Otra cara de las cosas. – EL FIN DEL MUNDO YA OCURRIO CUATRO VECES

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Nadie se ría, porque el asunto es serio. Esta misma semana se anunció en Israel que, para el año 2060, el planeta que tenemos bajo los pies seis mil millones de terrícolas habrá desaparecido, según unos estudios secretos del físico Isaac Newton, expuestos por primera vez en público por la Universidad Hebrea de Jerusalén.

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El insigne matemático inglés, que formuló hace tres siglos la ley de gravitación universal y sentó las bases de la mecánica moderna, calculó a partir de ciertas claves numéricas en la Biblia, cuál sería la fecha del fin del mundo. Su conclusión es que ocurrirá 1.260 años después de la refundación del Sacro Imperio Romano, llevada a cabo por Carlomagno en el año 800. Es decir: 1.260 + 800 = 2.060. ¡Cincuenta y tres años más y todo habrá terminado!

Anótelo en la agenda, pero no se alborote. Tenemos pruebas documentales de que los antiguos aztecas, a la llegada del conquistador Hernán Cortés en 1519, ya habían registrado ¡cuatro! fines del mundo, lo mismo que sostenían los egipcios tres mil años antes, sin que los aztecas ni los españoles lo supieran.

Isaac Newton tampoco lo sabía, y se pasó los últimos años de su vida haciendo cálculos y anotaciones sobre el Libro de Daniel, en el Antiguo Testamento, para lo cual hasta aprendió hebreo, tratando de descifrar la fecha exacta en que se acabaría el mundo. Lo malo es que otros insignes pensadores, héroes y santos, entre ellos Cristóbal Colón, Martín Lutero, San Bernabé, San Irineo de Lyon y hasta el propio San Agustín, uno de los cuatro primeros Doctores de la Iglesia, también basados en la Biblia, anunciaron hace varios siglos que estaban a punto de cumplirse en su tiempo los seis mil años que duraría la vida terrestre, ¡pero no pasó nada!

El cálculo que hacían era el siguiente:

“Cada día de la creación equivale a mil años”… (Lo puede leer cualquiera en los textos bíblicos: en 2ª de San Pedro 3:8, y en Salmos 90:4)… “Por lo cual, de la misma forma en que se han creado en seis días todas las cosas, en seis mil años se consumarán”.

Los más precisos agregaron mil años adicionales por el día de descanso original, el sábado. Cristóbal Colón, entre ellos, que se apoya en “Santo Agostín”, según escribe de puño y letra en su Libro de las Revelaciones escasamente conocido. Con lo cual la duración exacta del hábitat que nos cobija llegaría a los siete mil años.

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La teoría “milenarista” –pasando por Newton– llegó hasta nuestros días, considerada por otros científicos y filósofos, creyentes o no, entre ellos Sir Betrand Russell. Pero la “biblia” del asunto la tenían los aztecas antiguos, que se la transmitieron literalmente a los conquistadores hispanos de México, según la siguiente versión, de fuente insospechable. Su autor es el Rey de los Cronistas de todos los tiempo, el erudito y ameno como ninguno, Michel Eyquem de Montaigne, o Montaigne a secas, autor de los célebres Ensayos, escritos en 1580, que han servido de inspiración desde entonces a numerosos intelectuales y personalidades mundiales.

“Los mexicanos eran algo más civilizados y artistas que los otros pueblos de los nuevos reinos –escribe Montaigne–. Creían, como nosotros, que el fin del universo estaba próximo, y tomaron por signo de ello la desolación que los europeos llevaron a sus tierras. Opinaban que la existencia del mundo se dividía en cinco Eras, correspondientes a las vidas de cinco soles consecutivos, cuatro de los cuales se habían extinguido ya, siendo el último el que a la sazón nos alumbra.

“El primero sucumbió con todos los seres por universal inundación de las aguas; el segundo, por haber caído el cielo sobre la tierra, destrozando toda cosa viviente. A esta Edad asignaban ellos la generación de los gigantes, de los cuales enseñaron a los españoles huesos tales que, en proporción, debió aquella raza medir veinte palmos de altura.

“La tercera Era concluyose con un fuego que lo deshizo y consumió todo; y la cuarta con una conmoción de aire y viento que llegó a derribar algunas montañas. Esta vez los hombres no murieron, pero fueron transformados en monos”…

“Después de la muerte de este cuarto sol, el mundo paso veinticinco años en perpetuas tinieblas, y en el año decimoquinto fueron creados un hombre y una mujer, que rehicieron nuestra especie. Diez años más tarde reapareció un sol otra vez creado, y desde entonces hacen ellos el cómputo de su Era”.
(Montaigne, Ensayos completos, págs. 778—779).

fotoTres en uno, los secretos aztecas recogidos por Montaigne:

1) “Los hombres se transformaron en monos” —escrito en 1580, cuando faltaban tres siglos para que surgiera en Inglaterra la teoría de Darwin.

2)“Una pareja que rehizo nuestra especie”. —¿Adán y Eva?. Y

3) El Diluvio Universal, tradición que reproducen distintas culturas y religiones y, desde luego, la propia Biblia.

En resumen, ¡México 3 – Newton 0! Por lo menos, al concluir el primer tiempo…

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* Periodista.

Artículo publicado originalmente en el diario La Nación de Santago de Chile. Se reproduce aquí por gentileza del autor.

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