Negacionismo y “capitalismo verde”, las dos caras de una misma moneda

Frente al escenario catastrófico que preanuncia el calentamiento global, los poderes fácticos del capitalismo internacional oscilan entre dos estrategias: una campaña de negación de las evidencias científicas tendiente a presentarlos como una “ideología”, y una estrategia de promoción de un “capitalismo verde” o “sostenible”, que impulsa acuerdos internacionales que son una farsa y propone una reconversión parcial y limitada de los sistemas productivos, mientras fortalece el modelo de acumulación y explotación capitalista.

En el campo del negacionismo se sitúan desde Donald Trump, el Partido Republicano y el Tea Party en Estados Unidos, el presidente Jair Bolsonaro en Brasil, hasta sectores minoritarios de científicos.El imposible capitalismo verde ~ decrecimiento

Pero su núcleo central está en las grandes corporaciones que son las principales responsables de las emisiones de gases contaminantes que generan el cambio climático. Sin embargo, al mismo tiempo que hacen campaña negacionista, las grandes corporaciones capitalistas son plenamente conscientes de las consecuencias del cambio climático y sus efectos sociopolíticos, y se preparan para responder a sus implicaciones en el terreno de la “seguridad” y la política exterior.

En efecto el capital más concentrado plantea la militarización como instrumento de adaptación al cambio climático: más ejércitos y fuerzas de seguridad privadas, que eventualmente puedan defender las islas de prosperidad en medio de océanos de miseria y degradación.

Mientras que del otro lado se sitúa el “capitalismo verde”, promovido desde el Partido Demócrata norteamericano, líderes políticos de los principales países europeos como Angela Merkel, Emmanuel Macron o Pedro Sánchez y diversos “partidos verdes”, pasando por diferentes y poderosas corporaciones capitalistas, organismos internacionales, hasta ambientalistas y ONGs.

Y es que la nueva ofensiva del capitalismo global por privatizar y mercantilizar masivamente los bienes comunes tiene en la economía verde a su máximo exponente y principal socio. Justamente en un contexto de crisis económica, una de las estrategias del capital para recuperar la tasa de ganancia consiste en privatizar los ecosistemas y convertir “lo vivo” en mercancía.

La lógica perversa del capitalismo verde - EcoPortal.netSe trata de un ejercicio de sincretismo entre neoliberalismo y “economía verde”. Denuncian el calentamiento global y acuerdan en costosas cumbres climáticas medidas de protección ambiental, controles y grandes objetivos de reducción de emisiones, que en todos los casos no han ido más allá de la retorica de los “documentos diplomáticos” sin mayores consecuencias prácticas.

Al mismo tiempo, sugieren, limitar la producción de sustancias tóxicas y la destrucción de recursos naturales y desarrollar simultáneamente nuevas tecnologías “suaves”, argumentando que se trata de una nueva fuente de crecimiento económico, ya que las corporaciones capitalistas podrían extraer jugosos beneficios.

Una de las medidas más recientes en este campo, impulsada por el gobierno de Merkel y el Partido Verde alemán, pero que comienza a ser adoptada por otros gobiernos y sectores ambientalistas, busca implementar un impuesto a las emisiones de CO2 (gravando por ejemplo el consumo de carne, los combustibles o el tráfico aéreo) para renovar la industria hacia una transición ecológica.

Un impuesto que provocaría la subida de precios y un ataque en regla a la capacidad adquisitiva de la clase trabajadora, mientras no representa ninguna medida seria ante la crisis climática. En definitiva, la estrategia neoliberal del “capitalismo verde” termina siendo “negacionismo light”.

Por ello la idea de un “capitalismo verde”, que elimine de forma íntegra y efectiva las causas que están en la base de la catástrofe ambiental global que nos amenaza y promueva un “desarrollo sostenible” de la humanidad y el conjunto de las especies que pueblan el planeta, es una quimera. La solución a la crisis climática global no puede nacer en ningún caso de las entrañas del mismo sistema que la produjo.

Dentro de este campo hay gran número de ONGs y organizaciones ambientalistas que trabajan codo con codo con los evangelistas de la ecoeficiencia y las petroleras como Shell o la Exxon, con mineras contaminantes como Barrick Gold o megacorporaciones como Walmart, Cargill o Monsanto, colaborando con el saqueo de recursos naturales en todo el planeta bajo la cobertura “ambientalista”, en realidad lo verde alimenta las entrañas del monstruo.

Los procesos eco-destructivos del capital están llegando al límite.

Ha llegado el momento de que aquellos preocupados por el destino de la Tierra enfrenten los hechos; no sólo la grave realidad del cambio climático sino y sobre todo la acuciante necesidad de un cambio en el sistema social

En épocas de crisis, el hombre tiende a crear puentes entre una realidad ingrata y hostil en algo ideal, lo cual sin duda forma parte de ese equilibro social que trasciende la razón, en esa necesidad de disminuir los factores negativos y aumentar los positivos. Tal vez por eso, en la vida diaria aceptamos como ciertas muchas cosas que, después de un análisis mas riguroso, nos parecen tan llenas de evidentes contradicciones, que solo un gran esfuerzo de pensamiento nos permite saber lo que verdaderamente no es lícito creer.

La incapacidad de arribar a un acuerdo sobre el clima global en cada una de las diferentes, cumbres climáticas no ha sido únicamente una simple abdicación de liderazgo mundial, como se ha sugerido frecuentemente, sino que tiene raíces más profundas en la incapacidad deliberada del sistema capitalista para lidiar con la creciente amenaza a la vida en el planeta.

