Parábola: la Argentina y el colchón de Cochecho

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Había una vez en Valparaíso un hombre de edad indefinida, manos, cara y sonrisa de niño y cuerpo de anciano. Nadie de mis conocidos sabía su nombre. Lo llamábamos Cochecho. En los días lluviosos cargaba sacos de aserrín, los llevaba a las tiendas donde lo esparcían al interior a modo de alfombra para recoger el agua que sus clientes traían en sus zapatos. | ROLANDO GONZÁLEZ ALTAMIRANO.

 

De igual manera Cochecho subía por las calles de los cerros aledaños al San Juan de Dios con sacos de viruta para los fogones de sus vecinos que obtenía de las madererías. Siempre lo vimos vestido con pantalón y vestón viejo ceñidos a la cintura por un cordel. Nadie supo que ocupara en algo el dinero obtenido por su trabajo. Tanto el aserrín, la viruta y hasta la comida la obtenía regalada.

 

Inocentón, aparte de su eterna sonrisa, no se podía obtener otra manifestación de su carácter. Carecía absolutamente de agresividad y, por lo mismo, todos, hasta los niños, lo mirábamos con aprecio. Sabíamos que habitaba un cuartucho en la parte alta del cerro y que sus vecinas lo socorrían en caso de necesidad.

 

Un día el Cochecho dejó de recorrer las calles del puerto. Luego supimos que había muerto. Tiempo después circuló a modo de rumor la historia de que el colchón donde dormía el Cochecho estaba relleno del dinero que jamás había gastado. El pobre inocente dormía sobre una fortuna cuyo uso, bajo su escasa inteligencia, el pobre inocente jamás alcanzó a valorar.


 

Esa es la historia del colchón del Cochecho. ¿Mítica o verdadera? ¿Quién sabe? Lo cierto es que nosotros, los habitantes de la América latina, somos hasta cierto punto el Cochecho de nuestra historia, porque dormimos sobre una gran fortuna escondida en el inmenso colchón, que es nuestro continente, y que no hemos valorado en su plenitud para aprovecharlo a favor de todos nuestros habitantes.

 

Al contrario, han llegado depredadores de todos los calibres a nuestro continente para saquear nuestras riquezas desde el mismo instante en que los europeos supieron de nuestra existencia.

 

Hoy empresas capitalistas extranjeras se dedican impunemente a saquear nuestro colchón continental y nosotros, Cochechos sonrientes, buena gente, no sólo sonreímos, sino, más todavía, nuestros propios gobiernos les proporcionan todo tipo de facilidades para que se enriquezcan, mientras la mayor parte de nuestra población subsiste a duras penas en la pobreza más absoluta.


 

Los únicos habitantes de América latina que disfrutan de parte de esa fortuna escondida en el colchón demuestran un egoísmo inusitado hacia sus connacionales, la mayor parte de ellos son simplemente empleados sumisos de los conquistadores, que por un salario muchas veces miserable, les ayudan y les proporcionan los medios para que continúen saqueando esta especie de colchón del Cochecho.


 

Lo peor de todo es la desfachatez de estos empleados sumisos, porque cuando alguno de nuestros gobiernos latinoamericanos intenta rescatar sus riquezas de manos de los conquistadores se comportan como si ellos mismos fueran de la vieja Europa para desautorizar desvergonzadamente y de manera pública estas acciones de independencia.

 

Tal cosa sucede actualmente respecto a la actitud libertaria e independentista de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, su gobierno, parlamento y el pueblo argentino cuando deciden rescatar su riqueza petrolera de la rapiña de la empresa española Repsol.


 

Ante tal actitud libertaria no podemos sino dar gracias al pueblo argentino por tamaña demostración de nacionalismo, precisamente hoy cuando muchas empresas, sobretodo españolas, con la complicidad de los gobiernos se están apoderando de nuestras riquezas básicas, llegando al extremo incluso de hacerse dueños de un elemento vital para nuestra vida como es el agua.


 

La falta de respeto a nuestros países debe llegar a su fin. Argentina es un sol que ilumina la penumbra de nuestra postración y nos hace recordar a patriotas como Simón Bolívar, San Martín, Hidalgo, Allende, Martí, O’Higgins, Manuel Rodríguez y tantos otros que nos dieron Patria.


 

¡Adelante Argentina! Encabezada por una mujer que no ocupa pantalones para gobernar, sino que trae las faldas muy bien puestas.


 

Esperamos que esta demostración libertaria sea imitada por el resto de nuestros reconquistados y empobrecidos países.
Así sea y hasta siempre.
——
* Profesor universitario (jubilado).

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