“Lo sabemos muy bien, pero igual lo hacemos”… ¿cierto? Cierto, algo que, en mayor o menor medida, todos practicamos cuando enfrentamos un acontecimiento traumático, un encuentro con un evento que desintegra y desmitifica la aparente certeza de nuestro yo y nuestra realidad.

En 1964 el psicoanalista Octave Mannoni publicó en “Los Tiempos Modernos” parte de su libro “Claves Para el Imaginario o la Otra Escena” en donde, siguiendo a Freud, expone con claridad meridiana la constitución de la creencia mágica que yace al centro de “lo sé, pero igual…” Como ejemplo, toma parte de la autobiografía del jefe indio hopi Don Talayesva publicada en 1959 con un prefacio de Claude Levi-Strauss.
En cierta época del año, relata Talayesva, los Katcinas, algo así como dioses o espíritus, aparecen en los pueblos de forma similar a como aparece Papá Noel en la cultura occidental y, al igual que el, conspiran con los padres para engañar a las niñas y niños.
La impostura se mantiene estrictamente y nadie se atrevería a exponerla. Al descubrir que las bailarines -que él pensaba que eran Katcinas- en realidad eran sus padres y tíos con máscaras, se sintió conmocionado y enojado, especialmente con su padre. Lo que sigue es la negación… “Ahora ya sabes” se les dice a los niños “que las verdaderas Katcinas no vienen a bailar a los pueblos como antes. Ahora solo vienen invisibles y, en los días de baile, se esconden en sus mascaras de manera mística”.
Es en este momento donde se forma la creencia en la presencia mística de las Katcinas, en la existencia real de espíritus, a pesar de que los niños ahora saben muy bien que las figuras danzantes que vieron no era Katcinas y que nunca han visto una. Y, sin embargo, estos mismos niños luego repiten la creencia, facilitada y consolidada por rituales e instituciones sociales. Lo paradójico es que la creencia requiere la revelación de la verdad, requiere el conocimiento y el golpe que conlleva como condición interna. Y es precisamente por eso que esta creencia se resiste al conocimiento. Éste no puede ser el remedio para preferir ignorar la situación. El énfasis en “lo sé bien” no puede disolver el “pero de todos modos”, ya que la única razón del “pero de todos modos” es el “lo sé bien”.
¿No es así como funciona la preferencia por ignorar algo que socaba nuestras creencias? Según la autora Zupancic, este tipo de rechazo o desautorización es una forma perversa de razonamiento. En política el ejemplo más claro es cuando nos confrontamos con una contradicción que nos obligaría a dejar de creer, pero, en lugar de hacerlo encontramos la manera de incluirla en nuestro sistema de creencias original… ¿No es ésto particularmente cierto cuando las
personas creen que el capitalismo es la mejor o la única organización posible de la economía social, pero al mismo tiempo viven y experimentan la brutal y traumática realidad de este mismo orden social?
Lo sé muy bien, pero aún así… Conocemos exactamente los hechos, sabemos que el sistema económico basado en la ganancia ha puesto el planeta en llamas y, sin embargo, continuamos como siempre. ¿Cómo es posible que, a pesar del proyecto de la ilustración, hayamos terminado con el triunfo del oscurantismo, con el surgimiento de todo tipo de creencias extrañas, con la desconfianza en la ciencia y con un populismo basado en todo, menos en la argumentación racional?
El psicoanálisis diría que no es porque las fuerzas e impulsos oscuros hayan dominado la razón y se hayan impuesto al conocimiento y su evidencia, sino porque la razón y el conocimiento siempre han tenido su lado oscuro e irrazonable. La modalidad social contemporánea de preferir ignorar lo que sabemos es una forma perversa de la razón y del conocimiento mismo y no el regreso de algún impulso arcaico y oscuro.
Si volvemos al ejemplo del cambio climático tendríamos que decir que aquí no se trata de la negación o represión de la crisis ecológica. Por el contrario, hay bastante reconocimiento verbal de lo que está pasando como notamos en los discursos de “la transición verde”, “la economía verde”, “la sostenibilidad” y cosas por el estilo. Y es justamente aquí donde encontramos la diferencia.
Reconocemos que lo que está sucediendo es un cambio radical, que por fin hemos “despertado” a la realidad, pero al mismo tiempo continuamos viviendo como si nada hubiera pasado. Extinguimos el fuego presente, ayudamos a las víctimas si son las víctimas correctas, reconstruimos las zonas desvastadas si el
país tiene los recursos adecuados, pero todo ello no nos lleva a abordar el fuego dentro del fuego… ¿No indica ésto que hay una profunda ambigüedad en este “despertar”?
