No da igual quien gane en EU, tras 228 años de farsa electoral
El próximo martes, 336 millones de estadounidense participarán, votando o mirando votar, en la elección del nuevo presidente del país más poderoso del mundo, quien decidirá donde comenzará y cuándo terminará la próxima guerra, cuál será el próximo gobierno a derrocar y ordenará los nuevos bloqueos económicos y genocidas allí donde haya un pueblo dispuesto a defender su soberanía.
El analista argentino Andrés Gaudin afirma que la democracia made in USA no es imperfecta ni tramposa: es una estafa que no han ni corregido ni disimulado tras 228 años de vigencia, evitando así acatar la voluntad soberana de los ciudadanos, como reza el credo democrático occidental y cristiano. El sistema electoral de EU no tiene en cuenta el voto popular, no valoriza la opinión ciudadana.
Estados Unidos se presenta cómo faro de las libertades y guardián de las democracias, aunque de unas y otras tenga cada vez menos para mostrar en estas elecciones, consideradas como las más reñidas de la historia reciente, donde los medios estadounidenses insisten en que la demócrata Kamala Harris y el republicano Donald Trump están empatados.
Los candidatos finalizan la larga y ardua campaña con giras en el sur del país, centrados en lo que los expertos señalan como los estados que definirán al ganador. Harris estuvo en Georgia y Carolina del Norte y Trump en esta última entidades, además de Virginia. Todos –de derecha a izquierda– están de acuerdo en una cosa: no da igual quién gane.
Kamala Harris se proclama como líder de una nueva generación y sus simpatizantes exhortan al voto anti-Trump, en tanto el republicano se posiciona como cabeza de una insurgencia contra el statu quo del actual gobierno. Mientras se teme que la elección atraiga actos violentos. El 53 por ciento de los millonarios estadounidenses –según un sondeo– dicen que es probable que emigren sin importar quién gane, ante temores de que se desaten disturbios sociales.
La oferta de los demócratas es más de lo mismo de los cuatro años recientes, pero ahora con alguien más joven que el presidente Joe Biden, quien con 60 años se proclama como líder de una nueva generación. Aunque casi todos los opositores de Trump ovacionaron el cambio de jinete en medio de esta elección ante la convicción de que Biden sería derrotado por Trump, no ha cambiado la dinámica electoral.
Este sábado, la única diputada federal palestino-estadunidense, la demócrata de Michigan Rashida Tlaib, rechazó endosar su voto a Harris por el manejo de la guerra en Gaza. Es que kamala decidió girar a la derecha en el tramo final de la campaña, sobre el control de la fontera y el fujo migratorio, su apoyo incondicional a Isrel en su genocidio de palestinos y también sobre el tema ambiental. Muchos jóvenes y latinoamericanos señalan que no pueden votar a quien es cómplica de un genocidio.
Para los anti-Trump no deja de asombrar que, ante un candidato republicano que es convicto por fraude empresarial y por ocultar pagos para callar a una estrella de pornografía, y que enfrenta decenas de cargos criminales federales y estatales por intentar subvertir la elección pasada y por manejo ilícito de documentos secretos oficiales, entre otras cosas, la contienda siga en un empate técnico.
Aunque parece difícil de comprender es que el facista logró proyectarse como el insurgente y a su campaña como la cabeza de un gran movimiento popular insurgente contra el statu quo en Washington ahora representado por Harris y su jefe Joe Biden, con lo que ha logrado mantener un apoyo popular espectacular de una población que, de acuerdo con los sondeos, no confía en las instituciones democráticas del país, y se sienten traicionados por el gobierno y los demócratas que dicen representarlos.
Trump propuso a lo largo de su campaña deportaciones masivas de migrantes mediante la Guardia Nacional y sugirió la creación de campos de concentración para detenerlos. Asimismo asegura que perseguirá a sus opositores políticos a través del Departamento de Justicia, y prometió que desplegará fuerzas militares contra ciudadanos estadounidenses que forman parte de lo que llama el enemigo interno.
Prometió que de llegar nuevamente a la presidencia, castigará a estados con gobiernos demócratas en el manejo de desastres naturales, que bombardeará a Irán y usará la fuerza militar contra los cárteles en México. Asimimo, afirmó que continuará con la anulación de derechos al aborto y de libertades civiles, e impulsará medidas proteccionistas con graves consecuencias para los socios comerciales del país. En un editorial The New York Times advierte: créanle.
Para algunos expertos en movimientos derechistas nacionalistas, Trump cada vez encaja más en la descripción clásica del fascismo. Para los expertos liberales y progresistas, el argumento más efectivo contra el republicano no es necesariamente promover un voto pro Harris, sino un sufragio masivo anti-Trump.
El senador Bernie Sanders –aún el político electo más popular entre los votantes jóvenes– y la diputada Alexandra Ocasio-Cortez han realizado eventos de apoyo para Harris en Wisconsin y en Pensilvania. Sanders difundió mensajes a sectores progresistas y jóvenes que podrían definir el resultado si participan y subrayó que también tiene diferencias con Harris sobre migración, la complicidad en la guerra contra los palestinos y en asuntos ambientales, pero que Trump y sus amigos derechistas son aún peores.
Sanders insiste en que no se puede reducir la decisión del voto a un solo tema, y enfatiza que en ámbitos como el de los derechos de las mujeres, el cambio climático y el racismo, Trump sería un desastre para el país. Tiene que ser derrotado.
En Pensilvania, Sanders encabezó un acto de apoyo a la vicepresidenta, pero se mensaje fue una invitación al movimiento para ampliar los derechos de los trabajadores y enfrentar los planes de Trump para desmantelar el poder de los asalariados. Es hora de construir una economía que funcione para todos, dijo.
Ese discurso ha sido repetido, con mayor credibilidad que la de los políticos, por estrellas de la cultura y el deporte, o representantes de movimientos sociales, algunos de los cuales han acompañado a la candidata demócrata, otros participando como parte de la resistencia contra Trump, entre ellos Bruce Springsteen, Beyoncé, George Clooney, Jennifer López, Mark Ruffalo, Don Cheadle, Stephen Curry, Stevie Wonder, Los Tigres del Norte, el presidente del sindicato automotriz Shawn Fain, la líderesa del gremio de sobrecargos Sara Nelson y gremios del magisterio, entre otros.
Muchos de ellos son críticos progresistas del gobierno actual de Biden y Harris, pero que ante la amenaza de la llegada de Trump a la Oficina Oval, señalan que es necesario votar por la opositora a ese proyecto derechista. Entre el gran mosaico de voces conscientes, liberales y progresistas, hay discrepancias sobre casi todo menos una: no da igual –dentro y fuera del país– quién gane en estas elecciones.
* Socióloga estadounidense, profesora universitaria, colaboradora del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la). Traducción de Victoria Korn
Los comentarios están cerrados.