De forma innegable el capitalismo ha prosperado desde hace siglos mediante la explotación de la naturaleza, ya sea como fuente “inagotable” de recursos para convertirlos en mercancías o como repositorio de desperdicios.

Cada vez es más evidente que la capacidad de la Tierra de “soportar” los procesos eco-destructivos del capital ha llegado al límite. La recurrente necesidad de crecimiento constante del capital ha llevado a la interrupción de un complejo ciclo natural que tardó millones de años en desarrollarse, provocando una fractura del metabolismo derivado de la sociedad y la naturaleza.

Estos conceptos y estimaciones pueden parecer abstractos, pero toman cuerpo cuando se advierten sus consecuencias reales, como la potenciación de todos los fenómenos catastróficos relativos al clima, su permanencia en el tiempo y la aceleración de sus ritmos. Incendios incontrolables que arrasan ciudades enteras en todo el globo, asociados también a la propagación de especies invasivas y una gestión forestal orientada al monocultivo y únicamente al lucro, olas de calor extremas, inundaciones masivas o sequías catastróficas.

Una tendencia que se agravará si no se frena la crisis ecológica, pudiendo producir una extinción en masa de la biodiversidad del planeta.

La barbarie que ha representado la reciente multiplicación de incendios en la Amazonia, resultado de los incentivos al desmonte -intensificados por la política del ultraderechista Bolsonaro- la flexibilización de la legislación ambiental y la acción directa de latifundistas y ganaderos, que orquestan las quemas, es sólo un episodio más del continuo proceso de degradación y destrucción ambiental.

Los fenómenos de los incendios forestales descontrolados son cada vez más recurrentes, como los grandes incendios que están arrasando Siberia y el África subsahariana, así como los de California año tras año o en numerosas regiones del sur de Europa principalmente España y Portugal.

Antecedentes

Los miembros de la Junta Consultiva sobre Cambio Climático, reunidos por primera vez desde la constitución de la misma después de la Cumbre de las Naciones Unidas sobre el Clima de 2019, refrendaron una estrategia para un período de diez años para que el empleo y el bienestar de las personas constituyan elemento principal de la transición a economías que no generen emisiones de carbono y sean resilientes con respecto al clima.

En diciembre de 2019, el Secretario General de las Naciones Unidas, el Director General de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y varios dignatarios de gobiernos y otras organizaciones internacionales pusieron en marcha la iniciativa de Acción climática para el Empleo en el marco de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático celebrada en Madrid (COP25).

En dicha Cumbre, 46 países se comprometieron a formular planes a escala nacional para fomentar una transición justa, y que el trabajo decente y una transición justa para todos fueran el elemento principal de las medidas encaminadas a abordar el cambio climático, sobre la base de las Directrices de la OIT para una transición justa.

Sus tres objetivos principales son los siguientes:
-aplicar medidas sobre el cambio climático que contribuyan a generar empleo decente y promover la justicia social;
-brindar asistencia a los países para que logren avances en aras de un futuro sostenible;
-tomar medidas para facilitar una recuperación inclusiva y sostenible frente a la pandemia de Covid-19.

Entre los miembros de alto nivel de la citada Junta Consultiva cabe destacar los ministros de medio ambiente, trabajo y planificación del desarrollo de Argentina, Costa Rica, España, Francia, Ghana, Indonesia, Samoa y Senegal, así como varios dirigentes de organizaciones de empleadores y de trabajadores y altos funcionarios de las Naciones Unidas e instituciones financieras de desarrollo.

La Junta designó copresidentes a Teresa Ribera, Vicepresidenta cuarta del Gobierno de España y Ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, y al Sr. Lautafi Fio Selafi Purcell, Ministro de Comercio, Industria y Trabajo y Ministro de Empresas Públicas de Samoa.

Los miembros de la Junta subrayaron la necesidad de adoptar, a la mayor brevedad posible, medidas coherentes y coordinadas para abordar los efectos económicos, sociales y medioambientales de la crisis de Covid-19. Pusieron de manifiesto la oportunidad exclusiva de reconstruir las economías y las sociedades para que sean más sostenibles, inclusivas y resilientes frente a futuras crisis, sobre la base de las seis esferas de acción que el Secretario General de la ONU propuso para promover una recuperación favorable para el clima.

El objetivo manifiesto de la Iniciativa de Acción Climática para el Empleo es proporcionar a los países instrumentos para evaluar alternativas de inversión y políticas con el fin de facilitar una recuperación que haga hincapié en el empleo y la transición a economías sostenibles.

Asimismo, fomenta la planificación, la formulación de políticas, el desarrollo comercial, los conocimientos y la innovación en aras de un futuro sostenible, en consonancia con las Directrices de la OIT para una transición justa y la recomendación sobre el empleo y el trabajo decente para la paz y la resiliencia, así como el Decenio de Acción de la ONU para alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible.

“Nos encontramos en un momento trascendental para alcanzar los objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, al comenzar un decenio de acción que debe ser decisivo. La Iniciativa de Acción Climática para el Empleo ha de constituir una contribución sustancial en esta última etapa del proceso de cumplimiento de los SDG. Todos somos conscientes de nuestras responsabilidades al respecto”, señaló Guy Ryder, Director General de la OIT.

En diciembre del 2009 el presidente cubano Fidel Castro ya advertía: “Hasta hace muy poco se discutía sobre el tipo de sociedad en que viviríamos. Hoy se discute si la sociedad humana sobrevivirá”.

*Periodista uruguayo acreditado en Onu-Ginebra. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

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