Peligro: expertos
Como si fueran eventos -es decir sucesos de acaecimiento fortuito- de vez en cuando se reúne, se supone, la flor y nata de cada especialidad. Se trate de Covid-19, cáncer, sindicalismo, o cómo criar gallinas o canarios.
Y como el sello contemporáneo no es sólo la tecnología, sino la burocratización, esos congresos, seminarios, jornadas, foros, encuentros o como usted quiera llamarlos no podían escapar de esta enfermedad. Acontecimientos de esta naturaleza reúnen a veces a centenares de personas, los llamados expertos.
Se supone que un experto sea una persona con un conocimiento amplio en ciertas áreas particulares, reconocida como una fuente confiable de un tema, técnica o habilidad cuya capacidad para juzgar o decidir le confiere autoridad y estatus.
Se cree que un experto puede, gracias a su entrenamiento, educación, profesión, trabajos realizados o experiencia, tener un conocimiento sobre un cierto tema que excede el nivel de una persona común, de manera tal que otros puedan confiar en su opinión.
Los expertos tienen cara de expertos y eso los hace inconfundibles. Son personas experimentadas que experimentan lo ya experimentado hasta volverlo habitual, circunscrito, eficiente y automático diría Krishnamurti. Los expertos nunca andan solos. Siempre están acompañados por novatos que aspiran a ser expertos. Nos recuerdan que no somos expertos. Cuando el experto considera que la pregunta que alguien le formuló es poco inteligente, superficial, elemental o básica, su respuesta es sutilmente demoledora y va desde una sonrisa de compasión a la manifestación de una explicación en tono suave.
El experto es por tanto más que un científico y que un especialista puesto que combina una competencia abierta y una aptitud para comunicar sobre un tema. Tiene la capacidad -a causa de su experiencia y de sus conocimientos- de expresar juicios que se estiman pertinentes, y es apto para comunicar y para participar en debates de todo tipo. El experto camina lentamente, concentrado en sus pensamientos. El sabe y conoce de todo: dónde se encuentra la información importante, lo que hay que leer, qué películas ver, cómo y dónde hacer inversiones.
A los expertos les atraen otros expertos, las reuniones con sus iguales conforman el espacio natural de competencia donde cada quien trata de superar al otro en inteligencia e información.
Todo experto que se respete tiene galardones, medallas, condecoraciones, diplomas, que se los han otorgado otros expertos destacándose de esta manera de la mayoría de los ciudadanos normales. Cuando alguien les recuerda el galardón obtenido, apelan a la modestia.
Los expertos mencionan siempre a otros expertos famosos, que por lo general han fallecido, o a sus amigos que están vivos que también los citan a ellos. Este sistema cerrado de admiración es la efusión de la ilustración.
Tal vez lo más positivo de los congresos, es la posibilidad de que los participantes, aparte de exponer sus puntos de vista cuando los tienen, pueden usar estas reuniones como drenaje y psicoterapia. Algunos expertos vierten en sus intervenciones más veneno que una cascabel y cuando la reunión concluye no se han deshecho de toda su hiel, por lo cual podrían, con los mismos bríos, participar en otro congreso o disertar ante las cámaras de TV y redes sociales, mañana mismo.