¿Por qué fracasó la iniciativa Yasuní-ITT?

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En la introcción del texto, Thais Becerra Mayor recuerda que en 2007 el Gobierno de Ecuador presentó al mundo una iniciativa para evitar la emisión de más de 407 millones de toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera y contribuir en la lucha contra el cambio climático. Se llamó Iniciativa Yasuní-ITT y pretendía dejar bajo el suelo 846 millones de barriles de petróleo a cambio de recibir de la Comunidad Internacional la mitad de lo que Ecuador hubiera generado al explotar las reservas de petróleo.

El Gobierno ecuatoriano se comprometió a invertir lo recaudado en la creación de energías alternativas respetuosas con el medio ambiente y en políticas sociales. Sin embargo, esta Iniciativa llegó a su fin en agosto de 2013 al no haber recibido la respuesta esperada por parte de la Comunidad Internacional. La elección de la Iniciativa Yasuní-ITT como estudio de caso y el análisis de los motivos que llevaron a la Comunidad Internacional a no responder a la llamada de desarrollo sostenible del Gobierno de Ecuador, se debe a que es un tema de plena vigencia y de alcance global. Constituyó una propuesta innovadora, única y sin precedentes generada desde un país pequeño que levantó su voz para demandar corresponsabilidad a las naciones más ricas del planeta, que son también las más contaminadoras, y emprender en conjunto acciones concretas para proteger el medio ambiente, generar desarrollo sostenible y luchar contra el cambio climático.

Ha pasado apenas un año desde el fin de la Iniciativa Yasuní-ITT, que terminó el 15 de agosto de 2013, sin embargo podemos tomar de ella elementos de reflexión muy importantes. Ecuador intentó proponer un modelo alternativo de desarrollo a través de un nuevo paradigma. Más allá de proponer la reducción de las emisiones de CO2, como el Protocolo de Kyoto y el mecanismo REDD, esta Iniciativa se centró en evitar la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera, debidos a la quema de hidrocarburos, y proponer la necesidad de un nuevo modelo energético ante el inminente fin de los combustibles fósiles. Ecuador intentó mostrar a la Comunidad Internacional que otro mundo es posible. Podemos decir sin lugar a dudas que no hemos sido capaces de construir el  mejor de los mundos, tal y como nos han querido hacer pensar, sino que vivimos en un mundo que no deja de autodestruirse, preocupados por la acumulación y el crecimiento.

Hemos perdido la capacidad de valorar a nuestro entorno y, como consecuencia, ya no vemos a la naturaleza como parte necesaria de la vida, sino que hemos pasado a considerarla externa a nosotros, como una fuente de donde extraer recursos para obtener el mayor beneficio posible. Como señala Polanyi (2007) en La gran transformación, hemos conseguido convertir la naturaleza en una mercancía más. Es evidente que el sistema económico que nos gobierna no es sostenible. Queremos crecer económicamente de forma ilimitada cuando los recursos de nuestro planeta son limitados. Como consecuencia, el medio ambiente ha sido gravemente dañado por la actuación irresponsable y avariciosa del sistema capitalista. Según Global Footprint Network (GFN), el consumo del ser humano está en aumento, ejerce cada vez más presión sobre los recursos y supera la regeneración anual del planeta cada vez más rápido (Febbro, 2012).

Desde la década de los setenta, la humanidad está viviendo muy por encima de sus medios. Si todo el planeta necesitara los recursos que consumen los Estados Unidos, harían falta 4,16 planetas como la tierra para satisfacer las demandas del consumo (Ibid.). Los datos están ahí. Un informe del grupo de trabajo del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático) de Naciones Unidas, del 31 de marzo de 2014, al explicar las bases científicas del cambio climático, lo define como “grave, generalizado e irreversible”(IPCC, 2014). Estos datos deberían hacernos tomar conciencia y trabajar efectivamente en la búsqueda de un sistema alternativo. La Inicativa Yasuní-ITT se presentó como el inicio de una transición desde una economía extractivista hacia una civilización pos-petrolera inspirada en un nuevo paradigma que busca el equilibrio con la naturaleza en la satisfacción de las necesidades (utilizar sólo lo necesario para perdurar).

Dejar el crudo bajo el suelo era por primera vez una opción poderosa que garantizaba mantener intactos los ecosistemas únicos de la zona y poner en marcha proyectos de desarrollo sostenible. Podríamos entender el fin de la Iniciativa Yasuní-ITT como un síntoma de que la Comunidad Internacional no ha entendido o no ha querido entender la propuesta de Ecuador como una acción que tiene alcances y beneficios globales. La Amazonía es el pulmón del mundo, por lo tanto, nos corresponde a todos contribuir a su preservación.

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