Nicaragua y los «perros de la guerra»

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¿»En favor» o «en contra» del gobierno de Daniel Ortega? Candorosa inquietud binaria que cabe responder sin remilgos: 1) defensa del orden constitucional, y 2) no intervención de Washington y los «perros de la guerra» en Nicaragua.

Con respecto a la premisa uno, decir que Ortega ha sido el principal responsable de violentar el orden que preside. Y con respecto a la segunda, subrayar que la violencia ejercida por la «oposición», fue exponencialmente superior a la del gobierno legalmente constituido. Ambas cosas han sido probadamente documentadas, filmadas y difundidas en las redes antisociales.

¿Quiénes alimentan a los «perros de la guerra»? Empecemos con Ana Margarita Vijil Gurdián, presidenta del minúsculo Movimiento de Renovación Sandinista (MRS) y comensal de la congresista republicana Ileana Ros-Lehtinen, peón de la CIA y el Mossad, inventora de la llamada «Nica Act» (ley de sanciones económicas contra Nicaragua, aprobada por 435 legisladores en septiembre de 2016), enemiga de la revolución cubana, y de cuanto espacio nacional y popular existe en América Latina.

A finales de marzo de 2017, Ros-Lehtinen viajó a Guatemala y Honduras, con el propósito de presionar a grupos de poder económico con vínculos en Nicaragua, para que retiren sus inversiones y buscando procedimientos «menos riesgosos» para la entrega de fondos del Instituto Republicano Internacional (IRI), en favor de la «oposición».

Por ejemplo, el Movimiento por Nicaragua (MpN), de Violeta Granera; la Comisión Permanente de Derechos Humanos (CPDH), de Marcos Carmona; el Centro de Investigación de las Comunicaciones (Cinco), de Carlos Fernando Chamorro (ex director del diario sandinista Barricada) y la mentada señora o señorita Ana Margarita.

El periodista estadunidense Max Blumenthal nos recuerda que a principios de junio pasado «jóvenes activistas nicaragüenses salieron de excursión a Washington DC, financiados por Freedom House». Una ONG que preside el demócrata R. James Woolsey, ex director de la CIA (1993-93).

Allí, los jóvenes nicaragüenses «libertarios» posaron en fotografías junto a Ros-Lehtinen, y los senadores republicanos de ultraderecha Ted Cruz y Marco Rubio. En tanto, en su página web, la National Endowment for Democracy (NED) se jactaba en un artículo de haber invertido «años y millones de dólares preparando el terreno para la insurrección en Nicaragua» (sic). Aunque después, el vocablo «insurrección», fue sustituido por «cambio».

¿Qué es la NED? De acuerdo con Allen Weinstein, uno de los fundadores del engendro republicano-demócrata (1983): «mucho de lo que hacemos hoy día era hecho de manera encubierta hace 25 años por la CIA» (1991). Reflexión que cierra con el artículo de marras, escrito por el académico Benjamin Wadell, director de la Escuela de Capacitación Internacional en Nicaragua.

Presidida por Luciano García, la ONG Hagamos Democracia ha sido el mayor receptor de fondos de la NED (525 mil dólares desde 2014). Mientras el Instituto de Estudios Estratégicos y Políticas Públicas (IEEP) de Managua, dirigido por Félix Mariadiaga (miembro de la Young World Forum Global Leader), recibió 260 mil dólares.Resultado de imagen para Luciano García, la ONG Hagamos Democracia

En «casual coincidencia» con la presencia de los jóvenes estudiantes en Washington, Mariadiaga encabezó una delegación de la «oposición» frente a la Asamblea General de la OEA, a la que se unió otro receptor de fondos de la NED, Aníbal Toruno, director de Radio Darío en la ciudad de León.

Naturalmente, los jóvenes también fueron recibidos en Washington DC por el director de la USAID, Mark Green. Junto con la NED, la USAID ha sido uno de los puntales para el cambio de gobiernos poco amigos del imperio. En Nicaragua, el presupuesto de la USAID para 2018, superó 5,2 millones de dólares.

El drama que acaba de tener lugar en Nicaragua, responde a un esquema similar al de las «primaveras árabes» de Túnez (2010) y Egipto (2011), o las «revoluciones de colores» de Georgia (2003) y Ucrania (2014). Sólo que en la «revolución de las rosas» de Georgia no hubo muertos, y en la «naranja» de Ucrania hubo poco más de cien. Pero en Nicaragua (con una población siete veces inferior a la ucraniana), murierosi y non cerca de 400, muchos de ellos ultimados con calculada y estremecedora crueldad.

El esquema es inequívoco. Empieza con el descontento popular, que luego se canaliza hacia la acción política violenta, con apoyo de estudiantes, ONG de Estados Unidos y Europa, y escritores como Svetlana Aleksiévich (Nobel 2015). Para no hablar de los nicaragüenses que, en medios como El País, de España, explican la «democracia».

Como dice el hipercitado Noam Chomsky: «La gente ya no cree en los hechos». Cosa de la que no estoy muy convencido. Pero en fin, que la «posverdad» nos coja confesados. Porque en cualquier momento, la táctica del «golpe suave» (¿?) recurre a los drones de colores, y desde el cielo quedamos avisados de los alcances verdaderos de la democracia sin verdad.

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