En la represión distinguimos el nivel de nuestra realidad y otro donde existe lo que se expulsa, lo que se “reprime”, que deja de ser parte de nuestra realidad. La preferencia por ignorar algo, en cambio, es unidimensional en el sentido de que lo que se ignora no desaparece de la realidad sino que sigue ahí, formando parte de ella. Todo está a la vista, lo sabemos, incluso lo decimos. No lo hacemos desaparecer pero cambiamos la naturaleza y significado extraordinario del hecho en un hecho ordinario. En breve, lo desrealizamos.
En la descripción de la escritora Alenka Zupancic, la mantención del statu quo no significa sólo que todo sigue igual sino que también curiosamente los cambios más destructivos no afectan realmente nuestra conducta. La fascinación con las diferentes formas de apocalipsis, por ejemplo, lejos de ser lo opuesto a la negación, es parte importante del funcionamiento contemporáneo.
El fin del mundo actúa como una especie de telón de fondo espectacular, algo así como un escenario en el que podemos continuar con nuestras actividades habituales. A menudo las imágenes del apocalipsis no son más que una pantalla fantasmal que oculta o, mejor aún, nos protege del verdadero apocalipsis que nos espera en el futuro.
Legítimamente uno podría preguntar ¿por qué un conocimiento nuevo y diferente que puede constituir un golpe, algo que nos duele y traumatiza, lo ponemos debajo de la alfombra? Obviamente, según Freud, no es por su contenido, sino por sus implicaciones y significado más amplio. En este sentido el conocimiento nunca es sólo un conocimiento fáctico, aunque se presente como tal. Siempre es algo más.
“Lo sabemos muy bien, pero de todas maneras”… es una maniobra que ayuda a evadir, por ejemplo, la traumática y brutal realidad del capitalismo. El
trauma en juego no sólo tiene que ver con la desintegración social y el desastre ambiental relacionados con el capitalismo, sino también con lo que se nos aparece como una pesadilla sin salida. El conocimiento permanece en juego, se puede hablar con calma sobre ello y no negar su contenido, pero la realidad de este conocimiento se pierde. Podemos acceder a él, a diferencia de la represión, pero ya no significa lo que normalmente significa. Y es el Gran Otro, en la forma de Gobierno o Corporación omnipotente, el que ayuda a mantener el estatus quo.
Si le damos otra vuelta al tornillo podríamos decir que la revelación de que sabemos que encubrimos nuestro saber, que sabemos que “el emperador está desnudo”, ya no funciona realmente… ¿Cómo así? Según Zupancic aquí se produce una permutación en el nivel de “pero a pesar de todo”, que presupone cierta oposición, cierta contradicción en su estructura, es decir el “lo sé bien, pero sin embargo sigo creyendo lo contrario” se transforma en “lo sé bien y por eso puedo mantener mi creencia y seguir sin perturbaciones”. Lo veo, lo reconozco y por eso puedo olvidarlo. Algo que ayuda eficientemente a desrealizar la realidad de lo que esta sucediendo.
Cuando la crisis termina, cuando apagamos el fuego, retiramos los escombros, curamos a los heridos y enterramos a los muertos volvemos a la normalidad y nada cambia realmente. Como nota nuevamente Zupancic, la gente se siente orgullosa de su poder de resistencia y menosprecian a los que todavía se sienten ansiosos por el curso de los acontecimientos. Lo que aquí olvidamos, dice, es que esta resiliencia existe principalmente sólo en la burbuja de nuestra propia relación con nosotros mismos.
La cosa es que olvidamos que hay una tormenta rugiendo en lo real y que es muy probable que un rayo nos fulmine. Estamos tranquilos, no porque hayamos aceptado que no tenemos control sobre algunas cosas, sino, al contrario, porque seguimos creyendo que, gracias a nuestra propia incredulidad, todavía tenemos el control. Y esa magia nos protege, incluso si sabemos que no debemos creerla.
* Profesores de Filosofía chilenos graduados en la Universidad de Chile. Residen en Ottawa, Canadá, desde el 1975. Nieves estuvo 12 meses presa en uno de los campos de concentración durante la dictadura de Augusto Pinochet. Han publicado seis libros de ensayos y poesía. Colaboran con surysur.net y el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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