MEO —u otro— tenga presente que sí necesita eso que se llamaba vida republicana.

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2 Comentarios
  1. Alejandro Suarez dice

    Las intenciones de elevarle la imagen de luchador popular a Marco Ominami por lo visto no escatima verborréa, a quién quieren engañar? Por mucho que quieran utilizar el nombre y figura de Miguel no les es posible ocultar el lado burguesoide de Marco, solo es cosa de ver su programa privatizador y excluyente de su campaña presidencial, es solo mirar los que le acompañaban en su organización politica(en su mayoría de derecha y ultraderecha)donde muchos de ellos son colaboradores del actual gobierno. Pretenden Uds. enlodar la imagen de los estudiantes tratando de poner a Marco como ícono de las movilizaciones, si saben que NO, Marco Ominami es y seguirá siendo «El Cura de Catapilco» moderno. Marco no deja de ser un oportunista más, que de representante popular solo tiene el slogan para sus campañas de interés personal. NO A MARCO,ES MAS DEL MISMO FRASCO !!!!

  2. Antonio Casalduero Recuero dice

    Durante mucho tiempo voté por los comunistas porque confiaba en su proyecto de cambiar el sistema político chileno actual, pero desde que se aliaron con la Concertación opté por descartarlos de mis preferencias. Hoy creo que es Marco Enríquez el único candidato que engendrá cierta esperanza política en Chile; él ha criticado acerbamente a la Concertación por su doble discurso, ha repudiado a la derecha que se hace llamar aliancista por su aún apego trasnochado a las políticas pinochetistas. Marco incluyó en su programa el más caro anhelo de la juventud chilena: Educación Gratuita para todos. Hoy somos muchos los que no estamos ni con la Concerta (amarilla) ni con la Alianza (neofascista), sólo nos va quedando Marco Enríquez. Ojalá tampoco nos defraude. Salvador Allende postuló en cuatro ocasiones a la presidencia. Marco Enríquez recién iría en la segunda.

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