PCCh: Estar a la altura de la propia historia

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Sábado en la mañana. Compro verduras para la semana en una feria libre. Un par de músicos callejeros cantan “El viejo comunista”, de Manuel García. La gente aplaude, les dan unas monedas. Los músicos siguen con Víctor Jara, y los aplausos permanecen. El ambiente está alegre, y hasta cierto punto esperanzado. Pero mientras me alejo se me viene a la mente la semana negra (o debemos decir ya el mes negro) que le ha tocado vivir al Partido Comunista.
No debe ser fácil dirigir un partido con más de cien años. Un partido fundado por un prócer de escala continental como Luis Emilio Recabarren. El partido de Elias Lafertte, de Luis Corvalán, de Gladys Marín. Pero, más todavía, el partido que sobrevivió a la Ley Maldita y al campo de concentración de Pisagua en los años cincuenta. El partido de Neruda, de Lipschutz, de Violeta Parra, de Volodia, de Julieta Campusano. Un partido que quisieron hacer desaparecer por la fuerza en dictadura, y por la vía de la exclusión permanente desde 1990. En fin, un partido que posee una historia, y en ella brilla una pléyade de figuras excepcionales por su rectitud moral, su coherencia y sus principios.
Es posible disentir desde la Izquierda de muchas de las posiciones y opciones políticas que ha asumido el PC chileno en su evolución. Pero cada vez que escucho la canción del viejo comunista de Manuel García, me vuelve a la memoria el diputado Juan Chacón Corona, obrero de la Foch, incorruptible, testimonio viviente de reciedumbre y rectitud a toda prueba. Me vuelve el recuerdo de la dirección clandestina del PC encabezada por Víctor Díaz, compuesta por dirigentes obreros, modestos, disciplinados, que se formaron en la escuela de Así se templó el acero de Ostrovski, o de La Madre de Máximo Gorki.
Yo sé muy bien que en el PC chileno hay muchos Víctor Díaz y muchos Juan Chacón, todavía hoy. Basta pasearse por los pueblos del norte para conocer historias parecidas. O ir a escuchar a los viejos de la cuenca del carbón, a los que hicieron la toma de La Victoria, a los que se jugaron el pellejo en las poblaciones. El PC es un partido rico en héroes y heroínas anónimos.
Por eso a la hora de juzgar a la actual dirección del PC no cabe hacerlo como si se trata de un partido más. A la UDI o a RN no se le puede exigir más que el cumplimiento estricto de la ley. ¿Qué más se puede exigir a partidos que apoyaron una dictadura como la de Pinochet? Pero al PC se le debe pedir mucho más. No nos basta que sus prácticas sean formalmente legales. Eso es obvio. Lo importante es su consecuencia de fondo. Se le debe evaluar de acuerdo a su propia historia.ch pc
Por supuesto, no estoy criticando al PC por ser parte del gobierno de Michelle Bachelet. Esa no es una decisión moral, sino política, absolutamente legítima, que deberá ser evaluada una vez que acabe la presente legislatura y se pueda saber qué aspectos del programa de la Nueva Mayoría se han alcanzado y cuáles no. Lo que creo imperioso criticar son otras cosas, como la responsabilidad de este partido en la crisis, ya terminal, de la Universidad Arcis; o la dirección del Colegio de Profesores y su subordinación ante el Ministerio de Educación, o la posición de la CUT ante el paro docente. En estos aspectos no cabe sólo una crítica o un desacuerdo político. Hay un problema ético de fondo, porque se trata de evaluar la consistencia valórica de una institución como el PC.
En estas situaciones no cabe argumentar que ahora se es “partido de gobierno”. Eso no es excusa. Los militantes que son funcionarios del Ejecutivo deben ser leales funcionarios de gobierno, 100%, todo el día. Pero los dirigentes sociales y sindicales que militan en el PC se deben a sus bases, 100%, todo el día. No cabe otra interpretación.
En el caso de Arcis, no basta decir que todo lo que se hizo fue legal, porque eso no arroja luz sobre el fondo del asunto. ¿Cuál fue el rol del partido en la propiedad de esa universidad y qué responsabilidad hay en la crisis que le aqueja? ¿Por qué se le acusa, desde voces creíbles y prestigiosas, de haber lucrado? Son preguntas que están en el aire y no deberían evadirse, sino responderse franca y directamente.
No creo en el argumento que achaca a todos los que hacen este tipo de críticas el estigma del anticomunismo. Nada más contrario a mi posición. Admiro, estimo y aprecio al PC chileno, por su historia, por su gente, por su trayectoria. Por eso le pido más que a otros partidos. Le pido que esté a la altura de su propia biografía política.

*Publicado en “Punto Final”, edición Nº 818, 28 de noviembre, 2014

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