¿Prosur o Protrump?
En Chile se reúnen gobernantes de la “nueva ola” derechista con la finalidad aparente de crear un foro por el progreso y desarrollo de América Latina. ¿Por qué los organizadores esconden las verdaderas intenciones de esta iniciativa? Veamos su origen. El colombiano Iván Duque anunció Prosur en enero y de inmediato enganchó ese sonámbulo de la política internacional que es el chileno Sebastián Piñera.
La dupla Duque-Piñera organizó el show de Cúcuta en febrero y ahora presenta el sainete del Prosur en Santiago. Ambos presidentes están en vías de convertirse en profesionales de espectáculos que sirvan de cortinas de humo a la agresión contra Venezuela. Basta saber quiénes son los organizadores de Prosur para adivinar hacia dónde apunta este “foro”. Lo corroboran también los invitados. Ellos son la créme de la créme del rastrerismo pro yanqui.
El brasileño Bolsonaro –que en la Casa Blanca se proclamó oficial de órdenes de Trump-; el argentino Macri –acosado por la protesta social y la deuda con el FMI-; el paraguayo Abdo –que intenta, sin conseguirlo, asomar cabeza en cada cita anti venezolana-; el peruano Vizcarra –que sufre el declive del apoyo a su gobierno-; y el ecuatoriano Moreno, cuya versátil trayectoria lo sitúa a la par de Judas Almagro, el más traidor de los traidores en la historia latinoamericana.
Son casi los mismos gobiernos que participan en el Grupo de Lima, mecanismo que no descansa en sus esfuerzos por estrangular la revolución bolivariana. Desde ese punto de vista, Prosur es una instancia inútil, sobra, está demás. El objetivo de servir los designios de Trump ya los cumplen la OEA, organismos financieros como el Banco Interamericano de Desarrollo e incluso la Comisión de la ONU para los Derechos Humanos.
En busca de una presencia internacional que la realidad geopolítica le niega, Piñera se esfuerza por sobresalir en el piño de yanaconas del imperio. Compromete así aún más su proyecto de instaurar en Chile un prolongado periodo de gobiernos de la derecha liberal. La represión al pueblo mapuche, la amenaza policial a los adolescentes, las políticas misóginas, la negación de los derechos de los migrantes, la discriminación en educación y salud, y una política exterior carente de independencia y dignidad, inclinan cada vez más el modelo de Piñera a los regímenes de Brasil y Colombia. Ese modelo oligárquico, represivo y autoritario no tiene futuro en América Latina.
La situación actual de hegemonía reaccionaria es un paréntesis en nuestra historia. Es fruto en gran medida de nuestros propios errores. La Izquierda dejó al pueblo en la orfandad ideológica y lo entregó atado de pies y manos al monstruo del consumismo. Pero la tendencia social que hierve bajo la costra neoliberal es de rechazo al autoritarismo y a la injusticia en todas sus expresiones. La Izquierda anticapitalista va a rehacer sus fuerzas bajo nuevos paradigmas para impedir que los pueblos vuelvan a ser engañados en farsas electorales.
Una expresión elocuente del malestar que se agita en las profundidades de la sociedad chilena fue la impresionante movilización de mujeres convocada por la Coordinadora Feminista 8M. Sin duda también lo será el concierto “Por el derecho a vivir en paz” el domingo 24 de marzo en el Paseo Bulnes en solidaridad con la revolución bolivariana.