Paraguay: la magia

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Salió para el campo después de dos semanas en Asunción, la capital de Paraguay. Merche, se moría de ganas por ‘ir al terreno’ -como se expresa la gente que dedica su tiempo a la cooperación internacional-.
 Acompañaba a Marta, formadora de una de una organización de mujeres campesinas e indígenas. En el camino, bajo un cielo gris, espeso y nublado, Marta le contó de su madre Magui, que para parirla en su tierra, arriesgó –una vez más- su propia vida. Magui vivía exiliada en Brasil, la lucha contra la dictadura de Stroessner, le obligó a ello. Pero no podía permitir que quien prosperaba en su vientre, naciera fuera de su mundo. Así que, ayudada por sus amistades, cruzó la frontera sin ser descubierta, tres días antes del parto. Cuando volvió definitivamente a Paraguay, Magui encabezó las primeras manifestaciones y las grandes marchas campesinas, visible y oíble, ya para siempre.
 Llegaron hasta San Pedro, lugar de tierra roja y monte verde, donde Marta impartía un taller de nutrición a 18 mujeres, algunas cargando con sus bebes, otras más añosas, porque bien les interesa saber cómo prevenir las diarreas de la familia o cómo aprovechar los cereales autóctonos. Explica Marta que son muy ricos en proteínas, fáciles de producir y son suyos. Guardan, reproducen e intercambian semillas sin multinacionales como intermediarias.
 Por la tarde Marta dinamizó al Comité de su organización en la zona. En esta reunión –como escenario la Iglesia del pueblo- participaron otras 21 mujeres, un sólo hombre y bastantes niñas y niños que correteaban y jugaban, sin apenas molestar. Toditas le preguntaban a Marta por su mamá. –Hablando alto como siempre-, decía ella, también en un tono valiente.
 Merche, que no entiende el guaraní, mal que bien siguió los debates. Quedaba claro, por la energía de la sala, que mucho importaban aquellos asuntos. Reforma agraria, elecciones, derechos, mujeres… eran los temas que adivinaba gracias a los préstamos del castellano. Y atenta, muy atenta, retuvo una palabra que, en ese mar de sonidos irreconocibles, se repetía incesantemente.
 Marta, -le preguntó en el regreso- ¿qué significa “ñande”?
 -“Ñande”….nosotras, nosotros, -escuchó flojito

Gustavo Duch Guillot

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